El expresidente Mejía agotó el tema “Seguridad Alimentaria, Agricultura Sostenible y Lucha Contra la Pobreza”, para concluir el encuentro patrocinado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
Se preguntó ¿Cómo podemos alcanzar la seguridad alimentaria de nuestra región? Y a seguidas y significó: “Nuestra seguridad alimentaria está directamente vinculada a la capacidad de producir más bienes alimenticios, mejorar el poder adquisitivo y elevar el ingreso mediante la generación de empleos de calidad.
La reducción de la pobreza y la eliminación del hambre, continuó, son inseparables de todo lo anterior y destacó que estudios recientes demuestran que cerca del 47 por ciento de la población rural de América Latina y El Caribe es pobre y 29 por ciento vive en la indigencia.
Hipólito Mejía fue el último exmandatario en participar en el cónclave, luego de que lo hicieran los expresidentes Felipe Calderón, de México, Oscar Arias de Costa Rica, José Luis Rodríguez Zapatero de España. Eduardo Duhalde, de Argentina, César Gaviria, de Colombia, Laura Chinchilla, de Costa Rica, Rosalía Arteaga, de Ecuador y Eduardo Frei de Chile.
El exmandatario dominicano resaltó como urgente situar el mundo rural en un lugar prioritario de nuestra agenda de desarrollo sostenible y propuso un programa de seis puntos para lograr el desarrollo rural la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible para combatir la pobreza:
“Primero, propongo que retomemos el paradigma del Desarrollo Rural Integrado. Es decir, que no debemos limitarnos a mejorar la calidad de la agricultura, sin tomar en cuenta el mejoramiento sustancial de la calidad de vida de la población rural.
“En ese sentido, es indispensable elaborar y ejecutar planes y proyectos en las áreas de vivienda, salud, educación, agua potable, electricidad y acceso a la información, en las comunidades rurales.
“En segundo lugar, propongo aumentar la inversión, tanto del sector público como del sector privado, para apoyar la investigación, la capacitación, y la transferencia tecnológica en todo el sector agrícola.
“Este esfuerzo tendría mayor impacto en la medida en seamos capaces de divulgar e intercambiar los resultados de cada país, para beneficio de toda la región.
“En tercer lugar, propongo fortalecer el sector agroindustrial. Está demostrado que la agroindustria, además de crear valor agregado y generar empleo en la zona rural, diversifica y mejora la oferta de bienes alimenticios. Asimismo, muchos de esos productos procesados fortalecen nuestras exportaciones regionales e internacionales.
“En cuarto lugar, propongo dar un apoyo especial a las micro, pequeñas y medianas empresas, mejor conocidas como las mypymes. Lo mismo propongo para las cooperativas rurales.
“Esa articulación de las mypymes con las cooperativas serviría para sembrar en los territorios rurales, en comunidades concretas, la idea del desarrollo rural integrado.
“El consenso entre los gobiernos locales y el gobierno central es parte inherente de esa articulación.
“El fortalecimiento del sentido de ciudadanía en los pobladores rurales sería un resultado tangible de esa iniciativa.
“La quinta propuesta que hago consiste en apoyar el turismo rural. El ejemplo de muchos países, dentro y fuera de nuestra región, demuestra que las zonas rurales tienen atractivos naturales para los turistas nacionales y extranjeros.
“La creación de empresas turísticas en manos de la población rural serviría para generar empleos, aumentar la producción agrícola y mejorar el ingreso.
“En concreto, el turismo rural potencia la economía familiar en tanto que abre mercados para la producción agrícola local, la artesanía y la hotelería. Al mismo tiempo, reconoce el valor de la cultura autóctona, lo que también fortalece el espirito de ciudadanía y el sentido de pertenencia.
“En sexto lugar, propongo que nuestros organismos regionales de integración, en un tiempo razonablemente corto, se aboquen a desmontar los obstáculos que impiden el flujo de nuestras exportaciones, incluyendo la estandarización de aranceles y la reglamentación fitosanitaria.
