SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Tengo cinco hijos y no se para dónde irme”, denunció Aurelina Recio residente del barrio La Lira del sector Los Tres Brazos quien dice vivir allí desde hace cinco años y ahora está siendo desalojada por el Ministerio de Medio Ambiente.
Los techos de hojas de zinc en el suelo y las columnas de palos cubiertos bajo su manto, brillaban ante el ardiente Sol de mediodía.
Allí, los niños enchancletados corrían alrededor de los adultos y señalaban sus viviendas caídas ante las manos de los resaltados como superiores del orden.
A tempranas horas de la mañana se apersonaron agentes de las Fuerzas Armadas derrumbando todo a su paso y sin mediar palabras, según versiones de los comunitarios, estos les informaron luego de los destrozos que debían salir de la zona.
Encapuchados hacía las sienes, el color verde no disimulaba las largas armas de fuego que llevaban algunos en su brazo izquierdo.
“Tumbaron las casas, mire que hasta los zinc los dañaron para que no podamos volver a subirlos y que el agua se nos meta”, relató Jairo García mientras recorría el polvoriento barrio desde el cual se visualiza el puente Francisco del Rosario Sánchez mejor conocido como “puente de la 17”.
“Váyanse dentro de cinco días de ahí”
Cinco días, fue el plazo otorgado por los agentes a los pocos que les entregaron documentos de notificación de desalojo firmado por el Ministerio de Medio Ambiente.
“Salud Pública vino aquí a tapar un agua negra que corría y la comunidad trabajó junto a ellos, rellenando el área que es donde se encuentran nuestras casas”, relató Juan Mercedes.
Mercedes junto a otros desalojados, merodeaba en los alrededores de las casas tumbadas. “Nosotros lo que hemos hecho es quitar esta epidemia que había aquí. Yo tengo tres muchachos chiquitos y ahí (señala) es que vivimos”.
Así, también, Jairo García dice “aquí tiramos camiones de rellenos durante todo un año y ya tengo dos viviendo aquí”.
Mientras Nancy Contreras vociferó en la otra esquina “nadie nos paró cuando comenzamos… ¿por qué ahí sí no lo hicieron? ahora que tenemos nuestros ranchitos llenos de familias y de hijos”.
Contreras tiene cinco nietos. “Somos nueve personas que vivimos en una casa y nosotros no tenemos otro lugar. Nos metimos ahí porque lo necesitábamos y tuve que meterme ahí comiéndome los mosquitos, tratando de sobrevivir”.
“¿Qué vamos a hacer?”, se agarra la cabeza la mujer que carga la niña de menos de tres años en sus brazos mientras mira la gallera que junto a su tío y su esposo, montaron en el polvoriento lugar.