REDACCION ACENTO. La crisis en Libia podría llegar hasta la muerte de Muammar el Gadafi, o su salida del país, para que el actual régimen pueda mantenerse. Y podría generar un caos mayor, por las duras contradicciones entre los hijos del dictador, que no se llevan bien, según la experta Dana Moss, académico asociado del Instituto Washington para Política del Cercano Oriente.

En un artículo sobre las posibles salidas a la crisis en Libia, la experta sostiene que el mayor perdedor, en definitiva, será el pueblo Libio. Los escenarios no pintan nada bien para el régimen. A continuación, el artículo, aparecido en el boletín del Foreign Policy Research Institute, de Washington:

LIBIA EN CRISIS. ¿Y QUÉ VIENE AHORA?

Por  Dana Moss*

Las protestas actuales en Libia han entrado en su segunda semana, poniendo en duda la continuación del régimen de Gadafi. Mientras que los informes que se reciben de Libia se contraponen y persiste un cierre parcial de los medios de comunicación, parece que, realmente,  la parte oriental del país ha caído en manos de los opositores mientras Gadafi mantiene el control de la capital.

El volumen de las protestas no tiene precedentes en este país. Con el fin de descifrar la dirección en que se mueve Libia, es importante examinar los orígenes de las protestas y la respuesta del régimen.

Libia es muy diferente a Túnez y Egipto, las naciones vecinas, por las divisiones geográficas y tribales que se superponen en el país, alentadas de hecho por Gadafi, y con el Gran Líder disfrutando de un poder casi absoluto, lo que propicia la escasez de otros actores políticos. Esto impacta tanto la naturaleza de la insurrección como la reacción del régimen. Lo que está claro es que Gadafi está más que dispuesto a mantener una pelea muy violenta para mantener el control del país, y que, por desgracia, Occidente y la comunidad internacional es poco probable que puedan hacer mucho para detenerlo.

EL INICIO DE LAS PROTESTAS

Libia había experimentado una creciente actividad política de los activistas que planificaban un "día de furia" el 17 de febrero, aniversario de una protesta del 2006 en Bengasi. Los grupos de exiliados de la oposición y activistas construyeron el "ciber-activismo" dentro de Libia para correr la voz, con los grupos de Facebook como el "Día de la ira en Libia contra la corrupción y nepotismo." Las protestas en realidad empezaron dos días antes, desatadas por la detención de Fathi Tarbel, abogado de las familias de los presos muertos en la masacre de 1996 en la prisión de Abu Slim, en Trípoli. Estas familias se celebraron una sentada frente a la sede de la policía en Bengasi y cobró fuerza con los residentes de Bengasi y los informes de más de un millar de manifestantes.

Desde el principio, parecía que las protestas carecían de  un liderazgo unido, un presencia masiva liderada por los jóvenes, o una plataforma política específica. Libia no tiene una sociedad civil independiente, estrictamente hablando, pues las organizaciones no gubernamentales existentes están dirigidas por personas cercanas al régimen. No existe una oposición unificada real en el país, porque los partidos y movimientos políticos están prohibidos. Por otra parte, Libia es en sí misma un nacionalismo construido artificialmente, en el que, en parte como resultado de las políticas de Gadafi durante años, la identidad tribal y provincial ha vencido al nacionalismo y un sentido de la ciudadanía, con las consiguientes repercusiones para el resultado final de estas protestas.

Libia no tiene una sociedad civil independiente, estrictamente hablando, pues las organizaciones no gubernamentales existentes están dirigidas por personas cercanas al régimen.

LA RESPUESTA DEL RÉGIMEN

Desde el comienzo de las revueltas en el mundo árabe, Gadafi echó su suerte con Ben Ali, al anunciar que él era "la mejor persona que podía regir Túnez", lo que indica cierta preocupación por la posibilidad de disturbios en Libia siguiendo los pasos a los sucesos en Túnez. Sin embargo, está claro que Gadafi no parece haber previsto la magnitud de la oposición en Libia o el potencial para que los acontecimientos se desarrollaran como ha ocurrido.

