Washington, 31 oct (EFE/Jairo Mejía).- Han pasado cuatro años, cambios estratégicos en la Casa Blanca y el Kremlin, líneas rojas, millones de refugiados y más de 200.000 muertos, pero el envío de tropas estadounidenses a Siria marca una nueva fase en un conflicto en el que varias potencias participan con objetivos contrapuestos.
El presidente de EEUU, Barack Obama, ha autorizado finalmente algo a lo que se había negado durante años: el despliegue de tropas (50 miembros de las fuerzas especiales) en la guerra civil Siria para ampliar el rol estadounidense en un conflicto sin final a la vista.
El envío de estos militares de elite al norte de Siria en calidad de asesores de tropas locales, pero con una clara exposición al combate directo, supone un cambio de rumbo que Obama ha intentado evitar para no exponer más vidas en el monumental lío en que se ha convertido Siria.
Rusia comenzó hace un mes a apoyar militarmente al presidente sirio, Bachar al Asad, atacando a grupos opositores defendidos por Estados Unidos y sumándose así a la estrategia pro-chií de Irán, que quiere insuflar vida a sus aliados frente a las alianzas de su rival tradicional: el reino suní de Arabia Saudí.
Mientras tanto, desde hace algo más de un año, y con la intención de parar la sorprendente expansión de los yihadistas suníes del Estado Islámico (EI), EEUU realiza ataques aéreos con una coalición de países suníes -incluido Arabia Saudí- que, a su vez, son la principal fuente de reclutamiento extranjero del EI.
Para complicar aún más el asunto, ahora Washington ha decidido colocar tropas sobre el terreno en Siria, algo a lo que resistió hasta cuando Al Asad utilizó armas químicas en 2013, traspasando así la línea roja marcada por Obama para intervenir en Siria.
Los 50 "asesores" militares, "el comienzo" de un despliegue mayor, según dijo este viernes un funcionario del Pentágono, trabajarán con rebeldes de las fuerzas árabe-sirias, fuerzas seculares sirias y los kurdos sirios del YPG, aliados del Partido de los Trabajadores Kurdo (PKK), considerado una organización terrorista por EEUU.
En entrevista con Efe, Aymenn Jawad al Tamimi, experto del centro de estudios Middle East Forum, considera que el movimiento anunciado por EEUU no representa el comienzo una guerra subsidiaria (conocida como "proxy war" en inglés) entre Washington y Moscú, al estilo de lo ocurrido en Angola o Corea.
"A mi parecer, tiene que ver con los planes para preparar la ofensiva hacia Al Raqa (capital en Siria del EI y su califato) aconsejando al YPG y sus aliados rebeldes. No veo deseo de involucrarse en un conflicto con Rusia, Al Asad e Irán", explica Al Tamimi.
El profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Hopkins (SAIS) John McLaughlin disiente ante la posibilidad, a estas alturas de conflicto, de diferenciar la guerra contra el EI de la intención de rebajar la influencia rusa en Oriente Medio.
"La situación en Siria es demasiado complicada como para calificarla de guerra subsidiaria. Hay elementos, debido a queRusia y EEUU apoyan bandos diferentes que en ocasiones chocan", señala McLaughlin, quien, no obstante, opina que hay un entendimiento de fondo entre Moscú y Washington de que Al Asad no puede quedarse en el poder indefinidamente y que el EI debe ser derrotado.
No obstante, el profesor emérito considera que aunque el movimiento anunciado el viernes está pensado contra el EI, el aumento de la participación estadounidense en Siria "podría haberse acelerado por la iniciativa mostrada por Irán y Rusia".
Obama, que llegó a la Casa Blanca prometiendo salir de las guerras en Oriente Medio y ahora tiene 3.500 soldados en Irak, no tiene salida prevista de Afganistán y ha acabado exponiendo vidas estadounidenses en una guerra civil que ha gestado el grupo terrorista mejor financiado de la historia.
Tan complicadas están las cosas, que hasta aliados del presidente de EEUU, como el senador demócrata Tim Kaine, piden a Obama una estrategia integral y clara que evite un cáncer en Oriente Medio y donde aún, con fuerzas militares sobre el terreno, Washington solo puede "hacer frente a la mitad" del problema. EFE