Washington, 30 nov (Raquel Godos/EFE).- Se llama Elizabeth Warren, es senadora por Massachusetts y en EE.UU. la conocen como "la gran dama de la izquierda" al encarnar al ala más renovadora del Partido Demócrata, donde ahora le ha sido asignada una ardua labor: cohesionar las facciones de un partido sacudido por una dura derrota electoral.
Su nombre ha resonado durante meses como posible aspirante en las elecciones presidenciales de 2016, mientras ella ha negado una y otra vez que ése vaya a ser el caso y ha reiterado que no se enfrentará a la más que probable candidata, la exsecretaria de Estado y exprimera dama Hillary Clinton.
Sin embargo, Warren ha adquirido un nuevo rol tras el batacazo electoral de los demócratas en las elecciones del pasado 4 de noviembre, en las que los republicanos no sólo recuperaron el control del Senado, sino que además afianzaron su presencia en la cámara baja más allá de lo esperado.
Ante el movimiento sísmico y el correctivo infligido a los demócratas, el todavía líder de su mayoría en el Senado, Harry Reid, tomó rápidamente cartas en el asunto y creó un puesto para Warren en el liderazgo con el fin de que actuara como nexo entre el aparato del partido y sus miembros más progresistas.
"En el caso de los demócratas, que miran a 2016 con Hillary Clinton como la presunta candidata, puede haber alguna dificultad para mantener contenta al ala progresista ya que Clinton no es tan liberal, ya sea en política exterior o económica", explica a Efe Justin W. Holmes, profesor de Ciencia Política de la Universidad Northern Iowa.
Según asegura el experto, existe la preocupación de que las bases más progresistas acudan a las urnas en las primarias y mermen el apoyo a la exsecretaria de Estado, a la par que ha nacido un "movimiento a favor de Warren" en las redes sociales para aupar a la senadora que, a su juicio, puede difuminarse al haberle otorgado un puesto con mayor presencia mediática.
Steffen Schmidt, experto en política estadounidense y profesor de la Universidad Estatal de Iowa, explica que los votantes más de izquierdas del Partido Demócrata están decepcionados por la gestión del presidente Barack Obama, por lo que no acudieron a las urnas el pasado 4 de noviembre.
"Elizabeth Warren y el senador por Vermont Bernie Sanders son los progresistas más visibles. No es de extrañar que Warren haya sido nombrada con una posición importante y notable en el liderazgo de los demócratas. Es el pegamento que esperan una a los demócratas de cara a 2016″, añade.
Apenas unas semanas después de su nombramiento y en plena digestión de la debacle electoral, Warren hizo esta semana su primer viaje internacional, algo que no había hecho desde que llegara a la cámara alta hace dos años y que la ha llevado nada más y nada menos que a Oriente Medio e Israel, socio clave en el mapa diplomático de EE.UU.
Como coinciden diversos analistas políticos estos días en los editoriales de los medios estadounidenses, "no hay mejor manera de empezar a construir su currículum en política exterior que ir a Israel, siempre y cuando te las arregles para evitar pasos en falso en esa parte del mundo que no perdona".
La estratega demócrata Hilary Rosen apuntó en el diario Político que viajar a Israel, donde Warren se llegó a entrevistar con el primer ministro Benjamin Netanyahu, es "un requisito para cualquier político que tenga aspiraciones a escala nacional", pero también advirtió que no deben exagerarse las intenciones de la senadora.
Durante estos dos años, la demócrata se ha dedicado mayormente a cuestiones económicas de calado nacional y estatal, como la deuda de préstamos estudiantiles y las regulaciones financieras de Wall Street, sin siquiera pasar de puntillas por las relaciones exteriores.
"Su viaje a Israel es un viaje de reparación necesario debido a que el gobierno de Obama ha tenido relaciones muy pobres con Israel. Es una buena decisión de Obama", considera Schmidt, quien cree que el mandatario ha podido designar a Warren como su "representante político" para el gobierno de Netanyahu.
Con un Congreso controlado completamente por los republicanos, el movimiento de los demócratas por alzar a la senadora por Massachusetts no parece responder a una estrategia de reconciliación entre ambos en los pasillos del Capitolio, sino más bien uno de los primeros giros tácticos hacia 2016.
Y es que, como agrega Holmes, los partidos políticos estadounidenses son "una mezcla de facciones dispares" que a menudo no se llevan bien entre sí, y que plantea, como un desafío permanente, mantener una coalición cohesionada que emerja, finalmente, como caballo ganador. EFE