Con traducción de Iván Pérez Carrión
El periodista y columnista de la revista digital estadounidense, Slate, Daniel Engber, afirmó este lunes que las muertes de turistas provenientes de Estados Unidos, representa una “pequeña fracción” de las que se espera que ocurran en cualquier año de viajes al país caribeño.
“La docena de muertes reportadas este mes representan, a lo sumo, una pequeña fracción, solo un pequeño porcentaje, de todas las que se espera que ocurran en cualquier año de viajes desde Estados Unidos a República Dominicana”, señaló Engber en el medio, especializado en temas de actualidad, política y cultura.
Engber criticó además la vinculación de los decesos ocurridos entre mayo y junio de este año con otros casos, lo cual, en su opinión, aviva el temor de que exista una "tendencia" en los fallecimientos.
“Ya sea que estemos hablando de 12 muertes, o de 25, o incluso 50, es un error tratar la simple proliferación de estas tragedias como una prueba de que los turistas estadounidenses están en peligro”.
A continuación, el artículo de Daniel Engber
Medios de comunicación están vendiendo una historia de horror sobre muertes de turistas en República Dominicana. No lo compre.
Por Daniel Engber
1 de julio de 2019
Cuando la turista estadounidense Khalid Adkins falleció en Santo Domingo la semana pasada, después de enfermarse y ser retirada de su vuelo de regreso, el nombre de esta mujer de 46 años se agregó a una creciente lista de estadounidenses que murieron este año mientras visitaban República Dominicana. Aunque la mayoría o todas estas tragedias, que suman al menos 12, podrían haber sido causadas por ataques cardíacos u otras causas rutinarias, una extraña, mayor y tonta interpretación de esta historia se ha afianzado en todos los medios. Según la noticia, hemos tropezado con un "misterio" que aún no se ha resuelto, una serie de autopsias con resultados "extrañamente similares" y una "tendencia perturbadora" que merece actualizaciones diarias y de pánico.
"Cuando hay once muertes en el último año, hay que dar una explicación", afirmó el otro día el experto médico de Fox News y colaborador ocasional de Slate, Marc Siegel, antes de que se conociera la noticia de la muerte de Khalid Adkins. Se han prodigado muchas en las últimas semanas. ¿Podrían los turistas haber estado bebiendo licores piratas contaminados con ácido de batería? ¿Fueron salpicadas con pesticidas? ¿Qué hay con la enfermedad de los legionarios? "¿Cómo sabemos que no es cianuro?", se preguntó Siegel.
Los resultados de toxicología de algunas de estas muertes, que se publicarán a mediados de julio, deberían responder algunas de esas preguntas. Pero mientras tanto, haríamos bien en suspender esta conversación, porque no hay una ola de muertes de turistas que exija una explicación. La docena de muertes reportadas este mes representan, a lo sumo, una pequeña fracción, solo un pequeño porcentaje, de todas las que se espera que ocurran en cualquier año de viajes desde Estados Unidos a República Dominicana. No componen una "tendencia", "avalancha", "cadena", "grupo" o cualquier "misterio" sobre el cual hablar. Son, estrictamente hablando desde una perspectiva de noticias, nada.
¿Cómo llegó, exactamente, esta falsa nube de horror y especulación a extenderse tanto? La hoguera de la incertidumbre se estableció en marzo, cuando un par de turistas estadounidenses desapareció en la isla. Dos semanas después, se descubrió que perecieron en un accidente. (Su auto se salió de la carretera durante un viaje nocturno al aeropuerto.) No fue algo tan desacostumbrado: un promedio de 12 visitantes estadounidenses a la RD muere cada año en accidentes de tránsito, según las estadísticas compiladas por el Departamento de Estado de EE. UU. Sin embargo, dos miembros del Congreso, los representantes Eliot Engel y Adriano Espaillat, empezaron a pedir otra respuesta mejor. "El FBI debe trabajar rápidamente para realizar una investigación exhaustiva sobre los detalles de sus muertes", escribieron entonces al director de la agencia, Christopher Wray.
