Camila García Durán (Acento.com.do).- En 2013, el mismo año en que a ‘Ramoncito' lo soltaron de Najayo por “buena conducta”, hojeaba una revista local, de esas que agarras sin interés alguno en lo que esperas un turno en el dentista. Repasaba páginas sobre belleza, farándula y demás temas que interesan a “la mujer de hoy”. No fue hasta que detuve la vista en un recuadro de la sección “moda” cuando quedé estupefacta con lo que leyeron mis ojos.
“Eat-Pray-Shop: Con el nombre de ‘How to spot a fake Christian Louboutin shoe’, aprenderás a imitar una de las suelas del calzado más popular de los últimos tiempos. No dudes en crear tus propios Louboutin”.
Necesité leerlo más de dos veces para corroborar que había entendido bien. La revista definitivamente me estaba dando un “tip rompeojos” para debutar en mis falsos tacones de mil y tantos dólares diseñados por un fulano francés del que no sé ni deletrear el apellido.
¿No debía aparecer este texto bajo el título de: ‘Cosas insólitas’, ‘El mundo está loco-loco’ o ‘Vanidad al mil porciento’?
Hace unos días sentí náuseas similares cuando advertí la portada de una exclusiva revista de la alcurnia criolla, engalanada, ni más ni menos que por Ramón Buenaventura Báez Figueroa y su esposa. (No la de ‘La boda del siglo’ y el famoso yate, no. La de ahora. La que el ex-banquero conoció mientras se encontraba en su celda VIP).
“Es lamentable que a los dominicanos les llame tanto la atención una persona que fue juzgada, condenada y que cumplió a cabalidad esa condena en la cárcel porque sale en una portada de una revista junto a su esposa, hablando del amor y la familia llame más la atención que la imparable criminalidad”, justifica Arelis Domínguez, directora general de la revista First Class.
Me pregunto si estaremos hablando del mismo ‘Ramoncito’. El que se adjudicó sumas superiores a los RD$16 mil millones de pesos (US$800 millones de dólares del 2002). El que en 2007 fue sentenciado a diez años de prisión junto a sus secuaces por la estafa bancaria más grande de la historia Dominicana.
Mas si por algo hay que darle crédito, es que de los cuatro condenados, Báez Figueroa fue el que menos se enfermó. Luego de favorecida con el perdón presidencial de Leonel Fernández en 2008, a Vivian Lubrano, en “un acto humanitario y de compasión por razones de salud” le otorgaron un certificado de depresiva profesional, por lo que nunca pisó la cárcel.
Por su parte, Luis Álvarez Renta, desde el primer momento de su condena, trató de salir de la chirola por “métodos legales”, consiguiendo en 2014 y a través de escaramuzas médicas, la libertad, esa que hoy le permite residir en Estados Unidos y hasta tirar sus pasitos a ritmo de “Vivir mi vida” en un concierto de Marc Anthony.
Marcos Báez Cocco siguió las andadas de su colega reposando sus males neurológicos en suites de diversas clínicas privadas de la capital, obteniendo la libertad condicional en 2015, cuando estaba a punto de que se venciera la prisión domiciliaria que le fuera concedida tres años antes.
La suma envuelta en el dolo y el costo de los esfuerzos hechos por las autoridades para salvar los ahorros de los ciudadanos que habían depositado sus chelitos en el ‘banco de todas las posibilidades’, sumaron RD$55,000 millones, igual a las dos terceras partes del Presupuesto Nacional de ese año.
Aquello se convirtió en una de las causas fundamentales de la ruina económica que aún sigue lesionando los pequeños negocios y las economías personales de los dominicanos.
Crisis por la que hoy, muchos que tienen hambre y necesitan comer o alimentar a sus hijos, son capaces de llegar hasta las últimas consecuencias. Motivo principal de esa ‘imparable criminalidad’ de la que habla la señora Domínguez. De esos ’delitos injustificables’ como encañonar a una niñita que va llegando a un cumpleaños, por ejemplo.
