SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Aunque usted no lo crea, Leonel Fernández, el político que hoy justifica la agresión de sus seguidores contra ciudadanos y periodistas a los que consideran desafectos, denunciaba años atrás cómo las clases dominantes usaban los medios de comunicación para mantener en el conformismo y la pasividad al pueblo y evitar que se revelara contra el orden establecido.

Al mismo tiempo, afirmaba que la revolución socialista devolvía al pueblo el derecho a la palabra que en el capitalismo estaba conculcado por las clases dominantes.

En un artículo escrito en la revista Teoría y Acción, órgano teórico del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Leonel Fernández escribió:

“..esos medios de comunicación desempeñan el papel de instrumentos ideológicos bajo el dominio de la clase dominante, y su importancia es indudable, pues hasta cierto punto, la comunicación de masas es una continuidad de la educación formal que se recibe en las escuelas, y como se sabe, en la sociedad dividida en clases, la que domina se caracteriza por activar en los individuos un llamado “proceso de socialización” cuyo fin calculado es provocar en el comportamiento de las personas una actitud de conformismo y pasividad frente al orden establecido”.

Y agregaga:

“En la sociedad capitalista moderna, como en todas las formas previas de organización social, con excepción de la comunidad primitiva, el poder político descansa en una relación de dominio y de subordinación y, mediante la comunicación, la clase dominante, que es la que hace el papel de emisor, impone, a través de medios que son de su propiedad, determinados mensajes a un receptor anónimo, disperso y mudo, que es el pueblo”.

Y concluía:

“Por eso la revolución socialista, al plantearse una ruptura con toda forma de dominio y explotación, lucha también por devolverle al pueblo su derecho a la palabra”.

El tema toma vigencia a propósito de la respuesta que dio el ex presidente Leonel Fernández a una pregunta que le hicieron durane su reciente visita a la OEA, acerca de las golpizas y otros abusos que cometieron sus seguidores contra periodistas y otros ciudadanos, incluida una dama.

A continuación el artículo completo, publicado en el año 1980 por la revista que dirigía el profesor José Antinoe Fiallo, quien fuera fundador del PLD y que cedió este y otros documentos relacionados a la redacción de Acento.com.do

Sobre Política, Comunicación y Lucha de Clases­*

Por Leonel Fernández

A pesar de la distinción que generalmente se hace entre lo político, o lo que podría ser considerado como la superestructura jurídico-política del Estado, y las prácticas políticas de clase, o lo que puede ser también denominado la política, lo cierto es que tanto en su acepción de ciencia como de actividad práctica, la política se ejerce en torno a una relación de poder.

Eso puede ser observado dondequiera que se produzca una agrupación humana.  Por ejemplo, en el interior de la familia, que es considerada por los sociólogos como la célula social por excelencia, se da una relación de poder desde el momento en que el padre, y en menos medida la madre, ejercen un papel de dirección sobre los hijos, es decir, desde el instante en que se produce una relación entre dirigentes y dirigidos o gobernantes y gobernados.

Pero una situación semejante podría ser encontrada, naturalmente, en el caso de una escuela, donde el maestro hace el papel de dirigente y los alumnos de dirigidos, así como en el de una iglesia, un sindicato, un partido político, y en fin, como ya indicamos, en cualquier tipo de organización humana.

No obstante, en los casos que hemos presentado, la relación entre dirigentes y dirigidos, es decir, la relación de poder, descansa en el concepto de autoridad, y resulta que en el campo de la política la noción de poder es mucho más amplia.

Para que pueda alcanzar toda su dimensión el concepto de poder tiene que estar indiscutiblemente ligado al criterio de clase; y es por esa razón que al referirse al problema, Nicos Poulantzas, un connotado teórico marxista de nacionalidad griega sostiene que “El concepto de poder se refiere a ese tipo de relaciones sociales que se caracteriza por el “conflicto”, por la lucha de clases, es decir, a un campo en cuyo interior, precisamente por la existencia de las clases, la capacidad de una de ellas para realizar por su práctica sus intereses propios está en oposición a la capacidad –y a los intereses- de otras clases.  Esto determina una relación específica de dominio y de subordinación de las prácticas de clase, que se caracteriza precisamente como relación de poder”.

“Por eso la revolución socialista, al plantearse una ruptura con toda forma de dominio y explotación, lucha también por devolverle al pueblo su derecho a la palabra”.

