Cortesía de 7Dias.com.do, tomado de Le Nouvelliste.

Al momento de la inscripción de los candidatos a la presidencia, en la ruta Frères reinaba un ambiente de carnaval.  Los militantes, portando camisetas, gorras, pancartas y afiches con la imagen de sus líderes, ponían el entusiasmo.  Carrozas y grupos de rará  participaron también de esta puesta en escena.  Según la lógica de ciertos candidatos, es necesario encandilar los espíritus, mostrar el poder de la propia popularidad.  Pocos ellos apostaron a la sobriedad.

Al micrófono de los periodistas, algunos expusieron las líneas gruesas de sus programas políticos. Deseos, lugares comunes, supuestas orientaciones, fueron el resultado de estas exposiciones. Falta saber si tienen efectivamente programas viables, la experiencia, el equipo para cumplir las promesas, sin alienarse la administración central del Estado, muleta indispensable, a pesar de sus debilidades, de toda acción política.

Porque el país no puede pagar los gastos de una nueva aventura, de viajes sin rumbo, sin equipaje, es urgente lanzar el debate sin depender de los “programas políticos electorales”.  Tamizar los candidatos, abrir el paraguas.

En relación con esa especie de lista de la compra en la que corren el riesgo de convertirse algunos de esos programas políticos, los distintos sectores deben preparar su libro blanco con sus propuestas, exigencias y expectativas que esperan a cambio del financiamiento y del apoyo político.  Será necesario esta vez inventar un lobbismo proactivo, inteligente. ¿Cuál será, por ejemplo, el lugar del turismo, el único sector que ha conocido una tasa de crecimiento este año de un 10 %, durante el próximo quinquenio?  ¿Cuáles medidas adoptar, en buena lógica, para dar continuidad a las buenas iniciativas en el marco de políticas públicas que aseguren el crecimiento de este sector? ¿Cuál será la política energética? ¿Cuáles son las soluciones de Electricidad de Haití, empresa pública en quiebra que se traga cada año en subvenciones más de 200 millones de dólares americanos del presupuesto? Más allá de las palabras, de los eslóganes, de los “hay que…”, ¿cuáles son las políticas que se pondrán en marcha para reducir el déficit de la balanza comercial, que alcanzó los tres mil millones de dólares en 2014? ¿Es que un candidato a la presidencia puede garantizar que invertirá su esfuerzo en estimular a los defensores de la economía monetaria y a los importadores a invertir  en la agricultura haitiana?

¿Podemos correr el riesgo de la sobrevivencia de este sistema de exclusión? ¿Qué haremos para que las inversiones públicas con los recursos de Petrocaribe, un préstamo, estén al servicio del crecimiento? ¿Podrá comprenderse, incluso si hay intereses de clanes que deben ser satisfechos  y amigos que deben ser enriquecidos, que es absolutamente inaceptable que la administración Martelly-Lamothe haya gastado 185 millones de dólares en la construcción de estadios deportivos y no en centros de formación profesional? ¿Cómo pagaremos las locuras de la era Martelly que dejan una deuda de 1,600 millones de dólares contratada en el  marco de Petrocaribe, es decir, el 20 % del PIB de Haití?

Se espera que los que quieren dirigir a Haití den un giro a nivel fiscal y monetario, puesto que con una presión fiscal tan débil, impuestos tan inequitativos y subsidios que no lo son menos respecto al resto del país, nadie puede esperar milagros. ¿Cuál de los candidatos tendrá el coraje de incitar a la responsabilidad fiscal?  También se espera que los candidatos den un viraje importante en cuestiones como la educación, la formación universitaria y profesional, la seguridad, la preservación del medio ambiente y la política cultural.

Existen altas posibilidades de que los candidatos sean bombardeados con tonterías. Esta vez, con o sin ataques a la personalidad del candidato, ¿estará la prensa a la altura de las circunstancias? ¿Comprenderemos que estas elecciones no son únicamente la oportunidad de obtener un poco de dinero a través de la publicidad? ¿Comprenderemos que es necesario ser inteligentes, estar vigilantes de que las fuerzas del dinero, limpio o sucio, no financien nuevamente la cacofonía de una repetida farsa electoral; que debemos estar decididos a elegir la aventura con tal de evitar que el statu quo perdure?

Las preguntas y las preocupaciones que deben ser expuestas son numerosas.