Washington, 20 ene (EFE).- La llegada a la Presidencia de EE.UU. del controvertido Donald Trump, de la que hoy se cumple un año, agitó principios del Partido Republicano como el libre comercio y la globalización en un momento en el que, paradójicamente, los conservadores gozan de un poder no visto en años.
"Lo que Trump ha hecho no es tanto cambiar al Partido Republicano sino dar voz a una parte del partido en inmigración y comercio. Una de las cosas que su elección ha expuesto es que hay muchos más estadounidenses que quieren dureza en inmigración", afirmó Lanhee Chen, asesor político del excandidato presidencial republicano Mitt Romney, en un reciente artículo en el diario Los Angeles Times.
Trump, que hizo campaña con una agresiva retórica de nacionalismo y proteccionismo económico, ha forzado a influyentes republicanos moderados, como los senadores Jeff Flake y Bob Corker, a hacerse a un lado; y ha recibido contundentes críticas por parte de los dos últimos presidentes republicanos, George H.W. Bush y George W. Bush, por su conducta poco "presidencial".
Además, el magnate neoyorquino prometió acabar con el "status quo" en Washington, incluidos miembros de su propio partido republicano, que considera una burbuja alejada de la realidad del día a día de los ciudadanos.
Y, como consecuencia, ha llevado al partido conservador, tradicional aliado de la comunidad empresarial y del libre comercio, a tragar con un discurso agresivo con las deslocalizaciones y la globalización y no exento de tintes racistas sobre inmigración, con su promesa estrella de construir un muro fronterizo con México.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en vigor desde 1994 entre Canadá, México y EE.UU., contó con el respaldo mayoritario de los republicanos en el Congreso y es considerado entre los empresarios estadounidenses un éxito rotundo.
Trump, en cambio, lo ha calificado de manera repetida como un "desastre" para los trabajadores estadounidenses.
Algunos pesos pesados conservadores matizan, no obstante, que si bien es cierto que Trump ha supuesto una revolución interna entre los conservadores, especialmente con su estilo tosco y poco convencional, sus principales logros legislativos en su primer año de mandato entran dentro de los cánones republicanos.
"Desde un punto de vista de la derecha moderada, 2017 fue el que ofreció más resultados en los muchos años que he estado aquí en el Congreso", dijo recientemente Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado.
En concreto, McConnell apuntó a la reforma fiscal aprobada en diciembre -que incluye notables recortes de impuestos para empresas y, en menor medida, los trabajadores-, la agenda de desregulación federal y las nominaciones de jueces conservadores, encabezada por la del Neil Gorsuch para el Tribunal Supremo.
La sorprendente llegada de Trump a la Casa Blanca ha devuelto a los republicanos a gozar del control legislativo y ejecutivo después de los ocho años de presidencia del demócrata Barack Obama, que parecía haber sido un punto de inflexión, y ha exaltado los ánimos del ala más extrema de su partido.
En la celebración en diciembre de la aprobación de la reforma fiscal el veterano senador por Utah Orrin Hatch, mormón y uno de los más conservadores de la cámara alta, llegó a afirmar que Trump era "uno de los mejores presidentes bajo los que había servido".
Apenas un mes después, curiosamente, Hatch anunciaba su retiro.
La gran prueba de fuego vendrá ahora en las legislativas de medio mandato en noviembre, cuando se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, y se verá si el sector más intransigente del partido conservador continúa en la cresta de la ola.
Los republicanos lucharán por mantener su mayoría en ambas cámaras en unos comicios que estarán marcados por la sombra de Trump, y que se suelen interpretar como un referéndum de los ciudadanos en la primera parte del mandato del inquilino de la Casa Blanca. EFE