Luego, a fines de mayo, una mujer llamada Tammy Lawrence-Daley publicó un relato en primera persona en Facebook, compartido ya varios cientos de miles de veces, de haber sido golpeada y posiblemente violada mientras visitaba un balneario dominicano a principios de año. (Las autoridades dominicanas sugirieron que pudiera haber algunas inconsistencias en la historia de Lawrence-Daley).
Estos sucesos establecerían el marco para todo lo que siguió. Un día después de la publicación de Lawrence-Daley, otra pareja fue encontrada muerta en su habitación de hotel; se encontró que ambos tenían insuficiencia respiratoria y líquido en los pulmones. Un día o dos después de esto, se supo que otro turista que se había registrado en un hotel vecino el mismo día que la pareja con insuficiencia respiratoria, también había muerto en su habitación.
Ahora la mayor historia tenía un patrón: los turistas morían repentinamente, tal vez en sus habitaciones, por lo que parecía, quizás solo parecían, causas naturales. Efectivamente, otros dos turistas estadounidenses murieron de esta manera el 10 de junio y el 13 de junio. La muerte de otro huésped del hotel por insuficiencia respiratoria ocurrió el 17 de junio.
El 19 de junio, Wray recibió una segunda carta del Congreso, esta vez del representante Frank Pallone, exigiéndole que investigara todas estas "muertes inesperadas y altamente sospechosas".
Una semana después, Khalid Adkins murió mientras trataba de llegar a su casa.
Esto ya suena a muchas muertes, pero hubo más. A medida que se amplió la cobertura del "misterio", comenzaron a surgir las familias de otras víctimas, de más hombres y mujeres que habían fallecido mientras se encontraban en hoteles dominicanos. Las reglas para la inclusión en la "avalancha de muertes" se relajaron un poco más en la medida en que la historia se extendía. Lo que comenzó como una extraña coincidencia por tiempo limitado ̶ seis turistas muertos encontrados en un lapso de varias semanas en junio ̶ se convirtió en uno más grande, un catálogo menos discriminatorio de la desgracia. Las muertes de huéspedes de hoteles de meses anteriores, incluidos dos de abril, se agregaron a la lista de medios de “muertes inesperadas y altamente sospechosas”. Entonces, la prensa acumuló tres muertes de turistas más por ataques al corazón que ocurrieron en 2018. Dos más, de 2016 y 2017, también se incluyeron en la lista.
En la medida en que la historia se desplazaba a la Semana 4, la "tendencia perturbadora" de las muertes de turistas se prolongó hasta incluir a una mujer que se sintió completamente bien durante su luna de miel en la República Dominicana en mayo y luego falleció, aproximadamente un mes después de su regreso. Ella no se murió ni se enfermó mientras estaba en la isla. Sin embargo, los informes noticiosos la incluirían como "la última víctima estadounidense".
¿Estamos hablando de una serie de muertes de turistas este año o de una persona en los últimos tres años, o de qué? Un problema con esta historia es eso que no parece importar: se pueden encontrar nuevos casos en cualquier mes o año, relacionados con cualquier causa de muerte súbita, y, aun así, ser arrojados a la pira.
¡Qué mórbida pérdida de tiempo para todos! Ya sea que estemos hablando de 12 muertes, o de 25, o incluso 50, es un error tratar la simple proliferación de estas tragedias como una prueba de que los turistas estadounidenses están en peligro. Si queremos saber con certeza que algo está mal, o incluso para hacer una suposición educada sobre lo mismo, tenemos que tener una tasa de mortalidad de referencia para la comparación. ¿Con qué frecuencia suelen morir los estadounidenses mientras beben whisky en sus habitaciones en Punta Cana? O, para ser menos específico: ¿cuántos turistas estadounidenses mueren durante un año normal de visitas a la República Dominicana?
