Washington (EFE/ Cristina García Casado).- La primera gran cita electoral de Estados Unidos, los caucus de Iowa, es determinante no por lo que se vota sino por cómo se interpreta lo que se vota: el senador Marco Rubio logró el ansiado "momentum", mientras que la favorita Hillary Clinton evita la pesadilla de perder las dos primeras primarias.

La tradición política estadounidense enseña que en Iowa no gana el que queda primero, sino el que supera las expectativas. Bajo esa premisa, el gran ganador de anoche fue Rubio y así lo sentencia hoy toda la opinión publica en Estados Unidos.

El joven legislador hispano, de 44 años, se hizo con el ansiado "momentum", ese impulso que atrae la atención de los medios y los donantes y puede cambiarlo todo.

Rubio estaba tercero en los sondeos, siete puntos por detrás del senador Ted Cruz y 11 del magnate Donald Trump, y dio la sorpresa de la noche al acabar a una diferencia de apenas un punto del multimillonario, que tuvo que lidiar con el título que más detesta, el de perdedor.

Rubio se presenta como puente que puede "unir al partido y al movimiento conservador", como dijo el lunes, victorioso, en un discurso que algunos medios han comparado con el que Obama dio tras vencer a Hillary en los caucus de 2008

Trump, favorito en todos los sondeos desde hace meses, quedó segundo, tres puntos por debajo de Ted Cruz, que "se ganó" su victoria en Iowa, como hoy concedían rivales y editorialistas, con la campaña más organizada sobre el terreno en un estado que se gana con el puerta a puerta.

Cruz, un ultraconservador alejado del "establishment" (el grupo dominante) del partido, supo dirigirse a los republicanos de Iowa en su idioma, el de los valores conservadores, e hizo suya la base que ha marcado en los últimos años los caucus republicanos: los votantes evangélicos.

Trump, divorciado varias veces y del que se cuestiona su conservadurismo social, quiso ganar en Iowa saltándose las reglas de la campaña cercana y no le funcionó. Su casi total silencio tras conocerse los resultados, más allá de una escueta declaración obligada de dos minutos, era revelador.

"Mi experiencia en Iowa fue estupenda. Empecé con todos los expertos diciendo que no lo haría bien y acabé segundo. Bien", escribió hoy en Twitter tras horas de ausencia en una red social, en la que es muy activo.

El magnate no invirtió tanto como sus rivales en Iowa y sus "valores neoyorquinos", la frase que usa Cruz para recordarle al país que el magnate no es suficientemente conservador en lo social, pueden haber jugado en su contra en un estado que se toma muy en serio su papel de primero en escudriñar a los candidatos presidenciales en Estados Unidos.

Los caucus republicanos de Iowa, dominados por el voto evangélico, no apuntaron bien en las últimas dos ediciones, cuando ni Micke Huckabee (2008), ni Rick Santorum (2012) lograron la nominación del partido.

Por eso hoy, aunque Cruz ganó en Iowa, todos los ojos miran a Marco Rubio, que ha pasado en menos de seis años de ser un senador "junior" aupado por los ultraconservadores del "Tea Party" a convertirse en la mejor esperanza del aparato del partido para recuperar la Casa Blanca en estas elecciones.

Rubio se presenta como puente que puede "unir al partido y al movimiento conservador", como dijo el lunes, victorioso, en un discurso que algunos medios han comparado con el que Obama dio tras vencer a Hillary en los caucus de 2008.

"Me dijeron que tenía que esperar mi turno, esperar en la fila, pero después de siete años de Obama no tenemos tiempo de esperar para recuperar la Casa Blanca", afirmó Rubio con entusiasmo.

El influyente The Wall Street Journal predecía hoy que el "momentum" de Rubio va a traducirse inmediatamente en un aumento en las aportaciones a su campaña de los grandes donantes republicanos, para quienes anoche se confirmó que el senador por Florida es la alternativa del "establishment" ante Cruz y Trump, candidatos considerados demasiado extremos para ganar unas presidenciales.

Rubio se impuso, por muy amplio margen, al candidato que en enero de 2015 era el gran favorito del aparato del partido, su otrora mentor Jeb Bush, exgobernador de Florida e hijo y hermano de expresidentes, que a pesar de la gran inversión que hizo en Iowa quedó sexto con un paupérrimo 2,8 % de los votos.

El "momentum" de Rubio se le escapó entre los dedos a Sanders, que salió derrotado por la mínima frente a Hillary Clinton en los caucus demócratas más disputados de la historia, con un 49,57 % frente al 49,86 % de la ex secretaria de Estado.

Los analistas coinciden en que Sanders fue sin duda uno de los ganadores de la noche, ya que nadie esperaba hace unos meses que pudiera quedar tan cerca de la gran favorita, pero todos opinan también que necesitaba algo más que ese empate virtual para que su campaña lograra un impulso definitivo.

Sanders parte como favorito para las siguientes primarias, las del día 9 en Nuevo Hampshire, un estado con más del 90 % de población blanca y vecino a Vermont, su estado, pero su prueba de fuego vendrá en las siguientes primarias en el sur y el oeste del país, en las que se probará si su mensaje llega al votante no blanco, de momento ampliamente favorable a Clinton.

La ex secretaria de Estado aparece hoy en la lista de ganadores de los caucus en todos los medios. Su victoria fue pírrica pero evitó la peor pesadilla de su campaña: perder en Iowa y Nuevo Hampshire, algo de lo que solo pudo recuperarse un candidato, su marido Bill Clinton en 1992. EFE