El papa Francisco criticó a los gobiernos que responden a la inmigración con “la construcción de muros” y deportaciones “a lugares inseguros”.
Así se lee en el sitio Vida Nueva de México que detalla que el pontífice se expresó en esos términos en un mensaje que envió al Centro Astalli de Roma con motivo del 40 aniversario de esa instancia impulsada por el Servicio Jesuita a Refugiados.
Bajo el título El Papa advierte de que "los nacionalismos y populismos se asoman en diversas latitudes", Francisco sentencia que este par de fenómenos son un “regreso al pasado”.
El texto de Vida Nueva de México prosigue: Tras recordar las múltiples referencias que tiene el significado de la cifra cuarenta en la Biblia, el pontífice lamentó que en las últimas cuatro décadas el mundo no ha seguido una “progresión lineal”, pues se ha producido un “aumento constante” en el número de personas que se veían obligadas a huir de sus países.
Los refugiados escapan de condiciones de vida “comparables a las de la esclavitud, donde la persona humana es privada de su dignidad y tratada como un objeto”.
Estas personas saben bien “lo terrible y despreciable que puede ser la guerra”, lo que significa “vivir sin libertad ni derechos”, asistiendo “inermes mientras su tierra se seca, su agua se contamina y no tienen otra posibilidad más que ponerse en camino hacia un lugar seguro donde puedan realizar sus sueños y aspiraciones, donde puedan hacer fructificar sus talentos y capacidades”.
“Signo y rostro de esperanza”
- El papa Francisco recibió este miércoles de manos de Patricia Ferrol, hija del fotógrafo Manuel Ferrol, la fotografía "El padre y el hijo" que se convirtió en un símbolo de la emigración masiva de los gallegos a Argentina en los años 50. EFE/ Manuel Ferrol
Por desgracia, los refugiados no encuentran en su camino un lugar de “liberación” donde se les da la bienvenida, sino que se topan con “un desierto de humanidad, con una indiferencia que se ha hecho global y que vuelve áridas las relaciones entre los hombres”, lamentó el obispo de Roma en su discurso a los responsables y beneficiarios del Centro Astalli.
El pontífice dejó finalmente un llamamiento al optimismo al recordar los “muchos signos de esperanza que nos permiten soñar con caminar juntos como un pueblo nuevo hacia un nosotros cada vez más grande”.
Los propios refugiados, insistió, son “el signo y el rostro de esta esperanza”, pues en ellos se encuentra “el anhelo de una vida plena y feliz que los sostiene para afrontar con coraje circunstancias concretas y dificultades que a muchos pueden parecerles insuperables”.