Nadie lleva un seguimiento cuidadoso de las muertes de turistas. El Departamento de Estado de EE. UU. cuenta la cantidad de estadounidenses que mueren por causas "no naturales" en cada país extranjero: homicidios, suicidios, ahogamientos, accidentes automovilísticos, etc. Pero no tiene registros de los naturales, y tampoco ningún otro órgano de gobierno. Se desconoce el número de estadounidenses que mueren de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares o cualquier otra enfermedad mientras se está en el extranjero.
Tampoco se han realizado muchos estudios académicos sobre este tema con respecto a los turistas estadounidenses o de cualquier otro país. Tal vez, el tema sea demasiado espeluznante para pensarlo, como dicen los autores de un artículo reciente sobre las tasas de mortalidad de los turistas: "Encontrar la mortalidad no parece estar normalmente asociado con el comportamiento de los viajes y el ocio y, por lo tanto, sigue siendo poco estudiado". Sin embargo, la investigación modesta que existe aporta algún contexto útil.
Para un documento publicado en 2010, un académico finlandés estudió los certificados de defunción de aproximadamente 570 de sus compatriotas cuyos cadáveres fueron repatriados después de su muerte en el extranjero entre 2005 y 2007. Un estudio escocés, realizado en 2011, hizo lo mismo con 572 viajeros escoceses cuyos cuerpos fueron enviados a sus casas para ser incinerados entre el 2000 y el 2004. Cada estudio registró la tasa de mortalidad general entre los viajeros y las razones por las que habían muerto.
Las cifras de estos estudios se alinearon muy bien. Según el trabajo finlandés, de los 3,2 millones de viajes de un día para otro realizados por los finlandeses durante el período de estudio, alrededor del 0.018 por ciento resultó en la muerte de un viajero. Entre los que fallecieron, el 69 % murió por causas naturales y dos tercios de esas muertes naturales fueron atribuidas a causas "cardiocirculatorias". Según los escoceses, aproximadamente el 0.012 % de todos los viajes de escoceses habían terminado en la muerte, y el 76 % de esas muertes se consideraron causas naturales. Tres cuartas partes de las muertes naturales fueron atribuidas a un problema cardiovascular.
Mientras tanto, unos estudios de Australia, que examinaron todas las muertes registradas entre los visitantes de ese país entre 1997 y 2003, concluyeron que el 0.008 por ciento de estos viajes terminaron en muerte y que el 73 % de esas muertes fueron por causas naturales.
Entonces, veamos qué sucede cuando extrapolamos esas cifras a los estadounidenses que visitan República Dominicana. Nuestro promedio de vida se encuentra en algún punto entre los de los finlandeses y los escoceses, por lo que quizás sea razonable fijar nuestra tasa promedio de muertes mientras viajamos en algún punto en medio de la suya, también. Digamos que es 0.015 %. Podríamos estimar de manera similar que aproximadamente el 73 % de las muertes estadounidenses en el extranjero se producen por causas naturales, y que aproximadamente el 70 % de esas muertes estarían relacionadas con enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares.
Se ha informado ampliamente que 2,7 millones de estadounidenses visitan República Dominicana cada año. (Eso es casi el doble de lo que era hace cinco años; la industria turística del país ha estado en ascenso). Según mis suposiciones anteriores, eso significa que deberíamos esperar que aproximadamente 400 turistas estadounidenses mueran al visitar el país en un año determinado. Para ser más específicos, alrededor de 295 turistas estadounidenses morirán por causas naturales durante sus viajes, y 207 de esas muertes son el resultado de un accidente cardiovascular.
Ahora compare los números proyectados con las muertes recientes que se describen en los medios de comunicación. La "tendencia perturbadora" de la que hemos oído hablar mucho consiste en 12 casos notificados en 2019 (o tal vez 17 en los últimos tres años, según cómo cuente). La mayoría de estos se han atribuido a ataques al corazón. En conjunto, representan como máximo el 3 % del número total de turistas estadounidenses que se espera que mueran durante su visita a la República Dominicana en un año determinado y como máximo el 6 % del número total de turistas estadounidenses que se espera que mueran por problemas circulatorios en particular.