Antes del estallido de las protestas, el régimen había tomado varias medidas preventivas, incluyendo la ilegalización de los partidos de fútbol. (En años anteriores, estos partidos, sobre todo en este del país se habían convertido en oportunidades para protestar contra el régimen, de vez en cuando.) Al parecer, según ha informado a Libia al Youm, un sitio de la oposición ern Internet, dicha acción fue acompañada de acercamiento a los imanes para garantizar que estos advirtieran contra las manifestaciones durante las oraciones del viernes.

Tales medidas preventivas vinieron de la mano de incentivos financieros y de cooptación, de atender las necesidades específicas de la población libia y las debilidades en el sistema libio –principalmente, la falta de viviendas. Como las empresas turcas (en Libia) cayeron inesperadamente bajo una fuerte presión para completar los proyectos de vivienda, Gadafi pidió a los libios en la televisión estatal que reclamaran sus derechos a la vivienda pública, lo cual impulsó a miles de personas a ocupar las viviendas aún sin terminar. [1]

Gadafi también activó las estructuras tribales pre-existentes en el país, al parecer mediante la celebración de reuniones con los miembros –y ofreciendo incentivos– del "Comité Popular de Liderazgo Social", una agrupación de líderes tribales que constituye una estructura fundamental del régimen de Gadafi, para evitar que el "Día de la Ira" se llevara a cabo. También se sostuvieron reuniones con periodistas y figuras de los medios para garantizar la limitación de daños en el frente de los medios de comunicación. También se hicieron algunos cambios de personal para apaciguar a los manifestantes potenciales, como la sustitución del decano de la Universidad Qar Yunis.

Además, en los últimos días se ha visto una serie de dimisiones de representantes del régimen de relativamente alto nivel que mueve a especular que los días de Gadafi están contados.

Mientras tanto, aun antes de que comenzaran las protestas, la represión pareció ser –como siempre en Libia– un factor clave en la reacción de Gadafi a la oposición. Antes de las protestas, la represión se mantuvo cubierta por el sistema jurídico –no sólo el arresto de Terbil, sino  del  activista por los derechos humanos Jamal al Hajji, a principios de febrero. A pesar de que fue acusado de golpear a un hombre con su coche, la razón probable para su arresto fue su llamado a protestas pacíficas, y se supone que los agentes que lo detuvieron son miembros del órgano de seguridad interna.

LAS PROTESTAS SE EXTENDIERON

El 15 de febrero, los manifestantes fueron recibidos con balas de goma y cañones de agua. En los días que siguieron, el número de manifestantes creció, con cifras concomitante de muertes. El 18 de febrero, más de 40 personas fueron reportadas muertas y ese número ha aumentó a más de 300. Se reportó que algunas víctimas habían sido muertas a tiros durante los funerales y las marchas por los caídos en las manifestaciones contra el gobierno por personal de seguridad. Mientras tanto, el levantamiento se extendió a ciudades como Bayda, Derna, Toburk y Misrata. Los informes han sido incompletos y el testimonio de los testigos difíciles de verificar, como resultado del bloqueo de los medios de comunicación en Bengasi y el resto del país, con versiones contradictorias dadas por activistas de la oposición. El 20 de febrero, se constató que gran parte del este había caído en manos de la oposición, mientras se informaba que oficiales del ejército y la policía se pasaban del lado de la gente en la calle y Al-Jazeera reportaba que un grupo de oficiales del ejército, y figuras como el general Suleiman Mahmud, habían emitido un comunicado prometiendo su apoyo a los manifestantes.

Mientras tanto, en los últimos días, las protestas tomaron un nuevo giro y ha comenzado a extenderse en Trípoli un paisaje muy diferente.

TENDENCIAS ANTIGUAS Y NUEVAS

Que las protestas comenzaran en Bengasi no es ninguna sorpresa. La parte oriental de Libia estuvo afiliada a la monarquía y tradicionalmente se opuso al régimen de Gadafi. Aunque inicialmente Gadafi y el Consejo del Mando Revolucionario, en teoría, se opusieron a la predominancia de las tribus y la afiliación tribal en Libia, con el tiempo, Gadafi llegó a confiar en el sistema tribal para proteger su revolución frente a la oposición política. Las tribus en las que se apoyó Gadafi no eran las de Oriente, sino más bien su propia tribu, la Qaddadfa, de la región de Sirte, así como la tribu Maqraha, del Fezzan, y la tribu Warfalla de Tripolitania Occiddental. Estas tribus fueron promovidas a posiciones de poder político a expensas de la exclusión de las tribus de la Cirenaica, afiliadas previamente a la monarquía. A esta exclusión política se han añadido los problemas económicos, el desempleo y el subempleo abundan; y las políticas económicas promulgadas por el cada vez más errático Gadafi, que –especialmente, en el contexto de las riquezas relativas de hidrocarburos del país– crearon una sensación de inestabilidad y resentimiento.

El general Abdul Fatah Younis, un ex secretario del Comité Popular General de Seguridad Pública, de hecho el ministro del Interior de Libia, entregó su renuncia el 22 de febrero

Estos problemas llegaron a un punto grave a mediados de la década de 1990, cuando se originó un levantamiento islamista en el Este, con enfrentamientos armados entre los islamistas y los servicios de seguridad en las calles de Bengsi. En reacción a los opositores políticos, sobre todo porque se enfrentaba a la oposición islamista, Gadafi comenzó a confiar más estrechamente en su propia comunidad tribal. Situó en posiciones sensibles –y por lo tanto, con poder político y financiero– a miembros de su propia tribu, a expensas de otros aliados tribales, haciendo que el régimen fuera más estable en algunos aspectos, pero también a costa de la reducción de su base de apoyo.

Esto puede haber llevado a la tribu Warfallah –que tiene un lazo de sangre con la propia la tribu de Gadafi– que declarara a Al Jazeera que ahora está del lado de los manifestantes. Suponiendo que esta es una decisión clara, se trata de un acontecimiento nuevo e inesperado que se suma a los problemas del régimen

Además, en los últimos días se ha visto una serie de dimisiones de representantes del régimen de relativamente alto nivel que mueve a especular que los días de Gadafi están contados. Al igual que el embajador Ali Aujali, el embajador de Libia en  EE.UU –un  cargo importante–;  los embajadores de Libia desde Polonia hasta Bélgica abandonaron sus puestos, con otros, como el delegado en la ONU, el embajador Ibrahim Dabbashi, quien acusó a Gadafi de llevar a cabo un "genocidio" contra su propio pueblo.

Estas figuras diplomáticas estuvieron acompañadas por el ministro de Justicia, Mustafa Mohamed Abud al Jaleil, que se oponían al "uso excesivo de la violencia." De manera creciente, se supo de la renuncia de figuras militares, en particular en el Oriente del país. Lo más significativo, el general Abdul Fatah Younis, un ex secretario del Comité Popular General de Seguridad Pública, de hecho el ministro del Interior de Libia, entregó su renuncia el 22 de febrero, afirmando en una entrevista con Al Arabiyya que había "rogado a Gadafi no enviar aviones "(contra los manifestantes).

A mediados de los años 2000 circularon rumores de un golpe de Estado –un factor importante para esto es la presencia de las divisiones tribales y provinciales en el Ejército.

Con toda probabilidad, estas figuras no están motivadas por una oposición ideológica al régimen, sino por el cálculo de que el régimen se tambalea, está a punto de caer, y que lo mejor es abandonar el barco que se hunde. Sin embargo, no está claro hasta qué punto su abandono del régimen pueda impactar su estabilidad. Después de todo, la mayoría de estas personas no forman parte del círculo íntimo de Gadafi, ni son cruciales para la seguridad del régimen. Jefes de los distintos componentes de la seguridad han hecho pocas declaraciones públicas,  lo cual hace suponer que por el momento están con el régimen, mientras que las fuentes pro-régimen –de ningún modo informantes objetivos– han indicado a los medios de comunicación que tribus aliadas se mantienen firmes con Gadafi. Sin embargo, si algunas de estas personas llegaran a decidir que el régimen de Gadafi ha llegado a un punto de inflexión, ellos también pudieran verse tentados a entregar al gran líder para salvar su propio pellejo, si eso fuera todavía posible.

RÉGIMEN DE POST REACCIÓN DE INICIO PROTESTAS

En la medida en que continuaban las protestas y aumentaba su fuerza, la respuesta del régimen se intensificó. Puso más énfasis en la represión, con una cifra de muertos posterior que subió a más de 300. Ha habido informes de disparos de francotiradores y ataques aéreos por aviones de guerra y helicópteros. Mientras tanto, surgen rumores de una acción represiva contra los detentadores del poder político que han tratado de romper con el régimen, así como informes de que el general Abdul Fatah Yunis ha sido secuestrado.

