SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cruzar el umbral de la pubertad a veces es difícil para sus protagonistas; por ello, la adolescencia es una etapa de la vida de las personas que se asocia con inestabilidad y susceptibilidad. Sin embargo, con su derecho a la educación de calidad garantizado, los y las jóvenes pueden convertirse en agentes de cambio a favor de sí mismos/as, sus países y sus comunidades.
“Transformando la educación” es el tema de este Día Internacional de la Juventud, con el que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) destaca la importancia de que los sistemas educativos sean más apropiados, equitativos e inclusivos.
Las necesidades y la falta de acceso a recursos suficientes en muchos núcleos sociales obligan a que padres y madres salgan a trabajar y dejen el cuidado de sus hijos e hijas en manos de parientes o terceros.
Como resultado de las precariedades de muchos hogares en los quintiles más bajos puede observarse que, cuando lo que se gana no es suficiente para el sustento, los/as menores son obligados/as a trabajar. Así le ocurrió a “Felipe” (nombre ficticio para proteger su identidad), quien a sus 17 años ya tiene casi una década de experiencia de trabajo. Labora desde los ocho. Mientras otros niños manipulaban carritos de juguete, él les cambiaba los neumáticos o el aceite a diferentes tipos de automóviles reales.
Pero Felipe no abandonó su educación, a fuerza de voluntad ha llegado a tercero de bachillerato y piensa ir a la universidad. Para él la educación es el camino hacia una vida mejor.
Estefany, una joven de 23 años que define su infancia como una época difícil, debido a las vicisitudes que implicó para su familia vivir en una zona rural, desde pequeña tuvo que trabajar para ayudar a su madre y su padre. Cuando llegó a primero de bachillerato decidió mudarse a la ciudad en busca de una mejor educación, donde sobresalió por sus excelentes calificaciones y, como consecuencia, le otorgaron una beca universitaria.
Con apenas 19 años de edad y tres cuatrimestres cursados en la carrera de educación, quedó embarazada. Sin recibir apoyo alguno de parte del padre de su bebé, decidió no quedarse de brazos cruzados y recolectar dinero a través de rifas para sacar adelante a su hija. Tres años después, logró culminar sus estudios y formar una familia estable.
En una realidad distinta, Anny quedó embarazada al cumplir los 16 años. En ese momento no tenía trabajo y no contaba con recursos suficientes. Su pareja recién iniciaba un empleo con sueldo mínimo. Sin embargo, ella nunca se rindió, se infló de optimismo y decidió luchar por su futuro.
Se mantuvo en la escuela y se destacó por ser una estudiante de excelencia, lo que le garantizó una beca para estudiar pedagogía. Obtuvo su título con calificaciones sobresalientes y recibió media beca para cursar una maestría en gestión educativa. Mantuvo el ritmo cualitativo y, por su alto desempeño, entró al sistema público como docente. A mediados del año pasado, con 29 años, se convirtió en una de las directoras de escuelas para adultos/as más jóvenes del país.
Tener la oportunidad de estudiar puede marcar la diferencia para adolescentes y jóvenes que se convierten en madres y padres sin planificarlo. “Ruth”, quien tras una violación a su integridad y ante la desprotección de sus derechos, tuvo su primera hija en condiciones precarias a los 12 años y a partir de ahí no volvió a la escuela, no aprendió a leer ni escribir. Con 30 años, Ruth ya tiene dos nietos, bebés de sus hijas de 13 y 14 años.
El poder de la educación
Garantizar una educación de calidad que incluya educación integral de la sexualidad dirigida a las personas adolescentes, para la prevención de embarazos e infecciones de transmisión sexual, y para la prevención de la violencia de género, es parte de las recomendaciones centrales del estudio realizado por UNFPA Inversión en adolescencia y juventud: ¿es una realidad? Gasto público social en adolescencia y juventud en siete países de América Latina y el Caribe, 2013-2016.
El documento explica que la educación de calidad es una de las inversiones básicas e ineludibles, junto a las destinadas a garantizar el acceso universal a la salud (incluida la salud sexual y reproductiva), el ingreso y la seguridad.
“Una adolescente que no tiene acceso a la información y a los servicios de salud sexual y reproductiva tiene menos posibilidades de evitar un embarazo, y más posibilidades de tener complicaciones durante el parto, abandonar la escuela, permanecer en la pobreza, no encontrar un empleo decente, vivir violencia por parte de su pareja y sobrellevar una desproporcionada carga de trabajo de cuidado, así como más probabilidades de no tener acceso a protección social”, advierte.
Transformar la educación para que sea más inclusiva y accesible es crucial para lograr el desarrollo sostenible. La educación es un "multiplicador del desarrollo" porque desempeña un papel fundamental en la aceleración del progreso en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La erradicación de la pobreza, la salud y el bienestar, la igualdad de género, el trabajo decente y el crecimiento, la reducción de las desigualdades, la acción sobre el clima o la construcción de sociedades pacíficas, serán posibles con educación de calidad.
Educación para la igualdad
La igualdad de género es una condición necesaria para reafirmar la titularidad de derechos de las mujeres y las niñas en condiciones de igualdad y de no discriminación. En efecto, el compromiso por velar por los principios de igualdad y no-discriminación es irrenunciable para las Naciones Unidas y son pilares esenciales para la construcción de la justicia, la paz y el desarrollo.
En efecto, los Estados están llamados a incrementar sus esfuerzos para eliminar los estereotipos de género en todas las esferas de la vida y en todo el ciclo de vida; así como a erradicar los patrones y normas socioculturales discriminatorias, que conducen a la perpetuación de que las adolescentes se enfrenten a situaciones como la violencia, abusos sexuales, uniones y matrimonios tempranos, embarazos o la deserción escolar. La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas son esenciales para el desarrollo sostenible de los países.