SANTIAGO, República Dominicana.-Fallecieron la noche de este lunes, 25 de julio, el historiador Carlos Dobal y el sacerdote Avelino Fernández.
Dobal falleció en su vivienda de La Esmeralda. El notable intelectual tenía 84 años de edad, y estuvo varios meses en el lecho.
Dobal fue catedrático de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), de la cual era profesor benemérito, hasta el momento de su muerte.
Asimismo, ejerció un cargo diplomático ante El Vaticano, experiencia que dio lugar a su último libro presentado en la pasada Feria del Libro, en Santo Domingo.
Los restos del reconocido profesor, nacido en Cuba, serán expuestos desde la mañana de este martes en la funeraria Blandino, de la avenida 27 de febrero, esquina 30 de marzo de la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Luego serán llevados hasta la sede de la PUCMM, donde se oficiará una misa de cuerpo presente y se le rendirá los honores de lugar. Asimismo, sus restos serán expuestos en un acto en el Ateneo Amante de Luz, institución de la cual fue miembro y presidente.
Carlos Dobal era miembro de la Academia Dominicana de la Historia, en su labor como educador y escritor recibió destacados reconocimientos. Fue maestro de generaciones, y un ciudadano muy apreciado en Santiago.
El padre Avelino
El padre Avelino falleció a la edad de 77 años en la Clínica Corominas, debido a un paro cardio respiratorio.
Avelino Fernández de nacionalidad cubana, pero con varias décadas residiendo en la República Dominicana, era reconocido por su voz de denuncia contra los males sociales y las necesidades de la frontera, donde fue párroco durante largo tiempo.
En la capital formó parte del equipo de comentaristas del matutino El Día, en el canal 11, donde además dirigía un mensaje espiritual diario, con énfasis en las relaciones familiares.
El padre Avelino era licenciado en Filosofía y era doctor en Teología, que cursó con los jesuitas en Nueva York. Obtuvo luego un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Miami.
En 2007 sufrió un accidente cerebro vascular y se recuperaba en la casa sacerdotal del Arzobispado de Santiago. Había recibido una licencia para ausentarse de su diócesis de Barahona, a la que sirvió por muchos años, sobre todo asentado en Pedernales.