Al diferencia de Egipto y Túnez, el ejército libio es relativamente poco importante como pilar del régimen y como institución. Gadafi no parece confiar en el mando y las filas de su ejército que está atravesado y dividido por las afiliaciones tribales. Según se informa, mercenarios extranjeros han sido traídos para ayudar a sofocar la sublevación. Gadafi, en su senda hacia el poder –mediante un golpe militar–, sospecha, naturalmente, del poder del ejército. Ha enfrentado intentos de golpe de estado antes, incluyendo uno en 1975, por el Consejo del Comando Revolucionario. En tiempos más recientes, una revuelta islamista en Bengasi en la década de 1990 atrajo la simpatía de miembros del ejército. Y a mediados de los años 2000 circularon rumores de un golpe de Estado –un factor importante para esto es la presencia de las divisiones tribales y provinciales en el Ejército.

Sin embargo, en todo caso, los jugadores claves en el régimen de Gadafi, incluyendo a sus hijos, han sido situados a cargo de brigadas especiales, esencialmente responsables de proteger al régimen, como Khamees, que dirige una unidad de fuerzas especiales (la brigada 32ª) y había solicitado con anterioridad la compra de equipos militares de los Estados Unidos. También está Muatassim, quien ha operado como asesor de seguridad nacional. Mientras tanto, la importancia general del ejército en la estabilidad del régimen palidece al lado de la de los servicios de seguridad que se le superponen y que suelen estar encabezados por parientes  de Gadafi y miembros de su familia. Estos, desde la Organización de Seguridad Jamahiriyya (Hai’at Amn al-Libia) hasta el servicio secreto militar secreto (Al-Istikhbarat al-Askariya) se crearon en respuesta a las amenazas al régimen, para salvaguardarlo, y son dirigidos por personas con un vínculo personal con Gadafi. Es probable que sean estos los  grupos en los que Gadafi confía, al margen de la simpatía de los conscriptos del ejército con los manifestantes en la parte oriental del país. Son estos servicios de seguridad los que están vigilando las principales instalaciones y los edificios sensibles, un factor central en la evaluación de la longevidad del régimen.

El recurso  de apelar a los símbolos nacionales refleja de nuevo la estrategia a largo plazo de Gadafi de envolverse a sí mismo en un manto anti-occidental y anti-imperialista

Sin duda, estas organizaciones que están por encima de todo, tradicionalmente, han formado parte del cálculo de "divide y vencerás" del régimen. Parte de la suposición de Gadafi es que ellas van a defender el régimen, ya que están compitiendo por bienes políticos y económicos con otros grupos, y que el colapso del régimen, que traerá malsanas represalias por parte de los manifestantes, dará lugar a una batalla de vida o muerte por el control entre las voces a favor y en contra del régimen.

Además de recurrir a la violencia, el régimen también impuso un bloqueo informativo en el país, al cortar inicialmente el acceso de los ciudadanos a Facebook y otros sitios de Internet. Mientras tanto, la respuesta oficial del régimen ha llegado principalmente a través de dos canales –-Saif al Islam, hijo de Gadafi y el aparente "reformador" del país, y el propio Gadafi. Estas respuestas han reflejado las diversas estrategias de probada eficacia del régimen: divide y vencerás, la represión, y  –sobre todo en el caso de Gadafi padre– de depender mucho de la retórica anti-imperialista para ganar legitimidad. Estos discursos parecían estar dirigidos tanto a un público interno libio como a la comunidad internacional. Aunque cada una de estas alocuciones difieren en términos de la entrega y el tono, gran parte de su mensaje subyacente es el mismo, a pesar de la asunción por parte de muchas personas en Occidente de que Saif es la cara más moderada del régimen.

El discurso de Saif en la televisión estatal tuvo lugar el 20 de febrero. Que el rostro "reformista" del régimen fuera el que primero capturara el discurso de los medios de comunicación parece indicar que Gadafi ha visto la necesidad de apaciguar y responder a las demandas de los manifestantes. Sin embargo, el propio discurso parecía estar, lamentablemente, fuera de contacto con las demandas de los libios. Saif prometió reformas políticas, incluyendo la mayor parte de la misma plataforma que había formado parte de "al-Ghad Libia" de Said ("La Libia del Mañana"), el programa que ha intentado impulsar desde alrededor de 2005, pero que ha avanzado poco.

