Lucía cansado. Repetitivo, como poco a poco usualmente es su estilo de comunicar las mismas ideas, pero con ejemplos diversos. La voz cansada, vibraba a veces, pero esta vez no retorció los ojos grandes como fruto de un enojo repentino. Aún en los peores insultos se mostraba con una calma propia de quien respeta las fechas de fin de año (todo ese rollo del llamado a la reflexión, a la armonía, a la paz y a la fraternidad).

Su Respuesta, la última del año, no abandonó como siempre la defensa al gobierno y en varias ocasiones, haciendo honor a su condición de derechista a ultranza, arremetió contra el Código Procesal Penal. Puso los ejemplos de Alemania, Francia y España, en sus empeños de actualizaciones.

Por momentos, como aquella ola que va y vuelve y trae el mismo palo seco y húmedo, Vincho Castillo se auto retrataba con pinceladas de cómo lo miraba esa prensa destemplada, de la que no puede prescindir cada vez que habla para en público, a la que quisiera poner en cintura. "Me refiero a esa prensa digital".

Claro, esa prensa digital que ha logrado burlar el cerco mediático al servicio del leonelismo, fase superior del trujillismo-balaguerismo, en donde reposa el corazón de Vincho Castillo. Porque –valga la paráfrasis de las Escrituras- ahí está su más caro tesoro.

Se levanta el telón y “descubre” que siempre hay una pelea entre gobierno y prensa, una especie de lucha mortal, en la que esa prensa no puede apreciar nada del gobierno sin sentirse a menos.

Entonces, según Vincho, "tronó el cañón de la nación", es decir su pana Nicolás de  Jesús Cardenal López Rodríguez (respetando siempre el protocolo eclesial) a quien "la prensa desalmada pretendió desviar de sus objetivos"

En ese trecho, Ramón Colombo sale a escena. Con amargura para nada encubierta se refirió a esa columna, titulada el chiste de Vincho (Un chiste de Vincho) publicado el 28 de diciembre del año en curso de desaparecer.

Se lamentaba de que esas inteligencias no podían ser puestas al servicio de causas estatales dignas de apoyo de toda la sociedad. A seguidas Vincho consideraba un desperdicio que de modo irónico sus esfuerzos se calificaran como el “chiste de Vincho”.

Queda en evidencia de nuevo, que la parcialidad a esos años, es un ejercicio repetitivo y que la radicalidad de criterios dogmáticos aplicada a las posturas de los demás, en él ha venido a ser un gran cachup. Porque él, y sólo, es el justo. La prensa, “esa prensa desalmada”, es la injusta, la incorrecta. Y de paso esparció piropos a la prensa mexicana y a sus muertos (mártires de la guerra santa contra el narcotráfico).

Su dolor con la prensa desalmada sigue siendo interesante como estudio de una mente acaparadora y extremista en ejercicio constante. No la puede olvidar nunca. La recuerda siempre entre murmullos estentóreos de agravios y cuentas por pagar.

Paladín de la lucha contra el narcotráfico, estandarte de la moral pública, celoso celador del mejor legado del derechismo dominicano, observando pasivo a esa “mala prensa”. Si de él dependiera, estarían todos purgando penas en las cárceles, por delitos ciudadanos u omisiones.

¡Qué dolor, qué dolor, qué pena, que Mambrú no se haya ido a esta que no es su guerra!

Entonces, según Vincho, "tronó el cañón de la nación", es decir su pana Nicolás de  Jesús Cardenal López Rodríguez (respetando siempre el protocolo eclesial) a quien "la prensa desalmada pretendió desviar de sus objetivos".

Lo definió como “rudo llamado poderoso” para que “la sociedad reaccione” (¡qué miedo, todavía faltan reaccionarios!).

Vincho tiene muchos años en el poder, cualquier desconocido que prenda la televisión pensará que habla un hombre que llegó ayer al poder, sin influencias ni posibilidad real de poder. Falso; sus quejas y querellas tienen excelentes disfraces, porque juega al neutro cuando quiere, juega al radical cuando quiere, juega al ultra sin entrañas cuando quiere también, y juega al comprometido con el régimen pasado, cuando envía señales de  humo y de guerra y desenfado.

En su apoyo al primo cardenalicio se esfuerza en elogios al egregio Nicolás (con nombre zar y todo) y hasta le ayuda cuando corrige sus declaraciones. ¡Claro, él  puede! Toma una pose típica, y afirma que el Cardenal, en sus recientes declaraciones,  no quiso decir manos duras, sino "manos justas" acordes al plan de Dios (aunque no explicó el dichoso plan).