¿Qué pasa con la notable racha de seis muertes de turistas que ha tenido lugar desde finales de mayo? Incluso esto equivale a casi nada. Con base en los números anteriores, podría suponerse que un promedio de 25 viajeros estadounidenses a la República Dominicana morirá, solo por ataques cardíacos y temas relacionados, cada mes. Es probable que ese promedio sea más alto aún en junio, que está cerca de la temporada alta para los turistas. En otras palabras, si las seis muertes más recientes reportadas en las noticias son sorprendentes, ¡es porque son muy pocas en número!
Admito que, al comparar las 12 muertes tan bien publicitadas de 2019, o las seis muertes desde fines de mayo, con el número total de muertes esperadas, he ignorado, más o menos, el hecho de que los casos en las noticias se han etiquetado de "altamente sospechoso". Pero sigo estando altamente sospechoso de la desconfianza con estas muertes. Sí: es extraño que una pareja falleciera en su habitación, juntos. La explicación oficial de sus muertes, que una murió por causas naturales y la otra murió por el shock al ver lo que ocurría, no es muy satisfactoria. ¿Y Pel resto? No parecen tan inusuales, en absoluto.
Supongamos, por el bien de la discusión, que estoy equivocado, y que todas estas muertes son sospechosas. Supongamos que sabemos que cada una de las muertes reportadas en los medios realmente se debió a alguna causa extraña, no natural. Si eso fuera cierto, entonces habríamos registrado 12 muertes de este tipo de turistas estadounidenses en República Dominicana a fines de junio, o 14, si contamos los dos que murieron en el accidente automovilístico de marzo. Eso es inquietante, cierto, pero está más o menos en línea con lo que hemos visto en los últimos años. Los registros del Departamento de Estado indican que desde 2003, un promedio de 20 ciudadanos de EE. UU. han muerto por causas no naturales, cada año, en la RD.
No soy el único que se da cuenta de que este pánico se ha manufacturado de la nada.
Este punto se ha expresado extensamente, y con una frustración comprensible, por parte de las autoridades dominicanas. (Tanto como el 17 % de la economía del país se ha visto amenazada por esta cobertura de “humo y espejos”). Pero es demasiado tarde para que puedan hacer que esta crisis, o esta "crisis", desaparezca. Lo que comenzó como unas pocas anécdotas reportadas, de las detalladas últimas horas de las víctimas en su hotel de playa, se ha convertido en un fenómeno mediático en toda regla. Primero aparecieron las nuevas sobre los turistas que habían muerto, y luego los turistas que casi habían muerto o se habían "enfermado lo suficiente como para morirse", y finalmente, los turistas que pueden (o no) haber contraído diarrea. También hemos tenido explosiones de “explicadores” y columnas de consejos para los preocupados posibles viajeros, y seguimientos sobre cómo esta noticia está liquidando los planes de viaje.
En las últimas semanas, el pánico por las muertes de turistas incluso se ha convertido en un tema propio, en forma aislada, separado de cualquier detalle sobre las muertes de turistas en sí. Las historias inteligentes de segundo orden pasan expresamente por alto a las personas que sufren ataques cardíacos para diagnosticar un "problema de imagen" o una "crisis de imagen". Ahora podemos llamar a los expertos para que reflexionen no sobre la seguridad de los viajeros de EE. UU., sino sobre la "percepción de seguridad" o para reflexionar sobre la "dinámica de las relaciones públicas" que ahora está en juego. La historia ha comenzado a alimentarse a sí misma: estamos recibiendo noticias sobre noticias que nunca fueron realmente noticias.
No sé cómo detener ahora el ciclo que ha llegado hasta este punto. Pero si usted busca un destino tropical barato y posiblemente menos lleno este verano, le sugeriría República Dominicana.