Para invocar la legitimidad religiosa, como lo ha tratado de hacer cada vez que se ha enfrentado a la oposición religiosa, Gadafi citó el Corán, alegando que los actos de los manifestantes eran punibles por edictos religiosos.

Sin embargo, el propio discurso provocó, más que pacificar, porque las concesiones políticas eran sólo una pequeña parte. Saif trató de enmarcar a los manifestantes como adictos a las drogas, y culpó a la presencia de extranjeros –incluyendo los árabes y los africanos– que amenazaban la unidad de Libia con el objetivo de dividir el país en pequeños estados, además de usar la amenaza de los radicales islamistas. Esta estrategia estuvo muy en línea con noticias de JANA, el canal oficial, que argumentó que "las redes extranjeras" intentan "desestabilizar la seguridad y la unidad nacional de Libia". Saif también trató de conjurar el demonio (muy real) de la inestabilidad, tanto como hizo su padre en el caso de Ben Ali. En su discurso, habló de la amenaza de "guerra civil", mientras que las noticias JANA versaban sobre "ataques dirigidos a entorpecer los bancos y quemar los archivos de los casos penales en los tribunales", en un intento por convencer a los libios de lo necesario de su líder fuerte. Mientras tanto, al igual que el viceministro de Relaciones Exteriores de Libia, Khaled al Ghaa’eem, intentó atribuir las muertes de los manifestantes a errores del ejército y la policía, opuestas a las estrategias del régimen.

Saif al Islam también aludió a la amenaza de la represión con el argumento de que "Vamos a luchar hasta el último momento, hasta la última bala" para salvaguardar el régimen. En el discurso hubo alusiones a las repercusiones económicas de la inestabilidad actual, incluyendo la pérdida de inversión extranjera, tal vez insinuando el empleo de un palo económico contra los manifestantes.

Aunque se rumoraba que Saif no hace más que continuar el mismo discurso (de Gadafi), hasta la fecha no ha ocurrido así, lo que genera confusión en las altas esferas del régimen en cuanto a la mejor forma de manejar el levantamiento.

Gadafi, por su parte, hizo dos discursos distintos. El primero fue breve, simbólico, en el contexto del museo "Casa de Fuerza", una antigua residencia suya en Trípoli que fue bombardeada en el ataque de EE.UU. en 1986. El discurso, con poca fanfarria, parecía estar destinado principalmente a garantizar a los libios que, a pesar de los rumores, él se mantiene en el país. En el contexto de pasadas luchas libias, la breve declaración dirigida a invocar la legitimidad de su gobierno en su lucha contra los "opresores" extranjeros, y presentando a un Gadafi en un coche sin personal de seguridad, mostrar que su gobierno estaba a salvo y que la oposición fue limitada e inocua.

El segundo discurso de Gadafi, de una hora de duración en la televisión estatal, refleja muchas de sus estrategias habituales y de nuevo tuvo como escenario el contexto de los bombardeos de 1986. Gadafi intentó posicionarse como algo separado de la política del país, argumentando que "no soy un presidente para renunciar." Esta táctica le permitió en el pasado distanciarse de cualquier crisis política y económica, con el fin de culpar a otros y manipular a otros actores desde una posición política segura.

Amenazador es el uso de la fuerza contra los manifestantes, a quienes llamó "ratas grasientas." El discurso de Gadafi no ha cambiado desde la década de 1980, cuando estimuló los asesinatos extrajudiciales de opositores políticos, conocidos como "perros callejeros". También en este caso, Gadafi instó a los libios a armarse para "limpiar a Libia casa por casa." Esto hace eco de la estrategia de Gadafi en la década de 1970, cuando al enfrentarse  a la oposición política inauguró la estructura del Comité Revolucionario como una forma de subcontratación, acorde con la Jamahiriyya, y como un medio para estabilizar su gobierno.

