SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Ahora que se habla tanto del amor de los ultranacionalistas a la República Dominicana, y de su arraigado fervor por la patria, desde la Restauración de la República hasta hoy, es necesario rescatar los criterios de Pelegrín Castillo, senador de la República en 1916, quien escribió un larguísimo ensayo en Listín Diario para demostrar que “la mayoría del pueblo dominicano ama la paz, quiere la paz y, por consiguiente, acepta de buen grado la intervención del Gobierno Americano en cuanto sea ésta una ayuda positiva para el establecimiento del orden político y financiero a cuyo amparo estará garantizado y protegido en si vida y en su hacienda”.

Cayo Báez, patriota dominicano que combatió la ocupación militar estadounidense, y fue torturado por los soldados invasores.
Cayo Báez, patriota dominicano que combatió la ocupación militar estadounidense, y fue torturado por los soldados invasores.

A los ultranacionalistas que descienden de Manuel María Castillo, jefe superviviente de las Fuerzas Restauradoras en el sur del país, hay que recordarles al licenciado Pelegrín Castillo, senador y abogado, que postuló porque se extendiera el protectorado de los Estados Unidos sobre la República Dominicana, porque supuestamente los dominicanos no merecíamos independencia, sino la sombrilla protectora de los Estados Unidos.

El periódico Bandera Libre escribió, no sin indignación –a propósito de los artículos antidominicanos de Pelegrín Castillo- “!Qué desgracia tan inmensa la de ser héroe insigne de la Restauración de un país y engendrar hijos que pongan al servicio de nuevos y taimados conquistadores, lengua, pluma, nombre y honor!”.

El opúsculo con la colección de artículos de Pelegrín Castillo se encuentra en el Archivo General de la Nación, titulado La Intervención Americana, 1916, y su contenido fue publicado en serie en Listín Diario, en agosto de ese año. Cosa extraña, el documento en manos del AGN era propiedad de Juan Bautista Vicini.

Y para que la posteridad no tenga duda, el autor dice que su escrito lo hizo “a la luz solitaria de mi conciencia, y por ellas divaga como el relámpago en el seno de la noche tempestuosa, la confortante claridad de mis convicciones”.

Estados Unidos tiene derecho a intervenir militarmente RD

Pelegrín Castillo parte del criterio de que el principio de Policía Internacional que asumió Estados Unidos con el presidente Theodore  Roosevelt, es correcto y considera adecuadas las “frecuentes aplicaciones por el Gobierno americano a los países desordenados”, es decir las intervenciones militares, como las que acababan de producirse en la República Dominicana, Haití, Nicaragua y otras naciones del continente.

Dice que a las naciones pequeñas del continente “no le queda otro camino que vivir vida ordenada, vida civilizada. Una nacioncita que procure constituirse jurídicamente y logre hacerse de una personalidad interna seria y respetable, impondrá fuera el respeto y la consideración a las demás, aunque éstas sean potencias de primer orden”.

Se quejaba, siendo senador, de la vida desordenada, incorrecta, de revoluciones y saqueos de la Hacienda Pública, lo que nos colocaba fuera de la ley común de las naciones. Dice que a ese desorden es que obedece “la intervención en nuestro asuntos domésticos”.

En su criterio, Estados Unidos tenía derechos para imponer las relaciones internacionales y aplicar a los pueblos su civilización, para que vivan una vida regular y honesta.

Reformas constitucionales con un “gobierno de facto”

Pelegrín Castillo es fuerte en su crítica a las naciones latinoamericanas y caribeñas. Dice que especialmente “nuestras republiquitas turbulentas” deben obediencia a la Doctrina de Monroe, para no convertirse en simples factorías de las potencias europeas.

Señalaba Castillo que restablecer la soberanía de la República solamente era posible a través de un gobierno de facto, que pudiera ser elegido por la aplicación del llamado Plan Wilson, como lo fue el gobierno de Buenaventura Báez. Decía que “bajo la égida protectora de la Gran República americana…nos señalan en estos momentos conflictivos el gobierno de facto como el puente por donde pasaremos engrandecidos al porvenir”.

Está claro que los hijos no heredan las faltas de sus padres. Y por tanto no es aplicable el criterio que se puede tener sobre Pelegrín Castillo a sus descendientes, pero es exactamente lo mismo que aplica para los dominicanos hijos de haitianos, que no heredan las faltas de sus padres. Claro, en la capital existe una oficina de abogados que lleva por nombre “Pelegrín Castillo”.

