SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Y solo quedó basura en la casa de la justicia dominicana. Policías que descansaban sus piernas en sillones que parecían reservados a faraones, tras una hora en pie velando la seguridad de los siete imputados en el multimillonario caso de corrupción de turno que envuelve a empresarios y políticos.

Y quedó también la tecnología, ya inútil para las 10:40 de la mañana. Los hijos de machepa del Poder Judicial tumbaban la señal y guardaban los televisores "inteligentes". Pero como decían los plasmas de LG, life’s good y, al menos, sus cuerpos atrapados en templos calurosos de tela, respiraban con el mismo aire acondicionado que 10 minutos antes los privilegiados en la Sala Augusta compartían.

Durante la hora que duró el episodio, el juez Francisco Ortega Polanco, los 16 fiscales -siente de ellos asignados a último minuto por el procurador Jean Alain Rodríguez-, siete servidores públicos y millonarios empresarios y su retahíla de defensores disfrutaron del frescor del agua embotellada, saludos de viejos amigos, una que otra sonrisa o guiño de ojo. Todos cumpliendo su rol en la escena que el “cuarto poder”, con su letanía de periodistas y camarógrafos, transmitía en vivo.

Sacos y corbatas apretados. Abogados e imputados llegaron a la Suprema Corte de Justicia arrastrando una semana de recusaciones al juez Francisco Ortega Polanco. ‘‘Es parcial’’, “‘es imparcial’’ y otros discursos de un viernes que empieza a batir el calor, y lo aumenta.

Ángel Rondón Rijo, el principal imputado en el pago de sobornos por US$ 94 millones, con la camisa blanca de las fotos que guardan para la historia a los funcionarios y empresarios en hoteles de playas.

En el break, los canchanchanes hablaban de la vida. ‘‘Muuuchacho, hace días que no te veía’’, se acercó a decir Víctor Díaz Rúa, el expoderoso ministro de Obras Públicas de las gestiones de Leonel Fernández, al expresidente del Senado Andrés Bautista García, ambos imputados de recibir sobornos.

El mismo exfuncionario y alto dirigente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), mientras deambulaba por la sala de la justicia, pedía a los camarógrafos que lo sacaran “buen mozo” en las fotografías. ‘‘Porque últimamente solo sacan un yatecito que tengo por ahí’’, en alusión a la embarcación de lujo valorada en US$ 5 millones, nombrada ‘‘La Balbie’’ para cortejar a su esposa Balbina Guerra.

“Rondón es caso perdido. Nunca sale bien (en las fotos)’’, comenta entre risas. Apretones de manos, espaldarazos, sonrisas…

El juez Ortega Polanco aún reflexiona, como en un templo cristiano, en solitario, si acoge o no la solicitud de recusación de los abogados de Andrés Bautista.

Para cuando el director de la escena regresa, los actores se colocan en sus lugares, uno detrás del otro, con sus abogados, pero no sueltan sus celulares. A Díaz Rúa no le da tiempo de cerrar los ojos, como en la primera parte, porque el director habló rápido y claro: el pleno de la Suprema deberá decidir si puede continuar con los demás capítulos, porque los actores no lo quieren, aunque la producción sí.

Del otro lado del charco, el movimiento Marcha Verde se mantenía bajo el sol acondicionado a 30 grados, esperando el resultado de la audiencia preliminar. Los Verdes están negados a creer en el ‘‘circo’’, uno de los tantos nombres creativos que le ponen al caso Odebrecht.

Con un cafecito caliente a las 4:00 de la tarde terminaría el team Díaz Rúa este viernes, según coordinaron al salir al aire caliente, y libre. Víctor ordenó que lo recogieran lo más cerca posible del símbolo judicial, porque el tiempo apremia y el sol derrite.

Hay episodios que se cuelan en una serie de televisión porque ya se invirtió tiempo y recursos humanos y económicos en la preproducción. Más durante el primer día de rodaje, los actores y la producción se dan cuenta de que algo no anda bien, pero siguen grabando…