SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El doctor Joaquín Balaguer fue honesto y fiel con el Buró Federal de Investigaciones, al dar testimonios fieles de sus conversaciones con el Departamento de Estado, lo que hizo que el famoso y todopoderoso director del FBI, Edgar Hoover, le tomara confianza. De ese modo consiguió la presidencia de la República Dominicana.
Los detalles de estos acontecimientos aparecen en el libro Enemigos, la historia del FBI, del periodista Tim Weiner, que acaba de aparecer en las librerías de los Estados Unidos.
El libro relata la forma en que trabajó el doctor Balaguer para conseguir el poder en la República Dominicana, luego de la intervención de los Estados Unidos en 1965.
Jugando para quedarse
Joaquín Balaguer era ahora el elegido en la República Dominicana. Las bendiciones de J. Edgar Hoover le habían pavimentado el camino al poder.
Balaguer le había confirmado su buena fe al Buró el 27 de mayo de 1965. Informó en detalle sus conversaciones en Nueva York con Kennedy Crockett, el director de asuntos caribeños del Departamento de Estado. El diplomático estadounidense le pidió al líder exiliado que le proporcionara nombres adicionales para participar en el gobierno dominicano y analizaron las estrategias de Balaguer. El dominicano le repitió la conversación a sus manejadores del FBI, antes de que el reporte de Corckett llegara a Washington. Eso le ganó la confianza de Hoover.
Su dominio de la República Dominicana fue una gloria para Hoover. Esto quedó reflejado en las órdenes que el nuevo jefe de la CIA, Richard Helms, le impartió a su nuevo jefe de estación en Santo Domingo, David Atlee Phillips. Helms era famoso por enviar a sus funcionarios a las misiones en el extranjero con expresiones lacónicas de una sola línea. Phillips, en sus memorias, capturó el momento:
¿Cuáles serían las instrucciones de Helms para mí? En esta ocasión, sin dudas, la orden de marcha sería detallada y las exigencias estarían claramente enumeradas. La gente seguía matándose en Santo Domingo, y el Presidente estaba observando los acontecimientos de allí con profundo interés… Pero mis instrucciones también fueron de una sola línea. Helms dijo: “Llévate bien con el FBI”.
¿Estaría bromeando? Nada de eso “Llévate bien con el FBI. ¡Eso es muy importante!”
La orden reflejaba el grado de dependencia de LBJ de Hoover.
El FBI y el Departamento de Estado enfrentados por la República Dominicana
El libro de Weiner es meticuloso en los detalles sobre los acontecimientos que se vivian en Santo Domingo. En tema de República Dominicana implicaba también las tensiones de los poderes fácticos en los Estados Unidos, en especial la disputa entre el FBI, el Departamento de Estado y la CIA.
Tim Weiner cuenta de este modo los hechos:
Hoover dominó una reunión en la Casa Blanca con los jefes de la CIA el 1 de septiembre. Hoover sugirió enfáticamente que una carrera presidencial entre dos hombres sería lo mejor para la República Dominicana; una contienda abierta con cuatro o cinco candidatos podría “proveer un forraje excelente para los comunistas”. Hoover advirtió que quizás doscientos o trescientos “comunistas duros, capacitados y entrenados” andaban a su libre albedrío por la isla, y que el gobierno provisional “tiene que identificar a estos comunistas y sacarlos de circulación de inmediato; ellos no tienen agallas si se les agarra y se les encierra”. Hoover observó que el Ejército “tenía la mano muy dura y estaba mal entrenado” para este tipo de trabajo; que una policía nacional haría un mejor servicio a la causa. Por eso el FBI facilitaría entrenamiento e instalaciones para ayudar a crear una nueva fuerza de inteligencia nacional dominicana, un Departamento de Operaciones Especiales, una policía para combatir a los elementos subversivos.
El Presidente le pidió a Hoover que ayudara a seleccionar un nuevo embajador de Estados Unidos, un hombre suficientemente duro para manejar un cambio de régimen fraguado por EE.UU. en la República Dominicana. Hoover tenía en mente a “un individuo fuerte que se pararía firme y sería capaz de dominar al gobierno”. Otorgó su bendición a John Hugh Crimmins, un peón experimentado en el Caribe y Cuba, que había pasado largos días y noches observando la crisis de la República Dominicana en el centro de emergencia del Departamento de Estado. Cuando el nuevo embajador llegó a la República Dominicana, encontró a 26 agregados legales del FBI arrellanados en la Embajada de EE.UU.
“La operación completa fue realmente extraña”, dijo Crimmins. “El aparato para trazar y de ejecutar la política del Gobierno de EE-UU. estaba tensionado al máximo. Fue una locura. Fue un caos… Fue algo loco”.
Cuando el embajador Crimmins asumió el cargo, LBJ llamó de nuevo a Hoover. La cinta está densamente redactada en términos de seguridad nacional.
“Es un desorden horrible”, dijo Hoover. “Yo creo que la situación allá es crítica…”
“Yo detesto tener que ver salir a tu gente de allí antes de que formemos un gobierno”, dijo LBJ.
“Bueno, pues no vamos a salir de allí hasta que usted lo diga”, Hoover le aseguró.
“Esto es jugar para quedarse. Sencillamente no podemos tener un gobierno comunista ahí”, dijo el Presidente. “No podemos perder a esta, Edgar. Si eso pasa, te lo voy a echar todo arriba; voy a decir que eso lo hizo J. Edgar Hoover, y voy a renunciar”. Hoover rió con ganas.