“Asimismo, esos organismos regionales deben elaborar políticas y mecanismos que regulen la entrada a cada país de aquellos inmigrantes que buscan trabajo en el sector agrícola.
“Estas seis propuestas, para que funcionen de manera coherente, requieren de políticas públicas que consensúen las agendas del sector público, del sector privado, y de la sociedad civil organizada para cada uno de los temas que acabo de plantear.
“El fortalecimiento de las instituciones, especialmente las del sector agropecuario, es una condición necesaria para lograr esa coherencia, tanto en cada país como en toda nuestra región.
Anotó que, “sin desarrollar el mundo rural, será imposible eliminar el hambre y la malnutrición, que es un objetivo crucial del Desarrollo Sostenible proyectado por las Naciones Unidas para el año 2030. Lo mismo es válido para alcanzar otros objetivos, especialmente la reducción de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social”.
Señaló que “así como hay asimetrías en nuestras economías, existen también contrastes en los niveles de desarrollo de nuestro mundo rural ya que muchos de nuestros países tienen una agricultura dual. Por un lado, hay productores que usan tecnología de punta y tienen una alta rentabilidad. Muchos de los cuales trabajan en grandes unidades productivas. La mayor parte de nuestras exportaciones agrícolas es posible por la eficiencia de este sector.”
“En el otro lado, señaló, están los productores más tradicionales, que descansan en la mano de obra familiar, ya que un elevado número de ellos trabaja unidades agrícolas medianas o pequeñas y parte de su producción se usa para el auto consumo”.
Significó que “esa dualidad no excluye la existencia de numerosas combinaciones en los sistemas agrícolas de cada país, donde se articulan las prácticas tradicionales y la tecnología de producción más moderna.
“Cabe destacar, sin embargo, que los productores agrícolas son mucho más que agentes económicos vinculados al Estado. Ellos son, también, ciudadanos con derechos sociales, culturales, de género, étnicos, y políticos, entre otros”.
“En muchos de nuestros países, sostuvo, la ruralidad es inseparable de los derechos y proyectos de los pobladores indígenas. También debemos destacar el significativo rol de la mujer rural en la agricultura de nuestros países.
“Ese contexto plural y diverso demanda, en segundo lugar, entender que la agricultura comienza con la relación entre los productores y la tierra. Ese vínculo está mediado por la cultura y la tecnología.
“Igualmente, debemos entender que el sector agrícola está estructuralmente relacionado con los demás sectores productivos.
”Consecuentemente nuestra seguridad alimentaria está directamente vinculada a la capacidad para formular políticas públicas que articulen los intereses específicos de los productores, el uso adecuado y la preservación del medio ambiente (especialmente el suelo y el agua), los paquetes tecnológicos más adecuados para lograr la mayor productividad posible, y el funcionamiento de los mercados nacionales, regionales, e internacionales.
“Es realista esperar que, como resultado de esa articulación multidimensional, estemos en capacidad de producir más bienes alimenticios. De esa manera, estaremos mejor preparados para satisfacer la demanda interna, asegurar la alimentación de nuestra población, incrementar las exportaciones, generar divisas, financiar la inversión social, y fortalecer la capacidad de importar los bienes alimenticios que no podemos producir de manera competitiva.
“Desde esa perspectiva, la seguridad alimentaria que necesitamos no es sinónimo de autosuficiencia rígida. Más bien, es el resultado de un equilibrio flexible entre la producción, el consumo interno, las exportaciones, y las importaciones. El aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas y competitivas es un componente vital de esa visión integral de la seguridad alimentaria.
A seguidas se copia el texto completo del discurso del expresidente Hipólito Mejía:
“Quiero comenzar agradeciendo la gentil invitación a participar en esta “Tercera Cumbre Mundial de Regiones Sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria”, que celebramos en esta hermosa ciudad.
