“Bendecidos para bendecir” es una frase que se repite en mi familia desde 2013 en que Ivelisse A. Paulino, una de las psicólogas de la familia egresada de la Universidad Autónoma, se adentró en el ministerio cristiano Cielos Abiertos, que tiene como lideres a los pastores Marcos Yaroide y Laura Cárdenes.
En principios no di importancia a su afán de hacerse acompañar dos días de cada mes, de un selecto grupo de 15 jóvenes, que arañando en sus exiguos recursos, solicitando donaciones, tocando puestas que a veces se cierran pero que casi siempre son solidarias, y cargadas de fe sin límites en lo que están haciendo y la que aporta su propia religión, se han convertidos en humildes puentes hacia los que menos tienen.
Julissa Manzanillo, Paola Carrión, Jennifer Pérez, Dayna Castro y Reina Mirabal, quienes comparten la dirección de la fundación, se han trazado como metas: ayudar a los más necesitados, especialmente niños desamparados, madres sin recursos para adquirir la leche y los “pampers” de sus pequeños hijos; llevar alimentos a los ancianos desahuciados que muchas veces sus familiares dejan abandonados en los refugios que los acogen; entregar humildes juguetes para alegrar el alma de los niños que tal vez esperan la muerte, aquejados de graves enfermedades que ya no tienen curas. Hacer el bien, por encima del egoísmo y la falta de solidaridad que está arropando nuestra sociedad.
La fe y la esperanza encontradas en las palabras bíblicas del cristianismo se convierten en la fuerza que les impide desmayar, apoyados en las manos misericordiosas de los que entienden su misión, ya sea aportando en sus ocasionales recolectas, o enviando aportes materiales que ellos entregan a cambio de nada: juguetes, pañales, útiles escolares, sillas de ruedas, abanicos, estufas, camas, ropas usadas y nuevas, en fin, lo que siempre esperan recibir los más necesitados.
Sus iniciativas persiguen llegar hasta los más necesitados y de escasos recursos, a los minusválidos, huérfanos y a los enfermos de los hospitales, especialmente de las
maternidades de la capital, policlínicas de bateyes de la periferia, orfanatos y hogares de ancianos. Muchas veces, contando con la solidaridad de doctores amigos y solidarios, realizan operativos médicos en los que también se reparten medicamentos que son recibidos en donación por farmacias o comprados con el dinero que algunas personas bondadosas aportan, a cambio de que sus nombres sean mantenidos en discreción, y haciéndolos llegar hasta el local de la iglesia en la avenida 27 de Febrero casi esquina Núñez de Cáceres.
Mientras compartimos tempranito una taza de café, me cuenta Ivelisse, “llegamos de sorpresa a un orfanato y encontramos la nevera y la despensa totalmente vacías y escuchamos decir con lagrimas en los ojos—anoche orábamos a Dios para que nos mandara alimentos porque no teníamos para comer, y ustedes sin conocernos y sin saber de nuestras necesidades, llegaron con lo necesario, esa es la respuesta a nuestra oración, a ustedes los envió Dios—Sentir que Dios nos utiliza para llegar a otros que esperan, es lo que nos motiva para seguir adelante; porque dice en la Biblia que la fe sin obras es muerta. Por esa razón, principalmente, nuestro grupo se siente Puente de Bendición entre Dios y el prójimo.