Destapar el hoyo de Baninter fue sinónimo de perforar un hormiguero. No bien se recuperaba la población del asombro y la angustia que despertó el caso, cuando salieron a la luz otros grandes fraudes. Creación de empresas fantasmas, desfalcos, ocultamiento de informaciones, estados financieros ficticios, lavado de activos, violaciones a la Ley Monetaria y Financiera, entre otros desmanes.
Los pejes gordos: Ramón Báez Figueroa, del Banco Intercontinental (Baninter); Pedro Castillo, del Progreso; Andrés Alejandro Aybar Báez, del Mercantil y Manuel Arturo Pellerano, del Banco Nacional de Crédito (Bancredito). Al día de hoy, solo Castillo guarda prisión, y una muy particular en la que las visitas conyugales le han permitido incluso engendrar un niño. Casualmente, con una bloggera de moda.
Hablando de fashionistas, a la hija de otro de ellos se le ve de ‘fashion week’ en ‘fashion week’, dando cátedras de estilismo en ese “periódico libre” del que su padre aún es propietario. ¿Conseguirá patrocinio de donde mismo se lo agencia la heredera del León? Que por cierto, también figuró en la edición número 33 de la revista de la “high” y su cuenta de Instagram al parecer, le alcanza para comprase un piso en París u hospedarse en hoteles tan fastuosos como el Shangri-La.
Para nadie es un secreto que nuestra sociedad arrastra una funesta tradición cuando se trata de procesos judiciales contra personas de mucho dinero, notoriedad e influencia. Somos un pueblo con memoria de elefante, una cuadrilla de tumbapolvos, o venimos de un país donde “hacernos los locos” es una materia básica en nuestro currículum educativo.
Para muestra de ello, la susodicha revista, que bien pudiera llamarse “Ocean’s Twelve” (como la película), a decir de los protagonistas en la mayoría de sus publicaciones.
“Nunca jamás alguien ha pagado para ser entrevistado en alguna de nuestras ediciones”, asegura Arelis Domínguez y agrega que el criterio para seleccionar a las personas “exitosas y ejemplares” que figuran en sus portadas “es muy amplio”.
El mal endémico de República Dominicana siempre ha sido el “qué dirán”. No nos sentamos a mirar una premiación por la calidad de los artistas, sino para contemplar si los vistió “San Gucci” o “Su majestad Versace”. Nos hemos metido en la cabeza que hay que tener lo que todo el mundo tiene, que “me pongo el little black dress aunque parezca una ballena jorobada porque la Kardashian lo llevaba el otro día”.
Que no podemos ser menos que el vecino que ya tiene el último modelo y que los “must-have” de la temporada deben caber en nuestros armarios pese a que allí ya no quepa ni un pensamiento. Aquí, el que no come sushi, toma Moet y carga un iPhone 6 está “socially dead”. Aquí llevar unas suelas rojas es sinónimo de ser ‘first class’.
Mientras que en la web la filosofía de la revista continúa “en construcción”, me quedo con la teoría arcaica de que el capital más valioso de una persona no radica en lo que tiene, sino en lo que es.
“Al parecer quien ha cometido un delito no tiene derecho a reivindicarse, no tiene derecho de arrepentirse; no tiene derecho a empezar de nuevo” dice Domínguez. “Me pregunto ¿quiénes somos para juzgar? ¿Dios? Como dijo el maestro Jesus: "El que este libre de pecado que lance la primera piedra”, concluye la señora.
Si bien es cierto que entre las familias dominicanas de alto poder adquisitivo existen verdaderos ejemplos de trabajo, vocación de servicio y compromiso social, no menos cierto es que los pocos faranduleros cuyo abolengo, patrimonio o suerte les permite vivir igual o mejor que los ricos de cualquier lugar del mundo, hacen más bulla que cualquiera.
Pero total, si ‘Ramoncito' puede ser glorificado, figurar como ejemplo para futuras generaciones y describirse al pie de su foto como “una persona íntegra capaz de enfrentar vicisitudes y desafíos”, no es realmente porque puede. Es porque nosotros lo permitimos.
CABLES DE WIKILEAKS (DOMINICAN BANKING SERIES).
Las preguntas y respuestas de la directora de la revista First Class a la periodista Camila García Durán: