SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El Infarto al corazón, “le da” a alguien. La intervención de la suerte o el azar, en materia de infarto al miocardio, tiene que ser descartada. No existen fuerzas del azar, ni un pequeño demonio invisible, llamado Infarto, que anda por ahí, agazapado, a ver a quien ataca.
La realidad contradictoria, es que cada quien genera las condiciones su propio infarto. Dadas sus causas y características, cada quien trabaja o no, día a día, para que este suceso crucial, le ocurra., porque se genera durante años de estilos de vida no saludables, de ausencia de ejercicios, de presión o “alta tensión” (ahora le llaman “stress”) laboral, los excesos en el consumo alimentario, de modo que no hay ningún espacio ni a la sorpresa ni al azar.
El infarto, de acuerdo a la experiencia de un infartado, quien escribe, es auto-provocado. Cada quien prepara la llegada de su impacto terrible e inolvidable.
¿Cómo se evita el infarto?
Cada quien puede evitar su propio infarto mediante: consumo saludable de alimentos, comen alimentos ricos en anti-oxidantes, (lo que impone evitar alimentos grasos, excesos en sal y azúcar (sobre todo a refinada); ejercicio regular por media hora diaria (sin fallar); cero alcohol y tabaco (sobra decir que también son evitables todas las otras drogas – las de mala imagen social-; Control médico: toma regular de la presión arterial y visita al médico general o cardiólogo. Vigilar la diabetes, si se tiene esa condición de salud.
Lo aconsejable
Quienes se han infartado deben comer mejor y evitar: helados cremosos y con grasa, productos y alimentos azucarados, refrescos de cola, panes dulces y excesivas harinas blancas, productos finos de repostería, cerveza, aderezos, (mayonesa incluida), todo producto frito, carne roja con grasa.
Mi infarto
12 de la noche del sábado 2 de enero y estaba solo en la casa. Mi familia había viajado a Santiago. Me retiré a dormir, cuando una presión muy fuerte en el lado derecho del pecho, molestia que se agravaba por momentos, sobre todo si estaba acostado. Se mejoraba si me sentaba.
En principio no era dolor, sino una especie de perturbación, incisiva, persistente, y mortificante.
Notaba que si me sentaba, el pesar se hacía más soportable. Decido ir a la Emergencia de la clínica privada más cercana, en la cual me toman a presión y está normal (12-8) y el dolor no aparece en el lado izquierdo, (el del corazón), me acuestan un rato para observación y nada pasa. Se siente mejor el pecho. Regreso a casa con la esperanza de que haya sido pasajero.
Al sentirme mal nueva vez, al sudar frío y sentir náuseas, regreso, los médicos hacen un electrocardiograma y me informa el médico que hay que ingresarme a la Unidad de Cuidados Intensivos porque hay “rastros” apuntan a un infarto en proceso. Ese internamiento me garantizó en principio, la vida. Pero el dolor no desaparecía y la presión seguía alta. Me estabilizan, evitando que el evento acabe con mi vida.
El dolor en el pecho, ya como dolor declarado y radical, era intenso. En UCI me medicaron y mejoraron, pero el malestar no desaparecía y la presión se mantenía arterial, se mantenía alta.
A Cedimat
La familia toma la decisión de trasladarme al Centro de Diagnóstico y Medicina Avanzada (Cedimat). Palacio Nacional envió una ambulancia y todo estuvo listo para mi traslado.-
Al llegar, un equipo a cargo de una cardióloga nos esperaba en Emergencias, me hicieron allí un electrocardiograma, tomaron la presión y me subieron de inmediato a Hemodinamia, donde hicieron un registro radiográfico para determinar dónde estaba el bloqueo en las arterias para proceder al cateterismo, un procedimiento espectacularmente efectivo, y poco sangrante e invasivo que se realiza (penetrando por la arteria del brazo derecho) para colocar un cilindro metálico llamado “stern”, mantiene la zona abierta para que la sangre pase libremente).
Al despertar, en la Unidad de Cuidados Intensivo Cardiológica de Cedimat, ya al día siguiente, domingo 3 de enero, el dolor del pecho, lo más mortificante que he experimentado, había desaparecido. Eso fue lo mejor.
A partir de ese momento: visitas muy reguladas y sentir todo el afecto de quienes se manifestaron en solidaridad por diversos medios, desde las visitas personales, hasta mediante sus oraciones expresadas en las redes.