“Me entusiasma estar aquí, porque comparto la preocupación de ustedes sobre la necesidad de abordar la búsqueda de soluciones para lograr la seguridad alimentaria, potenciar la agricultura, reducir la pobreza, y, por supuesto, tener éxito en el imperativo de alcanzar el objetivo: “Hambre Cero”.
“Particularmente, esta preocupación es esencial en mi vida. Soy campesino y estoy ligado, directamente, a la producción alimentaria, a la investigación agrícola, y al desarrollo rural sostenible.
“El diálogo que llevamos a cabo en esta Cumbre resulta fundamental para nuestra región. Esto así porque nos obliga, por un lado, a entender los desafíos que enfrentamos y, por el otro lado, a reflexionar sobre las oportunidades que tenemos para ser exitosos frente a esos desafíos, trabajando juntos.
“Demos, para empezar, una mirada al contexto de nuestra región.
“En términos poblacionales, América Latina y El Caribe acogen cerca del ocho por ciento de la población mundial. El 80 por ciento de nuestra gente vive en las ciudades.
“Los datos disponibles señalan un incremento del hambre en nuestra región. En efecto, se estima que, para el año 2016, el total de la población hambrienta aumentó en más de dos millones, lo que significa que más de 40 millones de personas no logran satisfacer sus necesidades alimenticias.
“Paradójicamente, la creciente obesidad se ha convertido en un factor de riesgo para la salud de segmentos importantes de la población regional.
“En relación con nuestras actividades económicas, se ha proyectado que habrá un crecimiento promedio de 2 por ciento en este año en la región. Para el próximo año, se estima que ese crecimiento será de 2.8 por ciento.
“Debemos destacar que, en ese pujante crecimiento regional, la agricultura ha jugado un papel relevante. Por ello, organismos calificados afirman que más de la mitad de las exportaciones de nuestra región son agroalimentarias.
“Hoy, la agricultura representa una parte importante del Producto Bruto Interno de la región. Igualmente, una parte significativa de nuestra población económicamente activa está directamente vinculada a la agropecuaria.
“Obviamente, dentro de la economía regional existen importantes asimetrías. En efecto, tenemos desde países que son grandes productores de bienes agropecuarios, hasta países isleños donde la agricultura no es una actividad económica fundamental.
“A pesar de esas diferencias, la región en su conjunto enfrenta el desafío común de incrementar no solo su capacidad de producción de bienes agropecuarios, sino también el consumo de alimentos por parte de su población.
“El hambre y la malnutrición que sufre mucha de nuestra gente, están directamente vinculadas al insuficiente acceso a bienes alimenticios que tienen los menos privilegiados.
“Entre las causas estructurales de ese mal social debemos destacar el desempleo, la precariedad del ingreso, las distorsiones en el mercado y la ausencia de políticas públicas que prioricen el bienestar de los pobladores rurales y urbanos más pobres, entre otras causas.
“Por tanto, resulta necesario dar una mirada crítica a lo que ocurre en nuestro mundo rural para, a partir de esa reflexión, responder a una pregunta inaplazable, a saber:
“¿Cómo podemos alcanzar la seguridad alimentaria de nuestra región?
“Nuestra seguridad alimentaria está directamente vinculada a la capacidad de producir más bienes alimenticios, mejorar el poder adquisitivo y elevar el ingreso mediante la generación de empleos de calidad.
“La reducción de la pobreza y la eliminación del hambre son inseparables de todo lo anterior. En efecto, como muestran estudios recientes, cerca del 47 por ciento de la población rural de América Latina y El Caribe es pobre y 29 por ciento vive en la indigencia.
“Consecuentemente, lo primero que debemos hacer es situar el mundo rural en un lugar prioritario de nuestra agenda de desarrollo sostenible.
