Brasilia, 13 ago (Eduardo Davis/EFE).- El socialista Eduardo Campos, candidato a las elecciones presidenciales del 5 de octubre próximo en Brasil y fallecido hoy en un accidente de aviación, bebió desde la cuna en la política que se empeñaba en renovar cuando se le atravesó la muerte.

Eduardo Campos, de 49 años y que era tercero en las encuestas de intención de voto para las presidenciales, era hijo de la diputada Ana Arraes y nieto de Miguel Arraes, un histórico líder socialista brasileño que, desde la década de 1960, impulsó las cooperativas agrícolas y los sindicatos en el estado nororiental de Pernambuco, uno de los más empobrecidos del país.

En ese Pernambuco miserable fue que Campos nació y se forjó para la política, con su familia primero y después en las filas del Partido Socialista Brasileño (PSB), por el que fue diputado regional y federal y que finalmente gobernó entre 2007 y abril pasado, cuando renunció para postular a la Presidencia de Brasil.

Entre 2004 y 2005 fue ministro de Ciencia y Tecnología, cargo en el cual confesaba que había comprendido la necesidad de apostar en la innovación para promover el bienestar entre los brasileños.

Durante sus dos mandatos mantuvo una popularidad elevadísima, cercana al 90 %, y encabezó una modernización de esa región con el apoyo del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), a quien tuvo siempre como aliado, hasta que optó por volar con sus propias alas.

Esa ambición, que en su última entrevista, concedida este martes al canal de televisión Globo, calificó de "obligación política" para "acabar con viejos y anquilosados esquemas", le llevó en septiembre pasado a romper la alianza que el PSB mantenía con el PT.

Le comunicó entonces a la presidenta Dilma Rousseff su decisión de "dejar la coalición de Gobierno para discutir libremente sobre el futuro de Brasil" y un mes después formalizó su candidatura.

Para darle una mayor envergadura, se alió a la líder ecologista Marina Silva, una exdirigente del PT que en las elecciones de 2010 había quedado en tercer lugar en las presidenciales y que, como él, se decía desencantada con el Gobierno de Rousseff.

Con Silva como candidata a la vicepresidencia en su fórmula, el líder socialista comenzó a ganar el espacio nacional que todavía no tenía y las encuestas lo comenzaron a presentar como el fiel de la balanza para las próximas elecciones.

Según los sondeos, Rousseff encabeza las preferencias con 40 %, seguida del socialdemócrata Aécio Neves, que obtendría un 23 % y con quien la presidenta debería disputar una segunda vuelta en la que sería clave el 10 % de apoyo que sumaba Campos.

Rubio, de ojos azules y voz calma, Campos era considerado un "seductor" y tanto por su juventud como por sus propuestas era uno de los candidatos a renovar la política brasileña.

De hecho, ese fue el principal mensaje que transmitió a los electores en su breve campaña, que se frustró con el accidente de avión ocurrido hoy en Santos, ciudad en el litoral del estado de Sao Paulo.

En una reciente participación en un foro con industriales, el líder socialista instó a "renovar la política para modernizar el Estado", pues, según dijo, el país "no aguanta más" el modelo que defiende Rousseff, que calificó de "presidencialismo de coalición".

Campos condenó la "distribución de ministerios" entre los partidos políticos a cambio de apoyo a un mandatario y aseguró que esa práctica promueve la "ineficacia" del Estado, que permanece rehén de intereses políticos particulares y de viejos caudillos.

"La sociedad ya no quiere ser gobernada de arriba hacia abajo", afirmó Campos, quien sostuvo que el "proceso de transformación" que "urge" en Brasil no puede estar en manos de la "vieja política".

Esas ansías de renovación Campos las había identificado en las masivas manifestaciones en demanda de mejores servicios públicos que tomaron el país a mediados del año pasado.

"La sociedad ya no quiere ser gobernada de arriba hacia abajo", insistió Campos durante la campaña que acabó hoy de forma abrupta, así como su propia vida, que tuvo un trágico fin un 13 de agosto, la misma fecha en que, hace nueve años, murió su abuelo Miguel, el patriarca político de la familia. EFE