SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El paso del huracán Irma no inmutó a la población que reside en La Nueva Barquita. Los habitantes del proyecto dicen que solo han visto caer muchas lluvias, se ha interrumpido los servicios de agua y electricidad, pero que ‘‘viven en el paraíso’’ porque tienen un techo seguro.
Sin embargo, Rafael Holguín, dirigente comunitario, quien arrastra los pies desde la vieja Barquita a La Nueva, quien conoce desde un ángulo cercano las dificultades cotidianas de sus vecinos, critica con mayor severidad el apoyo que el Estado les ha brindado.
‘‘Mira, lo primero que te voy a decir es que el Gobierno no nos ha sacado de la pobreza. Para tú decir que nos sacaste de la pobreza tienes que hablar de salud, educación, empleos, de comida…’’
Rafael explica que los políticos se aprovechan cuando garantizan un derecho, en este caso el acceso a la vivienda, para restregar en la cara de los pobres ‘‘que te están dando algo’’.
‘‘Cuando diseñaron esto pensaron en convertirnos en clase media, pero nosotros seguimos siendo pobres, solo tenemos un techo, pero ahora se nos hace difícil hasta pagar los servicios básicos’’, considera Rafael.
‘‘No es hablar con la prensa y que todo se quede ahí. ¡No! Hay que aterrizar. Nosotros respecto a vivienda e higiene estamos en el paraíso’’, pero no podemos decir que estamos del todo bien, si no es así’’.
Toma un respiro y luego critica los mecanismos de prevención que utilizan las autoridades ante fenómenos naturales, como en el caso del huracán Irma. Rafael señala que a La Barquita solo llegó información a través de los medios de comunicación, pero que ni una pastilla enviaron para los más vulnerables.
‘‘Eso es payasearía política. La realidad de nuestro pueblo es otra. Por ejemplo, Salud Pública mandó a la gente a comprar medicamentos para primeros auxilios, pero aquí los viejitos no tienen con qué comprar un plato de comida, menos para comprar un botiquín de primeros auxilios’’.
Los envejecientes en La Nueva Barquita
Rafael advierte que en el proyecto habitacional líder del mandatario actual habitan aproximadamente 60 envejecientes que se alimentan de la caridad, y a veces las sobras, de los vecinos. No tienen cómo costearse las necesidades básicas, a pesar de una parte de los habitantes cuenta con tarjetas de subsidio estatal.
Ese es el caso de Don Justino Moreno.
Se levanta todos los días a recoger botellas. Su espalda no le permite caminar un trayecto largo, pero se apega a la idea de sobrevivir es un deber.
Con pasos lentos, recorre el perímetro y cuando su columna no le permite avanzar, se detiene, descansa, y continúa.
A sus casi 70 años, ‘‘mal contados’’ –como él mismo aclara–, es uno de ‘‘los pobres privilegiados’’ de La Nueva Barquita que cuenta con un techo para vivir, pero que tiene una deuda gigantesca, para él, con el Patronato de la urbanización. Se le ha hecho imposible conseguir los mil pesos que debe pagar cada mes para el mantenimiento que se exige en su ‘‘nuevo hogar de lujo’’.
Justino prefiere no mencionar cómo se costea su alimentación o cómo paga otros servicios básicos. ‘‘Yo como porque los vecinos me dan comida de pena; por los vecinos no me he caído muerto’’.
Holguín confirma que el envejeciente no ha podido pagar siquiera el primer mes desde que el Gobierno lo trasladó a su nuevo hogar. ‘‘A su edad don Justino no debería estar preocupado por disparates como pagar un mantenimiento’’.
Amarilis Núñez dice que se fueron a La Nueva Barquita a comenzar desde cero. ‘‘Aquí estamos aprendiendo hasta a caminar. Allí [Vieja Barquita] la costumbre era brincar los charcos de agua’’.
El agradecimiento a quienes se empeñaron en construirles una casa es notorio, pero mucha gente no encuentra en qué ocuparse, cómo conseguir comida o medicina.
‘‘Cuando diseñaron esto pensaron en convertirnos en clase media, pero nosotros seguimos siendo pobres, solo tenemos un techo, pero ahora se nos hace difícil hasta pagar los servicios básicos’’, considera Rafael.