Miami (EE.UU.), 26 nov (EFE/Álvaro Blanco).- Mientras en otras partes del mundo la muerte de Fidel Castro es recibida con pesar, en Miami centenares de personas la celebran al poderoso ritmo de la conga y con el deseo de que la algarabía llegue a Cuba y anime a hacer cambios.
Más de ocho horas después del anuncio hecho en La Habana por Raúl Castro, presidente de Cuba y hermano de Fidel, los gritos exaltados por la libertad y el fin del régimen castrista aún seguían sonando junto a la música a las puertas del restaurante Versailles.
Por este corazón del exilio cubano en Miami han pasado cientos de personas en las últimas horas y todavía sigue llegando gente.
"Viva la libertad, abajo la tiranía". Bajo esa consigna el exilio llenó un amplio tramo de la Calle Ocho, donde los reunidos entonaron con pasión el himno de Bayamo, símbolo de la nación cubana, y con más fuerza si cabe el verso "morir por la patria es vivir".
"Lo sentimos como algo nuestro, y sabemos que aunque no es todo, la muerte de Fidel va a suponer un cambio, no como el que quisieran los cubanos, pero todo es posible, sobre todo hoy"
Los presentes, conscientes de que en la isla el ambiente es muy distinto, quieren gritar más alto y más fuerte.
Ana Cristina Carrodeguas, esposa del alcalde de Miami, Tomás Regalado, dijo a Efe que han recibido llamadas desde la isla en las que les contaban que estaban celebrando en privado, sin hacer ruido.
Al Versailles llegaron sobre todo jóvenes, muchos de ellos vestidos de noche, salidos de los locales de ocio, sabedores de que la fiesta estaba hoy en la calle.
Para el alcalde, que pasó toda la noche junto a sus convecinos, esa celebración espontánea y legitima de los jóvenes, a pesar de su motivo luctuoso, es reflejo del sentimiento de sus padres y abuelos, muchos de ellos ya desaparecidos y que no pudieron vivir la desaparición del líder cubano.
Óscar García, de 22 años y que llegó hace 11 a Miami, dijo a Efe que, ellos, hijos y nietos del exilio, aunque no pueden sentir la felicidad total que hoy tienen sus padres y abuelos, esta noticia es también algo propio.
"Lo sentimos como algo nuestro, y sabemos que aunque no es todo, la muerte de Fidel va a suponer un cambio, no como el que quisieran los cubanos, pero todo es posible, sobre todo hoy", indicó.
Mucho más veterano, Luis Voldeán, de 78 años, se felicitó de que haya muerto la "primera bestia, que cambió una isla acogedora en el infierno en la tierra".
"Llegó la hora. Dios no nos abandonó, pero nosotros tenemos que hacer nuestra parte. En Cuba hay muchos fidelistas, pero no hay ningún raulista. Se fue el Robín Hood, el niño lindo, y las fuerzas armadas deben proteger al pueblo, si no lo hacen son unos cobardes, pero yo creo que habrá sorpresas pronto", señaló.
"Murió la rata" o "Satanás achicharrado". Así de contundentes eran los carteles improvisados que los trasnochadores del Versailles jaleaban, mientras dos esqueletos se bamboleaban al ritmo de la conga cubana.
Pedro Miguel Pérez, de Cienfuegos, optó por disfrazarse del presidente electo Donald Trump, para esta ocasión tan esperada.
"No es un capricho, han sido más de 50 años de espera", dijo a Efe.
Cerca de él, Mayra Piloto, destacó el gran número de jóvenes que representan la alegría de sus progenitores, aunque eso también supone un sentimiento de nostalgia por todos aquellos que no pudieron vivir esta noche.
"Este señor tenía tantas muertes en sus manos, los fusilados, los que murieron en el mar intentando huir de la isla y todos aquellos que murieron en el exilio", lamentó.
Al sonido de las congas y tambores, casi ya olvidado el motivo del festejo, algunas mujeres bailaban de manera sensual en el centro de un corrillo.
Mientras los hombres, encendidos, jaleaban "pal piso, pal piso" para que ellas bajasen todavía más sus caderas, mientras un señor, ya veterano, sentenciaba: "No hay nada más cubano".
Para mantener las energías, la cafetería Versailles permaneció abierta hasta las 5 de la mañana, en un trasiego imparable de coladitas, pastelitos de guayaba y croquetas.
"Es una noche inolvidable. La gente está eufórica, feliz de que este día llegó", señaló a Efe Marisabel Abrantes, camarera del autoproclamado restaurante cubano más famoso del mundo.
Aunque le tocó doblar turno y trabajar toda la noche, asegura que la noticia bien lo vale y se congratuló de la generosidad de los exultantes clientes, que dejaron más propina de lo habitual.
"Nos vemos en Cuba" era la despedida más escuchada, mientras la gente iba dejando lugar para los que se despierten después de haber dormido sin conocer la noticia que el exilio esperaba recibir desde hace medio siglo, así que la fiesta promete durar todo el fin de semana en Miami. EFE