“La RD no nació viable, y es verdad”

Todas las reformas de la sociedad dominicana intervenida militarmente pasaban por manos de los interventores, de acuerdo con Pelegrín Castillo. Nada debía hacerse con la Constitución del país, dijo, “sin la ayuda y el control de los interventores”. Y para dejar una sentencia que le sobreviviera a él y a todos sus descendientes, Pelegrín Castillo dijo que “Algunos dicen, que la República Dominicana no nació viable, y es verdad”.

Sostuvo que entre las reformas constitucionales que son absolutamente necesarias, las que él quisiera ver realizadas “con la ayuda y bajo la protección de la intervención americana”, eran la reducción de doce a cuatro provincias, elecciones de gobernadores por voto directo, supresión del Senado y elección de diputados por número de habitantes, entre otras.

Entendía que no había otro camino que quedar en los brazos de los Estados Unidos. La cuestión era civilización o muerte. “Pero, estamos en condiciones de realizar por nosotros mismos, sin la ayuda y bajo el control de la intervención americana, muchas de las reformas que a grandes rasgos dejo anotadas? Podrían ser estas reformas la obra de uno de los partidos políticos en el Poder? Yo contesto categóricamente, que no”.

La intervención militar americana es una ayuda

Y para retorcer más su criterio, de modo que pareciera auténtico y nacional, dijo Pelegrín Castillo escribió los dominicanos “no tenemos el derecho de comprometer la independencia y la soberanía de la nación, no aceptando la ayuda que prestará la presente intervención americana a la República, para la solución de muchas de estas graves cuestiones”.

Descarta la consigna contra el llamado imperialismo yankee, y la considera una tontería porque el pueblo americano es conservador y antimilitarista, y un pueblo así no puede ser imperialista.

“Ay! De nosotros, pobrecitos pueblos de la América Latina, si los EE.UU fueran imperialistas”, dejó escrito Pelegrín Castillo. Y explicó que la República Dominicana, menos que cualquier otro pueblo,  no tenía derecho a hablar de imperialismo, ni de abusadores o buitres insaciables. Que esas descalificaciones eran “vanidades e imperdonables ligerezas, la neurosis de nuestro patriotismo literario”. Mientras tanto a Cayo Báez le estaban pegando fuego en el estómago, a Gregorio Urbano Gilbert lo perseguían a muerte, y a poetas y defensores de la soberanía los mataban o los perseguían bajo la acusación de ser gavilleros.

Una frase célebre: “…los dominicanos deben bajar la cabeza y callar”.

Y estampaba esta frase memorable: “Cuando alguien, en América, lo repito, hable de imperialismo yankee, los dominicanos deben bajar la cabeza y callar”.

Y no se olvidaba de Haití. Para seguir en la corriente del ADN familiar, que ha mantenido esa preocupación, se quejaba de la ignorancia de los dominicanos sobre Haití. “Parece que ésta es una de nuestras características, pues respecto de la vecina República de Haití, que tanto nos interesa conocer en su geografía, en su historia y en sus progresos, la mayor parte de nuestros compatriotas saben más de las cosas del Japón que de las de aquélla, comenzando por mí, que hasta hace muy poco no había principado por querer saber lo que hacen los haitianos en materia de Enseñanza Pública, y por creer, que me interesaba estudiar la geografía y la historia de dicho país”.

La Bahía de Samaná era un derecho propio y de legítima defensa de EE.UU

Los patriotas dominicanos despectivamente bautizados por el gobierno invasor como
Los patriotas dominicanos despectivamente bautizados por el gobierno invasor como "Gavilleros". Fueron hombres humildes del pueblo, campesinos en su mayoría, que mantuvieron en alto el honor de la República Dominicana, mientras otros se arrodillaron ante el invasor.

Para Pelegrín Castillo la intervención militar de los Estados Unidos en 1916 fue civilizatoria porque EE.UU no eran imperialistas ni estaban guiados con la intención de ocupar nuestro territorio para quedarse con él a título de conquista o anexión. Sostuvo que la Bahía de Samaná debía entregarse a los Estados Unidos, como fuerza de protección del continente americano, tomando en cuenta que esa defensa era “una perentoria actualidad en la exigencia tangible de su derecho de legítima defensa y de conservación nacional”. Como legítima defensa, Estados Unidos tiene derecho a utilizar los recursos de las naciones del Caribe.

En resumen, Pelegrín Castillo propone “que la Bahía de Samaná, como base de estación naval de los Estados Unidos es uno de los puntos de incidencia en las relaciones de la política internacional de esa poderosa Nación con la República Dominicana, y el cual ha sido objeto de interés y de contratación desde el año 1849, aunque desgraciadamente desde el bastardo punto de vista del partidarismo político”.

