Nueva Delhi, 10 oct (Jaime León/EFE).- Activista social con formas "gandhianas", Kailash Satyarthi ha liberado a unos 80.000 niños esclavos forzados a trabajar en la India, una labor reconocida hoy con el Premio Nobel de la Paz junto a la paquistaní Malala Yousafzai.
Su trabajo ha sido señalado con numerosas distinciones como el español Galardón Internacional Alfonso Comin en 2008, el Premio Internacional de Derechos Humanos Robert F. Kennedy de Estados Unidos, o el Premio Internacional Derechos Humanos Fredric Ebert de Alemania, entre otros.
Nacido el 11 de enero de 1954 en la ciudad de Vidisha en el estado indio de Madhya Pradesh, Satyarthi abandonó su carrera como ingeniero eléctrico a los 26 años para luchar contra el trabajo infantil en la década de los ochenta.
"Recuerdo que cuando comencé a luchar en contra de la explotación infantil hace unos 20 años la cifra global alcanzaba los 250 millones de niños y ha bajado hasta los 168 millones"
En 1983 fundó la ONG Bachpan Bachao Andolan (BBA, Movimiento para Salvar la Infancia) en la India, que con 50 millones de trabajadores es el país del mundo con mayor incidencia de empleo infantil.
La organización de Satyarthi lleva a cabo redadas en talleres y fábricas donde se usa mano de obra esclava infantil, en ocasiones sin informar a la Policía del lugar concreto para evitar que avisen a los criminales.
Creó la etiqueta "Rugmark" que certifica que las alfombras indias que se venden en el extranjero no han sido fabricadas con mano de obra infantil.
Además, organiza campañas de concienciación con protestas que siguen el modelo pacífico de Mahatma Gandhi.
Pero la lucha de este activista ha traspasado las fronteras indias y la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, organismo que ayudó a fundar.
"Recuerdo que cuando comencé a luchar en contra de la explotación infantil hace unos 20 años la cifra global alcanzaba los 250 millones de niños y ha bajado hasta los 168 millones", dijo a Efe en una reciente entrevista Satyarthi.
El activista advirtió de las consecuencias que la explotación trae para los menores, que "están atrapados en la esclavitud y pierden toda su infancia, aspiraciones, futuro, oportunidades, educación y, lo más importante, su libertad".
"El crecimiento y la economía de mercado no pueden prosperar dando la mano a la esclavitud y el tráfico infantil. No puedes hacer este mundo mejor, más pacífico y apto para vivir teniendo el peso de la esclavitud infantil no en tu espalda, sino en tu cara", reclamó.
Cuando Narendra Modi, que en su infancia trabajó vendiendo té, fue elegido primer ministro en mayo Satyarthi tuiteó: "Un niño vendedor de té desafía a sus detractores y se convierte en el mandatario de la India. Ahora es su papel asegurarse de que ningún niño es forzado a trabajar". EFE
Malala, la premio Nobel de la Paz más joven
Islamabad, 10 oct (Shoaib Saleem/EFE).- La paquistaní Malala Yusufzai se ha convertido hoy en la persona más joven, con solo 17 años, en obtener el Premio Nobel de la Paz, un logro alcanzado por su defensa de la educación femenina después de casi pagar con la vida su apoyo a la causa.
"A pesar de su juventud, ya ha luchado durante varios años por el derecho de las niñas a la educación y ha mostrado con su ejemplo que niños y jóvenes también pueden contribuir a mejorar su propia situación", afirmó el Comité del Nobel al anunciar el premio.
Su nombre saltó a la palestra al saberse que ella era la niña que escribió un blog en la web de la BBC, la televisión pública británica, bajo el seudónimo de Gul Makai durante la dominación talibán del valle del Swat, en el norte de Pakistán, entre los años 2008 y 2009.
Fue en esa época cuando muchos niños, y sobre todo muchas niñas, se quedaron sin escuelas primero por la prohibición de los talibanes y luego por los intensos combates que duraron casi medio año.
Eso catapultó su fama en Pakistán y le dio cierta notoriedad internacional, en parte por el impulso de su padre, propietario de una escuela en Mingora (principal ciudad del valle), aunque esa misma fama le acarreó cada vez más enemistades entre los radicales.
La niña hizo una encendida defensa del derecho de las niñas a ir a la escuela y explicó como, a pesar de las prohibiciones de los talibanes en su región, ella y otras niñas burlaban los obstáculos y seguían asistiendo a clase gracias al valor de algunas maestras.
Su discurso -y algún comentario considerado provocador en Pakistán, como decir que tenía como referente al presidente estadounidense, Barack Obama- acabó llenando el vaso de la ira de los extremistas, que enviaron a sus pistoleros a Mingora.
El 9 de octubre de 2012, la joven volvía a su casa tras realizar unos exámenes cuando el vehículo en el que viajaba con otras quince niñas fue abordado por dos hombres armados que preguntaron quién era Malala y, tras identificarla, le dispararon.
Las balas impactaron en la cabeza de la niña, los agresores la dieron por muerta aunque Malala pudo salir viva.
Tras ser trasladada de urgencia a un hospital de Rawalpindi, cerca de la capital del país, la pequeña fue llevada aún inconsciente al Reino Unido, en parte porque había serios temores de que los talibanes quisieran terminar el trabajo.
Los supuestos culpables, miembros de la facción talibán que había aterrorizado el Swat y que ahora se refugia en el vecino Afganistán, fueron arrestados hace un mes por el Ejército paquistaní.
A partir de ahí, vino la lenta recuperación, aunque aún son visibles la secuelas que le dejó el atentado, y el ascenso de Malala como icono internacional con una celebrada aparición en Naciones Unidas.
Antes del Nobel -concedido también a Kailash Satyarthi, activista contra el trabajo infantil en la India-, recibió numerosas condecoraciones como el premio Sajarov a la Libertad de Conciencia que otorga el Parlamento Europeo, el Simone de Beauvoir y el Premio Convivencia Manuel Broseta.
"Yo soy Malala", su autobiografía, se ha convertido en un superventas internacional.
Durante la presentación del libro hace un año en Nueva York, la joven activista aseguró a Efe que le gustaría llegar a ser primera ministra de Pakistán, porque "la mejor forma de luchar contra el terrorismo y por la educación es a través de la política".
"Ahora siento que es mi responsabilidad seguir trabajando por la educación y hablar por los derechos de quienes sufren el terrorismo y quienes no tienen voz", sentenció Malala, que añadió que quiere seguir estudiando duro "para volver algún día a Pakistán".
"Es mi país y uno no olvida la tierra donde nació. Espero volver lo antes posible", concluyó Malala.
Pakistán ha recibido hasta ahora con frialdad e indiferencia la celebridad de la joven, algo que el Nobel podría cambiar. EFE