Felipe González regresó a España tras su viaje a Venezuela, donde no pudo ver ni un solo preso político de los cientos que se encuentran en las cárceles venezolanas. A su regreso dio una rueda de prensa y contó sus impresiones del viaje.
Dijo: "He vuelto triste por Venezuela"(…)" es un país en proceso de destrucción en todos los aspectos". Es relevante retener su preocupación que ante una situación como la que vive Venezuela "no se sabe qué hacer" ya que se trata de "una democracia traicionada".
Interesante definición, que permite ilustrar la realidad venezolana, y lo que viene pasando en otros países de América Latina aunque con menor intensidad. Tras unas décadas de democracias, ahora existen unos 12 gobiernos llamados de izquierda, de inclasificables perfiles sociopolíticos, donde el continuismo parece ser la única constante definitoria de un estilo de gobernar que tras dos periodos (socavados) se vuelven autoritarios y terminan traicionando nuestras precarias democracias.
Ciertamente, la traición a la democracia, como señala Felipe González es mucho más dura que enfrentar directamente una dictadura, ya que uno sabría de entrada a qué atenerse. Estas democracias, maquilladas, han a provechado la buena fe del pueblo y lo aniquilan en nombre de su "felicidad".
En la desesperanza, cansados de tanta mediocridad de los políticos tradicionales que los gobernaron, los pueblos han apostado a out sider, improvisados en la ética.
Así resurgió un liderazgo mesiánico para" acabar con la pobreza". Se trata de líderes envueltos en un manto de bondad, que resultan ser peor que el mal que se desea erradicar.
Sobran los ejemplos en la región que entre 1998 al 2014 han dado lugar a 18 reelecciones de gobiernos democráticos, inspirados en las ideas de la izquierda tradicional.
Lula Da Silva -líder emblemático de la región- fue el primero en decirle públicamente al presidente dominicano Danilo Medina que 4 años es poco tiempo para hacer un gobierno
¿Se debe esto a los vínculos que tienen estos gobiernos (de izquierda) con el Foro de Sao Paulo [1], creado por de Luiz Ignacio Lula Da Silva en 1990 o con el chavismo?
Algunos politólogos internacionales, como Felipe Moura ven el Foro, como "el peor enemigo del Brasil y del continente" para la democracia, ya que se tiene una agenda común para controlar el poder.
Esta realidad la ilustra la preocupación del expresidente Lula Da Silva al recordar: "nosotros tenemos la obligación de no permitir que haya ningún retroceso en las conquistas que hemos obtenido hasta ahora; ¡Ningún retroceso!”.[2]
El filósofo Olavo de Carvalho [3], quien escribió "Los cinco crimenes del Foro de Sao Paulo" (que van desde el abrigo y protección política a narcos, secuestradores, terroristas; asociación con entidades criminales, institucionalización de la ilegalidad como rutina de la vida política en decenas de naciones) ha destacado que el Foro: "Burló todas las constituciones de esos países miembros, invitando a sus gobernantes a intervenir sin pudor en la política interna de estas naciones vecinas, y proveyendo los medios para destruirlas".
Esto viene sucediendo sin que "nadie lo percibiera" nos dice Moura," lo confesó el mismo Lula, sin jamás tener que dar explicaciones a sus respectivos electores."
Todo parece comenzar con la "necesidad" de permanecer en el poder (para cumplir programas y complacer los pueblos que “piden” la reelección) alegan estos gobiernos.
La reelección aparece como el primer gran gesto de traición, junto al discreto secuestro de la institucionalidad. Lo que resulta delicado para la democracia, ya que el solo hecho de estar en el poder otorga una ventaja insuperable y "la autorización a la reelección inmediata instrumentaliza una extensión de facto disfrazada del mandato, un verdadero engaño al elector, pues es imposible derrotar al presidente que espera permanecer en el poder".[4]
Estos gobiernos generan graves disfuncionalidades políticas e institucionales, que conducen a "traicionar la democracia"; eternizándose en el poder mediante mecanismos "democráticos" fraudes y subterfugios mediáticos, que someten al pueblo a un nuevo estilo de "democracia" autoritaria populista, discursiva, mesiánica, de compulsiva corrupción, basada en la impunidad y la mentira.
Que la democracia haya sido traicionada en Venezuela, (reelección presidencial indefinida 1999) ante los ojos del mundo y con la complicidad de los hermanos latinoamericanos, puede ser un descubrimiento tardío para Felipe González. Siempre se supo que ese proyecto salido de las urnas -producto de un fallido intento de golpe- carecía de coherencia y sustentación teórica, en medio del suspenso político, indescifrable por sus mismos asesores.
El mundo vio a Hugo Chávez decirle al Dr Rafael Caldera (quien le favoreció con la amnistía cuando cumplía condena por golpisa) lo que haría con la Constitución venezolana, de allí salió a vender su carismático liderazgo por toda la región.
Lo que dio a ese proceso, características novedosas, con lealtades internacionales compradas de entrada y hasta hoy. Los poderes judiciales pasaron a depender directamente del ejecutivo, mientras se silenciaba la prensa.
