SANTO DOMINGO, República Dominicana. – Ángel Pérez Barroso, sacerdote de la Orden de los Carmelitas Descalzos que sirvió desde la enseñanza en el Colegio San Judas Tadeo, dejó un legado de lecciones de vida que marcaron a los que hoy lo recuerdan como “un cascarrabias con enorme corazón”.

Pérez Barroso falleció la madrugada del sábado 24 de octubre a los 72 años edad. En sus últimos años de vida, luchó con deficiencias pulmonares y de circulación, razones por las que permaneció en cama hasta su partida.

Estudió filosofía y teología en Salamanca, España. En 1975 se ordenó como sacerdote en Roma. En la ciudad del Vaticano, tuvo la dicha de conocer algunos papas que pasaron mientras estudiaba. De sus años allá, siempre recordó que sus progenitores asistieron a su ordenanza.

Una vez ordenado, dedicó su vida a República Dominicana. El padre Ángel llegó al país como misionero en 1976 para trabajar en Santa Bárbara de la Torre en La Vega. Allí laboró en el liceo y en la parroquia.

Ángel llegó con la efusión de trabajar en el campo, donde, en aquella época, las condiciones eran precarias. "No teníamos luz, no había agua corriente, teníamos que recoger el agua de lluvia y la filtrábamos con un filtro de piedra", pinta a color esos recuerdos el Padre Euligio Castaño, mientras trae con su memoria las tertulias epocales.

En 1978 lo asignaron al Colegio San Judas Tadeo de la capital. Jóven y lleno de energía, impartió clases de español y literatura a generaciones estudiantiles por décadas.

Junto al Padre Eulogio Castaño, permaneció en la dirección académica desde 1982 hasta que le fue posible. Desde las aulas del colegio, trabajó para una comunidad que lo describe como consejero, actualizado, moderno, sensible, de buen humor y único.

Fue adicto a la lectura y la inculcaba. En 1992 publicó el libro “Un poeta actual del siglo XVI” sobre San Juan de la Cruz. La dedicatoria fue a su compañero en la labor educativa y sacerdotal, Eulogio Castaño, a quien expresó: “me dijo siempre las palabras estimuladoras y llenas de comprensión que me impulsaron a concluir mis estudios ”.

“Es que fuimos compañeros toda la vida, como hermanos a nivel religioso y en la vida diaria”, cuenta Castaños al hablar de él.

Ya en el país, Pérez Barroso estudió periodismo en el Instituto Dominicano de Periodismo Dr. Pittaluga Nivar. Fue capellán de la Policía Nacional, llegó a ostentar el cargo de general y estuvo en funciones hasta 2016.

Castaño se refiere a él como “una persona leal, sincera, comprometida en el trabajo diario y buen amigo”.

Sus alumnos lo tienen presente por su forma particular de adoctrinar. “Él costumbraba a doblarte el dedo meñique, decirte lo que tenías que mejorar y prometerlo. Cuando estabas distraido en la clase, te tiraba el borrador. También daba ‘cocotazos’ por costumbre. Todos acudimos a él en momentos importantes de nuestras vidas”.

“Cuando iba a dar un examen nos decía que hiciéramos chivos el día anterior y que los lleváramos. Podías sacarlos, decía, pero si te veía tendrías problemas. Opinaba que al hacer los chivos de los temas que no te sabías, por lo menos los leías y los escribías, y eso ayudaba a recordar algo. Al final, aprendías”.

A pesar de los tirones de orejas, tizas, y castigos en la dirección del colegio que presidió, su recuerdo dibuja una sonrisa de juventud en la cara de quienes lo conocieron en los pasillos y aulas del San Judas Tadeo desde que llegó para quedarse.