SAN PEDRO DE MACORÍS, República Dominicana.- El gris cemento se amontona sobre los últimos blocks que se apilan en el nicho ya ausente de toda luz, recibiendo ligeros golpes de la misma plana que transporta la argamasa para volverla más manejable.

A unos metros, sobre el filo de una tumba, dos jóvenes se abrazan entre lágrimas, rodeados de personas que abanican trozos de cartón, para espantar el calor. Los demás acompañan a la viuda apoyada en brazos hasta una pequeña guagua blanca, que ronronea

La portezuela se desliza y es engullida por el vehículo, seguida de los dos jóvenes que caminan con pausa, aún abrazados.

Son actores en una obra patética y desgarradora producida por delincuentes, quienes hicieron de Vidal Dionicio Berroa, de 50 años, una nueva víctima de las acciones criminales que han llenado de luto a un sinnúmero de familias dominicanas.

“Me dejaron dos hijos huérfanos. Un hombre trabajando. No le conocía enemigos. No sé porqué lo mataron así, tan cruelmente”, lamenta Justina Berroa, esposa de Vidal, quien ahora debe hacer frente a la dura labor recoger los fragmentos de su familia y sacar encauzar sola a sus hijos de 14 y 20 años de edad.

Justina cuenta que en la tarde del miércoles 16, Vidal salió de su casa tras recibir una llamada a las 6 de la tarde, para realizar un viaje hacia Juan Dolio, luego de avisarle al supervisor de la Federación Nacional de Transporte La Nueva Opción (Fenatrano) que ejecutaría el recorrido. Algo que no era fuera de lo normal, pues según dijo, los choferes a veces consiguen viajes extra privados, como giras u otro tipo de servicio, desde la misma parada.

Esa fue la última vez que sus familiares le vieron con vida.

De pie, en medio de la sala, Justina aprieta con las manos una pequeña cartera negra en la que guarda – además de sus documentos – una foto, en la que Vidal aparece junto a ella, sonriente.

Explica que transcurridas las horas, intentó comunicarse sin éxito con su esposo. Al amanecer, Justina alerta al hijo mayor de la familia quienes se dirigen a la Policía Nacional para poner la denuncia, y de inmediato empiezan una búsqueda en el sector.  Unas horas más tarde, les sería comunicada la fatal noticia de que un cuerpo había sido encontrado por unos pescadores en el río Higuamo.

“Fuimos a donde lo tenían”, continúa Justina con su relato. “Ni bien llegamos, pregunté por la ropa que tenía el hombre que hallaron. Un pantalón azul y poloshirt marrón. Es él. Lo supe de inmediato”.

Justina no trabaja. El hijo mayor de la pareja, Johnny Antonio Berroa trabajaba con Vidal. Sin embargo, lo poco que percibe resultará menos que suficiente para mantener a su madre y hermano menor, de 14 años.

“No sé cómo me voy a hacer con mis hijos. No sé que voy a hacer”.

“No se metía con nadie”

“Le gustaba trabajar para sus hijos. No se metía con nadie y mira como le quitan la vida, como si no tuviera familia”, cuenta Johnny hijo mayor de Vidal, que al igual su madre, vecinos y compañeros de trabajo, reclama a la Policía la resolución del caso.

Explica Johnny – quien trabajaba con su padre en la Federación – que hasta el momento, no les han comentado sobre los avances de las investigaciones sobre el homicidio. Tampoco hay sospechosos del hecho.

El vehículo, una guagua marca Toyota Coaste, con capacidad para 36 pasajeros, placa I040790, color blanco, año 2007 y que según miembros de Fenatrano, pertenece al beisbolista Diory Hernández, aún no ha sido localizada.

Vidal Berroa fue hallado atado de pies y manos, y con la cabeza cubierta por una bolsa plástica negra, por unos pescadores que de inmediato alertaron a las autoridades.

Reporteros de Acento intentaron obtener mayor información por parte de la Policía Nacional, sin embargo, debido a que las investigaciones se encuentran en una etapa temprana, no pudieron ser divulgadas.

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