Río de Janeiro, 10 jul (EFE).- La final de los dos Papas, la que disputarán el domingo en el Maracaná Alemania y Argentina tendrá asegurada la neutralidad celestial, por enfrentar al equipo del papa Francisco contra el del papa emérito Joseph Ratzinger.
La afición al fútbol de ambos es bien conocida. Ratzinger es socio de honor del Bayern Múnich, que en 2013 le entregó el carnet número 100.000, y ha escrito, incluso, sobre los beneficios de este deporte. Jorge Bergoglio es un reconocido hincha del San Lorenzo de Almagro desde niño, ya que su padre jugó en el equipo "cuervo" de baloncesto.
En 1985, el entonces cardenal Joseph Ratzinger publicó un artículo como parte del libro "Suchen, was droben ist" (Buscar lo de arriba) en el que destacaba la importancia de un Mundial, "un acontecimiento que cautiva a cientos de millones de personas" y describía el fútbol como "una especie de intento de vuelta al paraíso".
Para Ratzinger, lo más importante de este deporte es que "une a través del objetivo común; el éxito y el fracaso de cada uno están cifrados en el éxito y el fracaso del conjunto".
Por su parte, el Papa Francisco utilizó el fútbol, durante su visita a Brasil el pasado mes de mayo, para explicar su mensaje religioso. "Sean protagonistas, jueguen para adelante, pateen para adelante, construyan un mundo mejor", exhortó.
Esta misma semana, Jorge Bergloglio reveló que "un funcionario brasileño" le había pedido "neutralidad" en el Mundial. Temía que el Papa intercediese por su selección y se coronase campeona como ocurrió con San Lorenzo, en el Torneo Inicial 2013 en Argentina.
No tuvo suerte, el aficionado brasileño. La Canarinha fue vapuleada por Alemania en la semifinal (1-7) y Argentina entró en la semifinal gracias a la "lotería de los penaltis", no se puede comprobar si con ayuda divina.
Ahora, esa neutralidad parece garantizada, con Benedicto XVI y el papa Francisco. Tampoco discutirán ambos por las jugadas polémicas, porque, que vean la final juntos es algo "altamente improbable", según dijo un portavoz del Vaticano. EFE