“Es obvio que, sin desarrollar el mundo rural, será imposible eliminar el hambre y la malnutrición, que es un objetivo crucial del Desarrollo Sostenible proyectado por las Naciones Unidas para el año 2030. Lo mismo es válido para alcanzar otros objetivos, especialmente la reducción de la pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
“Así como hay asimetrías en nuestras economías, existen también contrastes en los niveles de desarrollo de nuestro mundo rural.
“Muchos de nuestros países tienen una agricultura dual. Por un lado, están los productores que usan tecnología de punta y tienen una alta rentabilidad. Muchos de esos agricultores trabajan en grandes unidades productivas. La mayor parte de nuestras exportaciones agrícolas es posible por la eficiencia de este sector.
“Por el otro lado, están los productores más tradicionales, que descansan, más que en el uso de tecnología moderna, en la mano de obra familiar. Un elevado número de ellos trabaja unidades agrícolas medianas o pequeñas. Parte de su producción se usa para el auto consumo.
“Obviamente, esa dualidad no excluye la existencia de numerosas combinaciones en los sistemas agrícolas de cada país, donde se articulan las prácticas tradicionales y la tecnología de producción más moderna.
“Cabe destacar, sin embargo, que los productores agrícolas son mucho más que agentes económicos vinculados al Estado. Ellos son, también, ciudadanos con derechos sociales, culturales, de género, étnicos, y políticos, entre otros.
“En muchos de nuestros países, la ruralidad es inseparable de los derechos y proyectos de los pobladores indígenas. También debemos destacar el significativo rol de la mujer rural en la agricultura de nuestros países.
“Ese contexto plural y diverso demanda, en segundo lugar, entender que la agricultura comienza con la relación entre los productores y la tierra. Ese vínculo está mediado por la cultura y la tecnología.
“Igualmente, debemos entender que el sector agrícola está estructuralmente relacionado con los demás sectores productivos.
“Consecuentemente, nuestra seguridad alimentaria está directamente vinculada a la capacidad para formular políticas públicas que articulen los intereses específicos de los productores, el uso adecuado y la preservación del medio ambiente (especialmente el suelo y el agua), los paquetes tecnológicos más adecuados para lograr la mayor productividad posible, y el funcionamiento de los mercados nacionales, regionales, e internacionales.
“Es realista esperar que, como resultado de esa articulación multidimensional, estemos en capacidad de producir más bienes alimenticios. De esa manera, estaremos mejor preparados para satisfacer la demanda interna, asegurar la alimentación de nuestra población, incrementar las exportaciones, generar divisas, financiar la inversión social, y fortalecer la capacidad de importar los bienes alimenticios que no podemos producir de manera competitiva.
“Desde esa perspectiva, la seguridad alimentaria que necesitamos no es sinónimo de autosuficiencia rígida. Más bien, es el resultado de un equilibrio flexible entre la producción, el consumo interno, las exportaciones, y las importaciones. El aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas y competitivas es un componente vital de esa visión integral de la seguridad alimentaria.
“Obviamente, para hacer realidad ese ambicioso proyecto, la agricultura debe ser sostenible.
“La pregunta lógica, por tanto, es: ¿Cómo hacer sostenible nuestra agricultura?
“En términos prácticos, es pertinente entender las especificidades de la agricultura como actividad económica, tanto en su versión empresarial como en su modalidad de subsistencia.
“Para empezar, la agricultura es una actividad muy riesgosa. Su éxito depende, en gran medida, de la capacidad de los productores para enfrentar riesgos naturales, inducidos o no, así como riesgos biológicos, climáticos, geológicos y sociales, entre otros.
“Los riesgos económicos, especialmente la caída de los precios, son de tanta importancia como los riesgos naturales.
“Ambas dimensiones de riesgos, obviamente, debemos situarlas en el contexto de la globalización de la cual somos parte.
“En efecto, estudiosos del tema llaman la atención sobre la relativa vulnerabilidad de América Latina y El Caribe en el contexto mundial.