En segundo lugar, el senador concluye que “para los Estados Unidos, en su calidad de mantenedores históricos de la Doctrina de Monroe, como fórmula de política internacional de América, constituye un verdadero derecho de legítima defensa y de seguridad nacional, el mantenimiento de su hegemonía y dominio del Mar Caribe y de la zona del Canal de Panamá…”.

La historia que cuenta y asume la familia Castillo y su oficina de abogados Pelegrín Castillo

En su historia como oficina de abogados, integrada por los descendientes de la familia Castillo, se cuenta la siguiente historia del licenciado Pelegrín Castillo Agramonte:

El Lic. Pelegrín Castillo Agramonte era hijo del General Manuel María Castillo Medrano, Prócer distinguido de la guerra por la Restauración de la Republica, quien a su vez era hijo del general Manuel María Castillo Álvarez, fervoroso independentista, quien participara junto a primo, el Padre de la Patria, Matías Ramón Mella y Castillo, en los heroicos sucesos que sucedieron al trabucazo de la Puerta del Conde, el 27 de febrero de 1844, para iniciar el proceso que logró la Independencia Nacional. El Lic. Pelegrín Castillo Agramonte fue alumna aventajado del maestro Eugenio Maria de Hostos, en cuya cátedra fecunda pudiera el primero reforzar su innata índole de combatiente indómito par el triunfo del derecho, la justicia y el progreso democrático de la Nación.

Ejerció brillantemente la profesión de abogado por más de treinta altos, en muy diversas ramas, destacándose por la erudición y efectividad de sus enfoques. Algunas de sus brillantes iniciativas en este campo establecieron tres verdaderos precedentes en la práctica jurídico profesional de la época, como por ejemplo: la primera Acción en Declaratoria de Simulación en un proceso de partición; realización del primer procedimiento completo de la muy compleja Partición de Ascendientes; y la primera acción en Responsabilidad Civil. Mostró fervorosamente en los estrados sus dotes innatas de orador y polemista incansable.

El Lic. Pelegrín Castillo Agramonte desempeñó además papeles ejemplares en las luchas políticas y en la vida publica de principios del siglo pasado, destacándose por su acrisolada honestidad personal, la insuperable integridad de sus convicciones, las cuales defendía con valor e hidalguía, no obstante los riesgos y dificultades con que tuviera que enfrentarse. Desempeño importantes funciones públicas como la de Diputado (1901), Secretario de Estado de Justicia en Instrucción Pública y Encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1904) y Senador (1914)

Al inicio de la dictadura de Trujillo, en 1930, fueron muy encendidas sus críticas y admoniones públicas al régimen que recién se estaba instalando. Alrededor de esa época enfermó gravemente, y hubo de salir del país hacia Francia, donde, tras una intervención quirúrgica, falleció, en 1931, a la edad de 53 años. Tras su muerte, le sucedió en la dirección de su oficina profesional su hijo mayor, el Lic. Américo Castillo Gautreau, quien también tuvo una destacada vida profesional pública. El Dr. Marino Vinicio Castillo R., se integró a la oficina en el año 1954. Hijo del Lic. Pelegrín Castillo y de su segunda esposa, Narcisa Rodríguez Vásquez, estudió Derecho en la Universidad de Santo Domingo, donde se graduó un 28 de octubre de 1954.

Unos años después la oficina fue trasladada a la ciudad de Santo Domingo, ubicándose en varias localidades de esta ciudad, a través del tiempo, hasta que en el año 1976 se instaló en su local actual de la Avenida Los Próceres esquina Avenida Republica Argentina, del Sector Los Jardines del Norte de esta ciudad, encontrándose actualmente en proyecto de expansión.

Independientemente del Dr. Marino Vinicio Castillo, la Oficina Lic. Pelegrín Castillo esta conformada en su mayor parte por los descendientes de éste y de su fundador y mentor el Lic. Pelegrín Castillo Agramonte.

Todos tienen como norte el gran compromiso de seguir la acrisolada trayectoria pública y profesional tanto del Lic. Pelegrín Castillo como del Dr. Marino Vinicio Castillo. La mística de esta oficina, que bien puede considerarse como la más antigua del país esta en el respeto, la lealtad, la defensa de los intereses de los clientes, como si fueran propios, y el sagrado compromiso de brindar toda la capacidad y suficiencia posibles en cada desempeño profesional.