Franchesca Martínez/Especial para Acento.com.do

SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Sin poder controlar las lágrimas, Roberto Jiménez recuerda con dolor las amargas experiencias que vivió mientras estaba hundido en las drogas.

Jiménez, quien nació y se hizo hombre en la calle Cuatro del sector Las Palmas, de Herrera,  incursionó en las drogas cuando apenas era un adolecente de  quince años.  Como él, decenas de adolescentes del barrio conocido como "El Pentágono",  en Santo Domingo Oeste, han corrido esta triste suerte.

Cuenta que todo comenzó con la invitación que le hizo un amigo que trabajaba en uno de los "puntos" del fenecido microtraficante que las autoridades identificaban como “El Muerto”. Dar ese primer paso significó el comienzo de una vida que se transformaría en pesadilla.

“Primero empecé como vendedor en  uno de los puntos del Muerto, luego la consumía, mi familia no quería saber de mí. Es duro cuando tu madre te dice “lacra, basura”, pero gracias a Dios ahora soy un testimonio para el barrio”, narra Jiménez mientras seca sus lágrimas  con las  manos.

Edwin Omar Cabrera González, apodado  “El Muerto”, era  uno de los narcotraficantes más conocidos en el barrio las Palmas de Herrera. De hecho,  a El Muerto le corresponde el bautizo del barrio con el nombre de El Pentágono, precisamente en el lugar donde se inició en la venta y consumo de drogas.

El caso de Jiménez no era el único en la zona. Yorkelis Peralta, también ex adicto, y que  al igual que  sus demás compañeros fueron  influenciados para que trabajaran al servicio de Cabrera, manifiesta, que muchos de los jóvenes residentes en el sector fueron atraídos a la venta de drogas por las lujosas prendas y vehículos que ostentaban los que se dedicaban a esta práctica.

Obtener bienes de lujo requiere de dinero. Y para un muchacho de familia pobre la oportunidad de estudiar y lograr una profesión que le permita obtener un trabajo bien pagado es casi un sueño imposible. Las otras opciones son meterse a político y esperar su oportunidad para hacer rico mediante prácticas de corrupción. Ante esta realidad, algunos sucumben ante la tentación del delito.

“Yo también entré  desde muy joven en las drogas, poco a poco fui  tratando de penetrar en el punto  hasta que lo logré, era imposible para nosotros que vivíamos aquí mismo no caer, por donde quiera que te movías había  droga, y  los que trabajaban para los puntos siempre estaban con los últimos tenis y tenían muchas mujeres. Yo también quería tener todo eso que ellos tenían”, expresa Peralta.

Como en todos los barrios populares, la mayoría de las personas son decentes, honradas y trabajadoras. Y se preocupan por el deterioro de su sector.

Uno de los que dio el primer paso para intentar rescatar a los jóvenes adictos fue Vicente Bonilla Sánchez, mejor  conocido por sus vecinos como “el Pastor Bonillita”.

El pastor se propuso junto a otras personas  crear un centro de rehabilitación llamado  “Casa de Restauración Nuevo Renacer”,  con la finalidad de ayudar a los jóvenes que tenían problemas con las drogas. La meta era reeducarlos y proveerles de techo y comida. Uno de los problemas que acarrea la drogadicción es que los muchachos y muchachas terminan expulsados o escapados de sus hogares, y se convierten en desamparados y sin techo.

“A causa de las drogas perdí a mi familia, mi mujer me abandonó porque ya no me aguantaba, salía de la casa y no regresaba. Entonces, un día, en la calle Iberia esquina Altagracia clamé al Señor y le pedí que me ayudara a salir de ese laberinto”, confiesa Bonilla.

Detalla que, gracias a su rehabilitación, recuperó a su esposa, con quien procreó una hija que ya tiene tres años. Con expresión de satisfacción indica que, en conjunto con los demás rehabilitados, predica a los jóvenes que hoy están hundidos en el vicio de las drogas para tratar de rescatarlos.

Manifiestó que al principio era  muy difícil, y aunque sabía el riesgo que corría, Bonilla, penetraba dentro de los lugares donde se consumía y se vendía drogas para  predicar y llevar el Evangelio a esos jóvenes. No siempre fue bien recibido. Algunos lo rechazaban, por temor a que se tratara de un "infiltrado" por las autoridades para obtener información sobre quién vendía y quién consumía drogas en el barrio.