“Se estima que la región ya está siendo impactada por cuatro choques externos que merecen nuestra atención. Esos choques externos son: el cambio climático, la revolución digital, la presión internacional contra la desigualdad y la contra la corrupción, y, por último, las tensiones de naturaleza política.
“En nuestra opinión, esos choques externos tienen un impacto directo sobre la agricultura. Baste decir que, como resultado del cambio climático global, están ocurriendo alteraciones importantes en los patrones tradicionales de lluvias, sequías, huracanes, e incendios forestales, entre otros fenómenos naturales. Todo esto está deteriorando la calidad de los suelos y el agua, los cuales son recursos esenciales para la producción agrícola, pecuaria, piscícola y forestal.
“Tanto en la modalidad empresarial como en la subsistencia, la agricultura puede y deber buscar la sostenibilidad y la rentabilidad, así como la eficiencia en la producción, en el manejo post cosecha, en la transformación agroindustrial, en la comercialización, y, finalmente, en el consumo.
“El modelo de agricultura sostenible que, en mi opinión, debe adoptar América Latina y El Caribe, consiste en lo siguiente:
“En primer lugar, necesitamos capacitar a nuestros profesionales y productores agrícolas. Tener recursos humanos calificados es vital para la sostenibilidad agrícola.
“Igualmente, es indispensable dedicar recursos suficientes para la investigación. Esa investigación nos permitirá disponer de paquetes tecnológicos que sirvan para incrementar la productividad. Lograr la inocuidad de los productos, a fin de proteger la salud humana, debe ser un objetivo de la investigación agrícola.
“En segundo lugar, debemos crear las condiciones que aseguren la rentabilidad para los productores. Eso significa prestar atención a los costos de producción, al comportamiento del mercado, a las expectativas de los consumidores nacionales y extranjeros, al financiamiento oportuno y, en tanto que sea posible, al seguro agrícola.
“En tercer lugar, este modelo debe prestar especial atención al mejoramiento de la infraestructura vinculada a la agricultura. Eso significa, de forma prioritaria, mejorar los sistemas de riego, cosecha, transporte y almacenamiento. Todo esto debe acompañarse del aprovechamiento de los recursos de las tecnologías de la información y la comunicación, conocidas con las TICS.
“Por último, el modelo debe fortalecer la agroindustria. Esto es así porque, la agroindustria tiene la capacidad de agregar valor a los bienes de origen agropecuario, ya sea mediante la transformación en nuevos productos, mediante la conservación en ambientes controlados, o mediante el empaque para mejorar la presentación.
“La aplicación exitosa de este modelo de sostenibilidad agrícola serviría para potenciar el desarrollo rural. Eso tendría un impacto directo en la reducción de la pobreza y en la eliminación del hambre en nuestra región.
“Esta afirmación se fundamenta en los criterios siguientes: Está suficientemente demostrado que existe una relación causal entre la oportunidad de obtener trabajo y/o empleo, y la posibilidad de salir de la pobreza.
“También sabemos que la creación de oportunidades para los sectores más vulnerables, es decir, comunidades indígenas, jóvenes, mujeres, envejecientes y otros, abre espacios de inclusión social y reduce la vulnerabilidad.
“La evidencia demuestra que la pobreza rural, expresada en la falta de oportunidad para tener ingreso mediante el trabajo propio o el empleo, es la causa de un fenómeno explosivo: la migración del campo a la ciudad.
“¿De dónde vienen nuestros pobres urbanos? Digámoslo sin ambigüedades: nuestros pobres urbanos han sido gestados por la pobreza rural. Consecuentemente, como hemos dicho, la lucha contra la pobreza y el hambre incluye el mejoramiento sustantivo de la calidad de vida en las zonas rurales. Así, estaríamos atacando el mal en sus raíces.