El recurso  de apelar a los símbolos nacionales refleja de nuevo la estrategia a largo plazo de Gadafi de envolverse a sí mismo en un manto anti-occidental y anti-imperialista. A raíz de la brutal ocupación colonial de Libia por Italia, esa estrategia ha tenido en el pasado atractivo popular y le ha dado a Gadafi la legitimidad que tanto necesita. De hecho, Gadafi continuó en esta línea al pedirle a los libios: "¿Quieres que los americanos vengan y nos ocupen? Nuestro país se convertirá en un Afganistán. ¿Es eso lo que quieres? ".Gadafi siempre se ha visto a sí mismo como un líder más allá de las fronteras de Libia, como el símbolo del pan-arabismo y aun más, al ungirse a sí mismo como el "Rey de Reyes "de África. En su discurso, esta búsqueda pareció ser un baluarte contra su expulsión del poder, puesto que dijo, "Yo soy la gloria que no pueden ser abandonada por Libia, los árabes, los Unidos y América Latina."

Por último, Gadafi apareció para recurrir a los mecanismos de "divide y vencerás", principalmente a través de la utilización del espectro islamista. Al igual que Saif, culpó de la sublevación a los islamistas que querían "crear otro Afganistán", seguidos erróneamente por jóvenes "drogados". Para invocar la legitimidad religiosa, como lo ha tratado de hacer cada vez que se ha enfrentado a la oposición religiosa, Gadafi citó el Corán, alegando que los actos de los manifestantes eran punibles por edictos religiosos.

La concesión que Gadafi parece haber estado dispuesto a hacer es la creación de una constitución. Defendida durante mucho tiempo por Saif, el adelanto de semejante documento había sido bloqueado, muy probablemente por Gadafi, quien se oponía a ese instrumento en su Libro Verde. Esto, con el discurso anterior de Saif y la mención de su hijo en su discurso por televisión, parece apuntar a un aumento en la confianza en el hijo para asegurar la estabilidad. También puede que se haya dado cuenta, quizás demasiado tarde, que una adopción temprana de las reformas propuestas por Saif habría socavado parte de la oposición actual. Aunque se rumoraba que Saif no hace más que continuar el mismo discurso (de Gadafi), hasta la fecha no ha ocurrido así, lo que genera confusión en las altas esferas del régimen en cuanto a la mejor forma de manejar el levantamiento.

¿QUÉ VIENE AHORA!?

Los próximos pasos para Libia todavía son inciertos. Aunque Gadafi parece haber mantenido el control en Trípoli, el Oriente del país en la actualidad parece estar fuera de su alcance. Sin embargo, la falta de instituciones en el país augura mal para la estabilidad, cualquiera sea la forma en que se desarrolle la situación. Cualquier escenario puede presentarse:

Una campaña exitosa en Trípoli y el régimen, más tarde, logra el control del este del país, mediante la represión económica, incluyendo, quizás, un sitio. Podría tener lugar un baño de sangre, con la venganza violenta contra los opositores del régimen.

Continúa el caos y se produce una escisión de facto del país en estados más pequeños.

La conclusión de algunos en el círculo íntimo de Gadafi que para preservar mejor su poder se debe echar por la borda el Gran Líder, con su posterior muerte o salida del país. Esto puede conducir a luchas internas en el régimen, así como potenciales luchas intestinas con el aumento de la violencia. La rivalidad previamente documentada entre Saif y su hermano Muatassim, afiliados a organizaciones de seguridad, pudieran terminar desempañando un papel aquí.

La presencia del petróleo en la parte oriental del país, sin duda, entra en las escenas finales de Libia, puesto que la industria de los hidrocarburos funciona como la principal fuente de ingresos del régimen. Saif al Islam, con astucia, hace referencia a esto en su discurso: "¿Quién tiene la capacidad de administrar el petróleo en Libia? ¿Cómo podemos dividir el petróleo…? Habrá conflictos mayores y sangrientos por eso. "

De cualquier manera, como en los últimos 40 años bajo Gadafi, el pueblo libio será el que más perderá, sin estabilidad, ni un gobierno que funcione a la vista. Mientras tanto, Occidente sufrirá sus propias repercusiones con la creciente inmigración ilegal a Europa, el aumento de los precios del petróleo, y, posiblemente, un área de funcionamiento más libre de los terroristas, incluyendo Al Qaeda, en el Magreb Islámico.

*Dana Moss: académico asociado del Instituto Washington para Política del Cercano Oriente.