REDACCIÓN.-El influyente periódico The New York Times exigió en su editorial que las elecciones presidenciales en Haití sean legítimas y transparentes, y propuso que se suspenda la segunda vuelta convocada para el día 27 del presente mes.

El periódico le advierte al gobierno de Estados Unidos que “es imposible edificar un gobierno legítimo sobre una base podrida”.

Propone que EEUU presione por una investigación independiente, dirigida por los haitianos, para examinar el voto de octubre.

“La segunda vuelta se debe posponer, para que las boletas de octubre se puedan contar de manera abierta y se legitimen los resultados”, denuncia el TNYT.

Bajo el título “Haití merece elecciones legítimas”, la La Junta Editorial del rotativo neoyorquino, en fecha 12 de diciembre, expuso:

“Hay una crisis electoral en Haití. Una eleccióncelebrada en octubre para elegir al sucesor del presidente Michel Martelly estuvo tan empañada por denuncias de manipulación electoral, votación ilegal y otras violaciones, que el resultado ha sido ampliamente denunciado como ilegítimo”.

Agregó que no sólo por las decenas de candidatos perdedores -había 54 personas en la boleta presidencial- sino por los observadores electorales independientes, grupos de derechos humanos, líderes religiosos de Haití, organizaciones de la diáspora haitiana y ciudadanos comunes que han tomado las calles en manifestaciones airadas, y en ocasiones violentas.

“Se supone que el país celebrará una segunda vuelta electoral el 27 de diciembre entre el primer lugar, Jovenel Moïse, y el que ocupó el segundo, Jude Célestin. Pero el señor Célestin ha llamado a los resultados de octubre una “farsa ridícula” y amenazó con retirarse de la segunda ronda. Ha creado una coalición de ocho candidatos presidenciales que exigen una investigación independiente de la primera elección y reformas para asegurar la integridad de la segundavuelta”, subraya el editorial de TNYT.

Advierte que todo lo que se puede decir a favor de la votación de octubre –tanto en la presidencial como en las parlamentarias y municipales- es que fue menos violenta de lo habitual.

No obstante, resalta que los observadores escépticos las han calificado como un fracaso colosal.

Indica que la participación fue baja, un 26%. Los observadores mencionaron boletas alteradas y que la tinta, supuestamente indeleble, desaparecía rápidamente de los pulgares de los votantes.

Señala que el órgano de gobierno que maneja las elecciones, el Consejo Electoral Provisional, distribuyó más de 900,000 tarjetas de acreditación a los representantes de partidos políticos.

“Las tarjetas estaban destinadas a ser un freno para el fraude, pero pueden haberlo acelerado: Los que las portaban podían entrar los lugares de votación y votar incluso si sus nombres no figuraban en las listas. Observadores dijeron que surgió un mercado negro de tarjetas, que permitía potencialmente a muchos compradores votar temprano y frecuentemente”, precisa.

Recuerda que Moïse, el sucesor elegido por el presidente Martelly, se declaró satisfecho con los resultados de octubre. También lo ha hecho la Organización de los Estados Americanos y el Departamento de Estado, que envió al coordinador especial para Haití, Kenneth Merten, para tratar de persuadir al Sr. Célestin para que entre en la segunda vuelta como estaba previsto, con la promesa de una Ronda 2 mejor.

“Pero Estados Unidos debe saber que es imposible edificar un gobierno legítimo sobre una base podrida. Por el contrario, debería estar presionando por una investigación independiente, dirigida por los haitianos, para examinar el voto de octubre. La segunda vuelta se debe posponer, para que las boletas de octubre se puedan contar de manera abierta y se legitimen los resultados (si eso fuera incluso posible, dadas las irregularidades). Y cualquier esfuerzo por organizar unas elecciones creíbles debe incluir la reforma del consejo electoral, que ha sido acusado de partidismo e incompetencia”, denuncia el TNYT.

Para el rotativo neoyorquino, desde que fue azotado por un terremoto hace casi seis años, Haití ha estado en un lento camino para corregirse a sí mismo; un camino complicado por la lucha por reconstruir el gobierno haitiano casi borrado, y establecer instituciones fuertes y sostenibles dirigidas por haitianos.

Explica que los electores de Haití son desconfiados y están descorazonados, con buenas razones.

Recuerda que el país no tiene un Parlamento que funcione; se disolvió en enero, cuando los periodos de los miembros se cumplieron. Martelly ha estado gobernando por decreto.

Añade que Haití se enfrenta a graves problemas ‒un gobierno disfuncional, apatía de los votantes, desempleo, pobreza, y el cólera‒, incluso, sin una crisis de legitimidad presidencial.

“Su situación actual de emergencia puede que esté lejos de ser el centro de la atención mundial. Pero cualquiera que se preocupe por la democracia en un país cuyo destino está tan estrechamente ligado a las errantes ya veces malignas atenciones de Estados Unidos y el resto del mundo, debe prestar atención. Los haitianos se merecen algo mejor que esto”, sentencia.