“Por todo lo anterior, me permito aprovechar esta oportunidad que se me brinda para hacer las siguientes propuestas:
“Primero, propongo que retomemos el paradigma del Desarrollo Rural Integrado. Es decir, que no debemos limitarnos a mejorar la calidad de la agricultura, sin tomar en cuenta el mejoramiento sustancial de la calidad de vida de la población rural.
“En ese sentido, es indispensable elaborar y ejecutar planes y proyectos en las áreas de vivienda, salud, educación, agua potable, electricidad y acceso a la información, en las comunidades rurales.
“En segundo lugar, propongo aumentar la inversión, tanto del sector público como del sector privado, para apoyar la investigación, la capacitación, y la transferencia tecnológica en todo el sector agrícola.
“Este esfuerzo tendría mayor impacto en la medida en seamos capaces de divulgar e intercambiar los resultados de cada país, para beneficio de toda la región.
“En tercer lugar, propongo fortalecer el sector agroindustrial. Está demostrado que la agroindustria, además de crear valor agregado y generar empleo en la zona rural, diversifica y mejora la oferta de bienes alimenticios. Asimismo, muchos de esos productos procesados fortalecen nuestras exportaciones regionales e internacionales.
“En cuarto lugar, propongo dar un apoyo especial a las micro, pequeñas y medianas empresas, mejor conocidas como las mypymes. Lo mismo propongo para las cooperativas rurales.
“Esa articulación de las mypymes con las cooperativas serviría para sembrar en los territorios rurales, en comunidades concretas, la idea del desarrollo rural integrado.
“El consenso entre los gobiernos locales y el gobierno central es parte inherente de esa articulación.
“El fortalecimiento del sentido de ciudadanía en los pobladores rurales sería un resultado tangible de esa iniciativa.
“La quinta propuesta que hago consiste en apoyar el turismo rural. El ejemplo de muchos países, dentro y fuera de nuestra región, demuestra que las zonas rurales tienen atractivos naturales para los turistas nacionales y extranjeros.
“La creación de empresas turísticas en manos de la población rural serviría para generar empleos, aumentar la producción agrícola y mejorar el ingreso.
“En concreto, el turismo rural potencia la economía familiar en tanto que abre mercados para la producción agrícola local, la artesanía y la hotelería. Al mismo tiempo, reconoce el valor de la cultura autóctona, lo que también fortalece el espirito de ciudadanía y el sentido de pertenencia.
“En sexto lugar, propongo que nuestros organismos regionales de integración, en un tiempo razonablemente corto, se aboquen a desmontar los obstáculos que impiden el flujo de nuestras exportaciones, incluyendo la estandarización de aranceles y la reglamentación fitosanitaria.
“Asimismo, esos organismos regionales deben elaborar políticas y mecanismos que regulen la entrada a cada país de aquellos inmigrantes que buscan trabajo en el sector agrícola.
“Estas seis propuestas, para que funcionen de manera coherente, requieren de políticas públicas que consensuen las agendas del sector público, del sector privado, y de la sociedad civil organizada para cada uno de los temas que acabo de plantear.
“El fortalecimiento de las instituciones, especialmente las del sector agropecuario, es una condición necesaria para lograr esa coherencia, tanto en cada país como en toda nuestra región.
Amigos todos:
“Lo que acabo de compartir con ustedes descansa en mi convicción de que América Latina y El Caribe tienen una excelente oportunidad de aprovechar sus ventajas comparativas para potenciar su desarrollo integral.
“Quiero insistir, para concluir, que ese desarrollo impostergable no debe limitarse al crecimiento económico. Hemos sido buenos creciendo, pero no podemos decir lo mismo en cuanto a nuestra capacidad para distribuir los frutos de ese crecimiento.
“El resultado de esa deficiencia nuestra es la prevalencia de la pobreza, del hambre, y de la desnutrición.
“No permitamos que eso siga ocurriendo. “
Muchas gracias.
Hipólito Mejía
Cuenca, Ecuador.
Abril 28 de 2018