SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Científicos de la Universidad de Tufts de Boston (EEUU) confirmaron en un estudio sobre las propiedades del licopeno que este antioxidante -presente en gran cantidad en los tomates, y que le confiere el color rojo- ayuda a prevenir el cáncer hepático.

“El presente estudio demuestra que la alimentación con tomates (…) inhibe el desarrollo de HCC (carcinoma hepatocelular)”, se lee en el estudio publicado en la última edición de la revista Cancer Prevention Research.

Los tomates efectivamente son una fuente abundante del antioxidante licopeno, también presente, pero en concentraciones mucho más bajas, en otros alimentos como la guayaba, el pomelo, la papaya y el pimiento rojo dulce, por ejemplo.

El estudio demostró que, gracias al licopeno, la ingesta de tomate ayuda a reducir el riesgo de padecer no solo el cáncer hepático sino también el de próstata, pulmón, mama y colon. Asimismo, enfermedades cardiovasculares, osteoporosis y diabetes.

Basta con dos o tres tomates diarios

Comer solo dos o tres tomates o una porción de salsa de tomate sobre la pasta al día basta para obtener la cantidad necesaria de licopeno.

Los científicos confirmaron esta certeza valiéndose esta vez de ratones de laboratorio a los que infectaron carcinógenos hepáticos y les suministraron una dieta poco saludable alta en grasas, parecida a una dieta de los países occidentales. A un grupo de estos roedores les dieron tomate y a otros no.

Xiang-Dong Wang, director asociado del Centro Jean Mayer de Investigación sobre Nutrición Humana y Envejecimiento, dijo que el tomate “aumentó la riqueza y diversidad de la microbioma y permitió prevenir el crecimiento excesivo de algunas bacterias relacionadas con la inflamación”.

Esto implicó reducir los riesgos del surgimiento de enfermedad hepática grasa, inflamación y cáncer de hígado, específicamente.

Los científicos implicados en este estudio coincidieron con otros en que comer tomates es más sano que comer solo el licopeno concentrado.

También han confirmado que los potenciales efectos beneficiosos de otros nutrientes del tomate entero, tales como la vitamina E, la vitamina C, el folato, los minerales, compuestos fenólicos y las fibras dietéticas, por ejemplo, inciden en los auspiciosos resultados.

Labriegos haitianos recolectan tomates en una plantación de la Industria Victorina. Dajabon, Republica Dominicana
Foto : © © Orlando Ramos

Lo mismo, pero en sandías y su incidencia en el cáncer de próstata

En un estudio inglés previo, efectuado por investigadores de las universidades de Bristol, Cambridge y Oxford, se determinó que el licopeno presente aún en mayor cantidad en las sandías que en los tomates también redujo en al menos un 20% el riesgo de desarrollar cáncer de próstata.

Cada 100 gramos de sandía roja (también hay blanca y rosada) contiene 4532µg de licopenos, mientras que la misma porción de tomates contiene 3041µg. (El microgramo (µg) es una unidad de masa del Sistema Internacional de Unidades que equivale a la milmillonésima parte de un kilogramo).

Diez pedazos de tomates a la semana -según este segundo estudio- ayudan a reducir el riesgo de cáncer de próstata en casi un quinto gracias a los licopenos, lo que también ayuda a hombres que duplicaron el consumo general de frutas y verduras.

Examinando las dietas y estilos de vida de cerca de 14 mil hombres de entre 50 y 69 años de edad, los investigadores ingleses observaron que los que comían por lo menos diez porciones (150 gramos) de tomates a la semana eran un 18% menos proclives a desarrollar cáncer de próstata en comparación con los que no comían nada de tomate o muy pocos.

Comercializar con la salud de los pacientes oncológicos

La oncóloga española Paula Jiménez-Fonseca es una de las especialistas que, a la luz de estudios de este tipo, advierte que se debe tener cuidado con “mensajes que ofrecen remedios nutricionales mágicos contra los tumores y que lo único que persiguen es comercializar con la salud de los pacientes oncológicos”.

Si bien existen alimentos que por sus propiedades químicas combaten mejor el daño que pueden sufrir las células y, por tanto, el riesgo de cáncer, “comer no cura el cáncer” cuando este ya ha hecho acto de presencia en el organismo, remarcó la oncóloga hace un año a través de EFESalud.

“La agresividad del cáncer es tal, que solo con la alimentación no es posible ganarle la batalla”, por lo que nunca debe convertirse en una alternativa a los tratamientos oncológicos, aunque sí puede ayudar a sobrellevarlos potenciando el sistema inmune y evitando la desnutrición, añadió la coautora del libro “Comer para vencer el cáncer”, que escribió conjuntamente con la química y experta en nutrición Belén Álvarez.