SANTO DOMINGO, República Dominicana.-“Hay unas hormiguitas rojas que cuando pican es pura candela”, así comienza el relato sobre su vida en los bateyes sembrando para sobrevivir, el cañero Miguel Ángel Pérez, quien tras 40 años de vivir en el país reclama una pensión de 5 mil pesos.
Desde el año 1977 se encuentra en la República Dominicana trabajando en la caña. Vino desde Haití con un contrato de trabajo que finalizó en el año 1999, y desde entonces le ha tocado sembrar guayabas para poder mantener a sus cuatro hijos, nietos y demás miembros de la familia.
Su rostro tiembla del lado derecho. Pasa los 60 años aunque luce de más edad por el maltrato en los campos.
“La vida de estas personas es muy difícil. Contribuyen al desarrollo social y económico de la República Dominicana, pero no atentan contra el buen vivir”
Es un hombre joven que lleva un cartel que no hizo, pero de los cuales ha sostenido muchos desde que solicitó su pensión junto a cinco mil personas por cinco mil pesos.
En el año 2009 inició su camino junto a San Juan Pedro, quien con sus 60 años anda a la par de un anciano que cruza la séptima década de su vida.
San Juan Pedro llegó a trabajar al batey El Blanco en la provincia de San Pedro de Macorís y allí procreó ocho hijos.
“Cuando nosotros vinimos aquí fue con un contrato de los dos países, el gobierno de Haití y el gobierno de aquí.
Entonces ahora el gobierno nos quieren negar, sin dar nadas, no nos pensionan…el contrato de la caña ya se cayó, ¿de qué vamos a vivir?”.
“La vida en los bateyes es crítica porque la tierra los grandes se la cogen y los trabajadores no encuentran donde sembrar una mata de yuca, tenemos que poner cosechas de guayaba…buscar guayabitas para poder resolver”, así describe el señor Miguel Ángel Pérez mientras respalda a San Juan Pedro quien habla de lo que ocurre con los cañeros.
Miguel Ángel relata “a nosotros los trabajadores cañeros a las 12 de la noche nos empiezan a llamar para trabajar antes de que salga el Sol y luego bajo el Sol, todo el día después…cortando caña bajo la lluvia de todo. Hay unas hormiguitas rojas que cuando pican es pura candela”.
“La vida de estas personas es muy difícil. Contribuyen al desarrollo social y económico de la República Dominicana, pero no atentan contra el buen vivir”, respalda el representante de los cañeros, Jesús Núñez.
“Para ellos sacar a los cañeros de las calles, deben de cumplir con los derechos”
El representante de los cañeros, Jesús Núñez, dice que se trata de más de 5 mil pensiones solicitadas en el Seguro Social de inmigrantes cañeros y más de 17 mil trabajadores cañeros que no han podido solicitarla por falta del permiso del Plan de Regularización.
“Estamos diciendo que los trabajadores cañeros junto a sus esposas e hijos son más de 50 mil que residen en bateyes”, resalta.
En otros países cuando tenemos hasta seis años, nos dan documentos…entonces aquí tenemos más de 50 y en vez de regularnos pues nos quieren recoger y mandarnos a nuestro país”, refiere San Juan Pedro.
Cuenta que cada día realiza varios viajes, “entre salir de Boca Chica, venir a buscar esos documentos y no he podido adquirir nada. Me dicen vienen en este mes y después el otro mes, no sé qué hacemos”.
Reclaman la devolución de sus años de trabajo, que fueron acumulados de manera legal por la institución dominicana de Seguridad Social.
“Nosotros tamos aquí reclamando nuestros derechos y no es que estamos aquí por vagos, sino porque nosotros trabajamos…si nosotros trabajamos y damos beneficios entonces el gobierno tienen que resolver con nosotros, los trabajadores”, dice Miguel Ángel Pérez.
Jesús Núñez califica de un derecho porque tienen más de 50 años residiendo en las plantaciones cañeras, trabajan para empresas específicas como son los ingenios y se les descuenta un seguro social “por eso tienen acceso a los servicios de salud”.
Núñez, Pérez y Pedro junto a otros cientos, se han detenido en varias ocasiones frente al Ministerio de Interior y Policía entre las avenidas Leopoldo Navarro, Francia y México.
Y allí los reciben decenas de agentes policiales que forman aquella barrera humana que impide su paso más allá de la acera de en frente. Donde también se encuentra esa joven policía que demuestra en sus expresiones faciales una cara de decepción por las acciones de las autoridades.