Y agrega:  “La relación de poder implica, pues, la posibilidad de demarcación de una línea clara, partiendo de esta oposición, entre los lugares de dominio y de subordinación.   En el marco de  sociedades  donde no  existe esa  división  de clases…

y donde, pues, esas relaciones no pueden ser especificadas por esa lucha como relaciones de dominio y de subordinación de clases, debería retenerse el empleo de un concepto diferente, que sería finalmente el de autoridad”. (1)

De manera pues, que las relaciones de poder son relaciones de clases que se dan en toda sociedad donde existe una división social y, por consiguiente, donde se crea una relación de dominio y de subordinación.  Pero debemos agregar que para los clásicos del marxismo, el concepto de política como relación de poder de una clase sobre otra tiene raíces históricas, y es lo que Marx y Engels ponen de relieve en el Manifiesto Comunista al afirmar que la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases y de que toda lucha de clases es una lucha política.

Ahora bien, en el seno de una sociedad dividida en clases, el marco más amplio del ejercicio del poder político lo constituye el Estado, y por esa razón, tanto para los revolucionarios como para los contrarrevolucionarios, el dominio y control de este instrumento se convierte en el problema político central.

Pero lo que cabría preguntar es lo siguiente:  ¿Cómo, a través del control del Estado, una clase logra imponer sus condiciones a las demás clases?  Para ser más específicos, ¿cómo en una sociedad capitalista, la clase dominante, que es la de los burgueses o capitalistas, logra imponer su condición de clase a los trabajadores, así como a los distintos sectores de la pequeña burguesía?

Sin duda, el ejercicio del poder político a través del Estado se ha planteado históricamente y se sigue planteando en el interior de una sociedad capitalista a dos niveles, que son, en primer lugar, el empleo de la violencia, y en segundo término, el uso de la capacidad de persuasión para garantizar la legitimidad del poder.

En lo que se refiere al empleo de la violencia por parte del Estado, está de más señalar las distintas instituciones que éste tiene a su servicio para hacerla ejecutar, como son, la policía, el ejército, las cárceles, los tribunales, etc., y en cuanto a la capacidad persuasiva, es preciso reconocer que sus medios de canalización se encuentran en lo que Louis Althusser ha llamado con toda propiedad los aparatos ideológicos del Estado.

Esos aparatos ideológicos del Estado están formados, entre otros, por el sistema educativo, el sistema judicial, la familia, la religión, los sindicatos, los partidos políticos adheridos al sistema y los medios de comunicación;  y es a  través de los mismos como el Estado capitalista proyecta e impone su ideología sobre las demás clases sociales, con lo que se asegura no sólo la cohesión del sistema sino su reproducción, o sea, su perpetuación a través del tiempo.

En una cita, múltiples veces repetida, pero que no por ello deja de tener fuerza y autoridad, Marx señalaba lo que sigue:  “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.  La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ellos, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”. (2)

Antes de continuar conviene explicar que en la producción de los bienes materiales que necesitan para asegurar su subsistencia, los hombres entran en determinadas relaciones de producción.  El conjunto de esas relaciones de producción constituye la base económica de la sociedad, sobre la cual se erige una superestructura jurídico-política e ideológica que se corresponde con determinadas formas de conciencia social; y a la suma de la base económica y de la superestructura es a lo que se llama modo de producción.

Dentro de cada modo de producción, el proceso productivo solo puede llevarse a cabo a través de los medios de producción que el trabajador interpone entre él y la naturaleza en la realización del trabajo.  Entre esos medios de producción se encuentran la tierra,  las máquinas y las fábricas, y su importancia es de tal trascendencia que el mismo Marx llegó a señalar que “lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace, con qué instrumentos de trabajo se hace”, a lo que agregó:  “Los instrumentos de trabajo no son solamente el barómetro indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las condiciones sociales en que trabaja”.

Claro, este criterio de desarrollo técnico de los medios de producción que explica Marx, debemos añadirle el concepto de propiedad social, porque es dependiendo de qué clase tenga la propiedad de los medios materiales de producción como se podrá determinar en última instancia qué clase tendrá el control del aparato político del Estado y, por tanto, de los medios de producción espiritual que no son otra cosa que los mismos aparatos ideológicos del Estado a que Althusser hace referencia.

Ahora bien, al constituir la producción de bienes materiales un proceso de carácter social, desde un principio se ha requerido de un determinado instrumento de relación entre los hombres que participan de ese proceso, y ese instrumento es el de la comunicación, que viene del latín communis, y significa poner en común.

