I de III

El Poder Ejecutivo emitió un decreto declarando el 16 de diciembre de 2015 duelo oficial por el asesinato del alcalde Juan de los Santos. “La Bandera Nacional deberá ondear a media asta en los recintos militares y edificios públicos de todo el país”, ordenaba el mismo. Su cuerpo fue velado en la funeraria Blandino, llevado al Congreso Nacional y de ahí trasladado a las oficinas de la Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU), a la Casa Nacional del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), al Ayuntamiento de Santo Domingo Este (ASDE) y finalmente al cementerio Puerta del Cielo, donde fue sepultado. Como puede apreciarse, las honras fúnebres se corresponden con las de un prócer; sólo faltó que el cadáver, en lugar de reposar en Puerta del Cielo, fuera llevado al Panteón Nacional.

Ese mismo 16 de diciembre, mientras Juan de los Santos era llevado a su última morada, visitábamos a José Altagracia Beltré, un dominicano común y corriente que, sin que lo supiéramos, cumplía 81 años. Común y corriente por su humildad, falta de abolengo, pobreza e incapacidad de llevarse al bolsillo un centavo que su trabajo no produzca (a su edad, aunque retirado, debe hacer "lo que caiga" para subsistir). Quien mejor lo describe es el profesor Juan Bosch; y lo hizo en una carta que el entonces líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) le enviara desde España el 16 de marzo de 1967: “Sé que la situación del país es difícil, que hay mucha gente sin trabajo. Antes de recibir tu carta pensaba algunas veces en ti y en tu señora, que se quedó en la calle por ser perredeísta. Siempre he tenido, sin embargo, cierta confianza en que a ti te será más fácil desenvolverte por la capacidad que tienes en tu trabajo y por tu simpatía natural, tu seriedad y tu honradez”.

El profesor Bosch se dirige a Beltré, en ese documento que 48 años después mantiene intacta su firma, y que reposa en nuestros archivos junto a otros que avalan este escrito, con estas palabras: “Querido compañero… Me puse muy contento con tu carta y se la enseñé a la persona cuyo nombre le pusiste a tu hijito, a quien Dios bendiga y dé larga vida”. La persona a quien Bosch mostró la carta, y cuyas cualidades excepcionales contribuyeron al afianzamiento de la personalidad de José A. Beltré (esa persona alcanzaría, 50 años después, la estatura de Prócer; sus restos descansan hoy en el Panteón Nacional), caló tan profundamente en su corazón que lo llevó a llamarle Francisco Alberto a uno de sus hijos… en honor a Francisco Alberto Caamaño Deñó, líder de la Revolución de Abril de 1965 y presidente de la República en Armas del 4 de mayo al 3 de septiembre de ese mismo año.

El combatiente constitucionalista José A. Beltré, mientras era detenido por la policía, en 1967, por una denuncia que hizo uno de los empleados bajo su mando acerca del recibimiento, en el Zoológico, a las armas que el cuerpo de seguridad de Juan Bosch había usado en su casa, armas que habían sido guardadas en la jaula contigua a la del león.
El combatiente constitucionalista José A. Beltré, mientras era detenido por la policía, en 1967, por una denuncia que hizo uno de los empleados bajo su mando acerca del recibimiento, en el Zoológico, a las armas que el cuerpo de seguridad de Juan Bosch había usado en su casa, armas que habían sido guardadas en la jaula contigua a la del león.

José Altagracia Beltré nació el 16 de diciembre de 1934 en Parra, Sección del Distrito Municipal El Naranjal, ubicada a 4 kilómetros del municipio de San José de Ocoa. Se crió con su mamá y un padrastro al que amaba de nombre Eliseo Brea, padre del fundador de Radio Comercial, el más antiguo informativo radial del país en el que laboraron los más destacados periodistas y locutores dominicanos [José Antonio Brea Peña, quien fue ministro de Administración, Control y Recuperación de Bienes en el gobierno de Juan Bosch, una dependencia creada después de la muerte de Trujillo para administrar las propiedades confiscadas a la familia del tirano, y Secretario de Industria y Comercio del primer gobierno de Balaguer, cargo que pondría a disposición de este tan pronto "se hastió de los chantajes de los militares y funcionarios colorados" (Abril y don José Brea Peña/Enmanuel Cedeño Brea)]. La práctica diaria lo hizo pintor, oficio al que se entregaría con esmero y dedicación hasta que en 1954 ingresa como grumete a la Marina de Guerra, institución en la que alcanzó el grado de sargento con el que, después de la muerte del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina, se retiraría.

Después de la llegada al país de Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo, -el 5 de julio de 1961-, que habían viajado con la misión de organizar el PRD, José A. Beltré pasó a convertirse en uno de los primeros dominicanos en ingresar formalmente a la agrupación que lideraba el profesor Juan Bosch, quien arribaría, el 20 de octubre de 1961, después de 23 años de exilio, por el Aeropuerto Internacional Punta Caucedo, acontecimiento que, por estar presente, lo marcaría para toda la vida.

Esas cualidades que Juan Bosch describe en la carta citada lo llevarían a convertirse en secretario general de la Zona J y enlace con el Comité del Distrito. Comienza a hacerle trabajos domésticos y de reparación a la familia del presidente del PRD, lo que le permite acercarse a "doña Milagros", quien lo introduciría ante el ya Presidente de la República, que lo envía como pintor al hospital Darío Contreras y, más importante aún, le pide que se reporte diariamente a su casa, como parte de su seguridad personal, tan pronto concluya su jornada en el hospital.

Es hecho preso con el golpe de Estado que arrancó del poder a Juan Bosch, permaneciendo encarcelado por tres largos meses. Tan pronto es liberado asiste a un curso sobre Seguridad Nacional impartido por Manuel Ramón Montes Arache, jefe de los "Hombres Ranas", cuerpo élite de la Marina de Guerra; Ilio Cappozzi, italiano, veterano de la Segunda Guerra Mundial que había llegado en 1956 como instructor para la formación de ese cuerpo por iniciativa de Trujillo, que intentaba estructurar comandos navales que pudieran realizar, en otros lugares, operaciones de alto riesgo que no comprometieran su nombre ni el de la República Dominicana; y Jean Pierre André de la Riviere, conocido como André Riviere, «el guerrero aquel francés, teniente de la “Legión” en Indochina, combatiente en Argel, rebelde por antonomasia, condecorado y encomiado, pero separado por “insurrecto y rebelde del ejército”, al negarse con un grupo de oficiales a deponer sus armas, después de la decisión política aquella de retirarse de la colonia preferida», como hermosamente lo describe José Miguel Soto Jiménez en André Riviere, 14, 15 y 16 de junio 1965/ESE FRANCÉS VINO A MORIR AQUÍ EN LA TIERRA DE DUARTE, POR DUARTE Y EN EL BARRIO DUARTE.

22 de diciembre de 2015

San Juan, Puerto Rico