Pero no me convence encontrarme al Vincho teológico defendiendo a su purpurado primazo, cuando además me quiere convencer de un plan de Dios tan injusto como inútil, porque esa teología de los ricos de mazos dando y rogando a ese plan, eso es tan viejo como Vincho, ya me lo conozco.

Y, como yo, muchos lo conocen. En ese supuesto Plan de Dios todo está previsto.

El Dr. Castillo entonces niega toda razón social como causa del origen y desarrollo de la delincuencia común. Muy coherente de su parte, porque en ese plan de Dios de los ricos lo ideal sería mediante intercambios de disparos, mientras más delincuentes comunes surjan, matarlos a todos, extirparlos de la faz de la tierra dominicana, como si violencia no engendrara más violencia; como si el ojo por ojo no diera como resultado la ceguera total.

Pero la clave de esta salutación de fin de año del Dr. Castillo consiste en que nos olvidemos que el Estado ha tenido un deber en los últimos 8 años con las comunidades más pobres, justamente los criaderos juveniles de situaciones de conflictos entre ciudadanos y leyes en pos de la sobrevivencia. Tampoco se refiere a que en esa ausencia culposa del Estado, parte de los cuerpos fácticos de su tan querida guerra santa a las drogas, ha presionado a los jóvenes de muchas comunidades para que se integren al micronarcotráfico. ¿Y el flamante asesor contra drogas dónde ha estado mientras eso ocurre?

(Coherente en esta parte, se compadeció del Rey de España, a quien admira y aprecia, y lo triste del caso de su  yerno, Iñaki Urdangarín). Eso no es delinquir en este código de la delincuencia a lo Vincho (¡Caramba! Gangnam Style, Vincho Style)

Todo aquello sin olvidar el modelo del progreso leonelista destinado a los pobres, fundamentado en la fundita, la tarjeta para la dádiva en efectivo mensual y la policía antimotines para recordar que protestar en los barrios trae como consecuencia garrotazos y otros castigos, sin descartar víctimas mortales y hombres jóvenes y niños que son dejados con lesiones permanentes. Todo en nombre del progreso.

Según esta nueva tesis “castillana”, la educación y la formación como rescate no dan resultados con estos delincuentes pobres de y de la calle. Hay otra delincuencia, la de abolengo, de la que no se puede hablar, porque el resulta penosa, le causa pesar.

(Coherente en esta parte, se compadeció del Rey de España, a quien admira y aprecia, y lo triste del caso de su  yerno, Iñaki Urdangarín). Eso no es delinquir en este código de la delincuencia a lo Vincho (¡Caramba! Gangnam Style, Vincho Style).

En estas tablas morales los de abolengo no están llamados a la delincuencia, sólo los pobres, a quienes al final habrá que meterles manos duras santificadas, y quienes metan manos duras tendrán derecho al agua bendita de parte del Cardenal, para rociar los cadáveres, con dispensador de oro y todo, según confesión de fe.

Al despedir el año, finalmente, la Respuesta se metió con Sobeida y con Figueroa Agosto (¿Cómo desperdiciar esta gran oportunidad de arengar sobre su guerra santa contra las drogas?).

Tema que el Dr. Castillo no debiese volver a recordar, porque es un lodazal donde se enchiva y patina, a pesar de su inveterado ejercicio de malabarista en su papel de abogado del mismo diablo.

Deseó feliz año 2013, ya cansado, lóbrego. Para tomar aliento y batalla no podía faltar en su recuento lo que llamó el Actor Narco, a quien atribuye un poder fuerte en República Dominicana.

Los derrotados el pasado 20 mayo, en ese mismo tenor, tampoco faltaron.

Le propongo. Al final de estas fiestas, sería ideal que se preguntara, antes que llegue el 2013, ¿qué ha hecho tantos años en el poder, para quejarse de la misma manera cada año de un país en deterioro, mientras él ocupa puestos y engrosa sus influencias, sin hacer un carajo?

Mirando la pantalla, mientras termina el programa, es justo que millones de veces uno se vuelva a preguntar:

¿Este "prócer" para qué quiere todavía el poder?

Ahí se  lo dejo hasta el año que viene.

(Madrid, España, 30 de diciembre de 2012).

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