El chavismo transformó el país -Chávez fue reelegido tres veces- en eso que Felipe González califica "reino de la arbitrariedad". Ese es el mismo modelo que se viene implantando en algunos países de la región, -coincidencialmente miembros del Foro de Sao Paulo- con sus adaptaciones y variantes.
Los gobiernos apoyados en la confianza, que los pueblos les otorgan en las urnas, legitiman la arbitrariedad, desmontan las instituciones y pisotean las constituciones, en medio de la más grosera impunidad.
Inspirados por presidencialismo exacerbado los gobernantes intentan modificar las constituciones para llegar a la reelección indefinida en sociedades donde está prohibida.
Este es el caso, por ejemplo, de Ecuador, con el presidente Rafael Correa en el poder desde 2006 (reelegido), calificado de "autoritario y prepotente". Aprobó una ley mordaza que le permite decidir hasta los titulares de los periódicos, llevando a la cárcel a todo aquel que intente enfrentarlo. Correa defiende la reelección indefinida. Controla las instituciones, en especial la justicia, la entidad responsable de las elecciones y ha intentado incidir internacionalmente con un cuestionado fiscal en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Daniel Ortega, que gobierna Nicaragua desde 2007, obtuvo la reelección indefinida en enero del 2014. Nicaragua es hoy un país fuertemente militarizado; con un gobierno autoritario, despótico, corrupto. Mantiene el control de las instituciones y de los medios de comunicación, ha debilitado y acosado a los partidos de oposición (tendencia a partido único). Es un aliado del chavismo de quien ha recibido ayuda económica. La sociedad civil y la iglesia lideran las manifestaciones contestatarias.
Bolivia, con Evo Morales reelecto en el 2014, está intentando a través de sus legisladores modificar la ley para la reelección indefinida, que hasta el momento ha estado prohibida al igual que en Argentina, Honduras, México, Chile, Guatemala, Honduras y Perú.
También la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, intentó en el 2012 generar un debate para cambiar la constitución y poder reelegirse por un tercer mandato en 2015. Pero la fragmentada oposición lo rechazó. Con una economía en crisis, Fernández enfrenta casos de corrupción y graves cuestionamientos que la involucran directamente, ha socavado la institucionalidad argentina.
Esas características del quehacer de gobiernos, donde quedan refundidos los roles Estado-Gobierno-Partido, están presentes en otros países de la región en diferentes grados de intensidad y de acuerdo con cada realidad y empoderamiento de los gobiernos. Todos con el argumento de la "alta popularidad" de sus presidentes, implantan la fórmula de que “es el pueblo el que exige que se queden en el poder".
¿Podemos tipificarlo como traición a la democracia?
Esto se viene dando de manera silenciosa, hasta llegar al ruido de la reelección, que ha encontrado resistencia en aquellas sociedades de instituciones sólidas, con autonomía de poderes, donde la justicia es aplicable a todos los ciudadanos, y la sociedad civil vigilante, equilibra y alerta para frenar el mal gobierno.
Lo que se ilustra con Brasil y la presidenta Dilma Rousseff, última reelegida del Partido de los Trabajadores, que intentó entronizar la reelección indefinida sin éxito y hoy, gracias a la corrupción corre el riesgo de enfrentar un impeachment (juicio político) que le haría abandonar el poder antes del tiempo pactado para su mandato.
La corrupción junto a la reelección son las dos grandes debilidades de estos partidos asociado al Foro de Sao Paulo, que si bien comparten la meta de “acabar con la pobreza", comparten otras agendas secretas, con formas y manera de gobernar, inesperadas para los pueblos.
Lula Da Silva -líder emblemático de la región- fue el primero en decirle públicamente al presidente dominicano Danilo Medina que 4 años es poco tiempo para hacer un gobierno. Obviaba Da Silva que el PLD, miembro del Foro de Sao Paulo, es el partido que más tiempo ha estado en el poder en República Dominicana en los últimos 20 años. Leonel Fernández (1996-2000, 2004-2008 y 2008-2012) y Danilo Medina (2012-2016 y aspira continuar 2016-2020).
Los doce años de Leonel Fernández bastaron para desmontar la institucionalidad, en medio de grandes escándalos de corrupción.
En 2012 Danilo Medina y no lleva a la cárcel a ningún corrupto. Lo que hace del PLD junto con el Partido Socialista Unido de Venezuela -los dos miembros del Foro de Sao Paulo con mayor permanencia en el poder- es abocarse a la reelección indefinida de sus gobernantes sin rendimiento de cuentas y ni oposición. República Dominicana está en la lista de las "democracias traicionadas".
1] El Foro de Sao Paulo fue creado en 1990 por Lula Da Silva, para agrupar todos las organizaciones y partidos de izquierda latinoamericanos.
[2] Moura ,Felipe ver Blog
[3] De Carvalho,Olavo Blog
[4][] Florez Ruiz, Jose F: Fraude Electoral de la Reeleccion Inmediata, El Tiempo,24Oct2014