Al hablar sobre el origen del lenguaje como forma de comunicación, Engels señaló que “… el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta y, al mostrar así las ventajas de esta actividad conjunta para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más  a los miembros de la sociedad.  En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros…”, y añadió que “primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano…”(4)

Así ocurre que como resultado del trabajo, la comunicación se desarrolló por medio del lenguaje articulado dando origen a la forma más simple de comunicación:  el diálogo, que se puede expresar mediante la fórmula E-R, que equivale a decir, emisor-receptor.

Pero esta forma de comunicación directa y personal estaba en estrecha correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas del modo de producción del cual surgió y, por esa razón, al producirse un cambio en las relaciones de producción que diera como resultado un nuevo modo de producción, la forma dominante de comunicación también habría de cambiar.

En términos históricos, el surgimiento del diálogo como modo de comunicación corresponde a la etapa de la comunidad primitiva.  Pero al surgir nuevos modos de producción aparecen también nuevos modos de comunicación, hasta el grado de que sin pretender parodiar a Marx se puede asegurar que también las épocas históricas se pueden distinguir unas de las otras por la forma en que los hombres se comunican, es decir, por los medios de comunicación que emplean.

Fue durante el modo de producción esclavista cuando se creó la escritura y, es de importancia hacer resaltar que la misma sólo pudo aparecer cuando por primera vez en la humanidad se produjo un excedente económico que obligó a sus beneficiarios a mantener un registro de sus bienes.  Y por eso no debe extrañar que el alfabeto fuera inventado por los fenicios, un pueblo de mercaderes y, que las primeras formas de escritura se utilizaran para asentar partidas de contabilidad.

Naturalmente, luego de la utilización de la escritura, el proceso de comunicación deja de ser simplemente una relación entre emisor y receptor, para convertirse en una relación entre emisor, medios de comunicación y receptor, que se expresa en la fórmula E – M – R, y que da lugar a que la clase que controla los medios materiales de producción tenga también bajo su dominio los medios de comunicación, con lo cual dicho instrumento, que en principio era un bien común a todos los hombres, se convierte en un elemento susceptible de ser propiedad privada y, por ende, de clase.

Durante la época feudal surgieron todas las lenguas modernas y en su etapa final, casi en los albores del capitalismo, surgió la imprenta de madera, con lo cual la palabra escrita alcanzaba mayor difusión.  Pero es bajo el capitalismo cuando hacen aparición los modernos medios de comunicación que hoy conocemos, como la prensa masiva, el teléfono, el cale trastlántico, la radio, la televisión y la comunicación vía satélite.

En la actualidad, como ya hemos indicado, esos medios de comunicación desempeñan el papel de instrumentos ideológicos bajo el dominio de la clase dominante, y su importancia es indudable, pues hasta cierto punto, la comunicación de masas es una continuidad de la educación formal que se recibe en las escuelas, y como se sabe, en la sociedad dividida en clases, la que domina se caracteriza por activar en los individuos un llamado “proceso de socialización” cuyo fin calculado es provocar en el comportamiento de las personas una actitud de conformismo y pasividad frente al orden establecido.

En la sociedad capitalista moderna, como en todas las formas previas de organización social, con excepción de la comunidad primitiva, el poder político descansa en una relación de dominio y de subordinación y, mediante la comunicación, la clase dominante, que es la que hace el papel de emisor, impone, a través de medios que son de su propiedad, determinados mensajes a un receptor anónimo, disperso y mudo, que es el pueblo.

Por eso la revolución socialista, al plantearse una ruptura con toda forma de dominio y explotación, lucha también por devolverle al pueblo su derecho a la palabra.

1.Nicos Poulantzas, Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista, Siglo XXI, México, Tercera Edición, Pág. 126.

2.- Carlos Marx, De la  Ideología Alemana, en Erich Fromm, Marx y su Concepto del Hombre, Fondo de Cultura Económica, 1962, Pág. 221.

3.-Carlos Marx, De la  Ideología Alemana, en Erich Fromm, Marx y su Concepto del Hombre, Fondo de Cultura Económica, 1962, Pág. 221.

Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, Séptima Edición, México, 1975, Pág. 132.

4.-  Federico Engels, El Papel del Trabajo en la Transformación del Mono en Hombre, Selección de Textos del Departamento de Sociología de la UASD, Págs. 99-100.

* Febrero de 1980.  Política:  Teoría y Acción No. 2, Año 1.  Páginas 23 y siguientes.

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