Jean-Michel Caroit, enviado especial de Le Monde 

PUERTO PRÍNCIPE, Haití.-Miles de personas marcharon el sábado, 23 de enero, en Puetro Príncipe para exigir la salida del presidente Michel Martelly, tras el aplazamiento de la segunda vuelta de la elección presidencial.

“Ahora Exigimos la salida de Michel Martelly y (el primer ministro) Paul Evans y la formación de un gobierno de transición antes del 7 de febrero para conducir el proceso electoral”, dijo Assad Volcy, un político de oposición. El candidato presidencial apoyado por el gobierno, Jovenel Moisés, ha pedido por su parte para una “rápida” reprogramación de la segunda ronda. 

El aplazamiento de las elecciones se anunció el viernes, a menos de 48 horas de la apertura de los colegios electorales, por el presidente del Consejo Electoral Provisional (CEP). No se ha anunciado una nueva fecha. El aplazamiento se justifica “por razones obvias de seguridad”. Una decena de colegios electorales fueron quemados o atacados en la noche del jueves al viernes.

En la primera ronda de las elecciones presidenciales del 25 de octubre, Jovenel Moisés había recibido 32.76% de los votos contra el 25.29% de Jude Celestin, quien llamó “farsa ridícula” a estas puntuaciones.

La oposición ha intensificado las manifestaciones para denunciar “un golpe de Estado electoral” instigado por el presidente Martelly. Jude Celestin, quien no hizo campaña, se negó a participar en la segunda ronda. 

En una entrevista con Le Monde, Celsio Amorim, jefe de la misión de observación electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA), exministro de Relaciones Exteriores y de Defensa de Brasil, analiza la situación.

¿Cómo evalúa usted el proceso electoral y cuáles son las razones para el aplazamiento indefinido de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en contra de la voluntad de la comunidad internacional? 

Es una decisión de Haití, que el consejo electoral tomó citando razones de seguridad. Pero detrás del problema de seguridad, también hay cuestiones políticas importantes. La OEA ha percibido con cierta previsión que la situación era muy difícil. El 19 de enero, nos dijeron que teníamos que dialogar para que las elecciones se desarrollaran sin problemas. Hemos tratado de tener una visión no sólo técnica, sino también política, teniendo en cuenta todos los factores, sin hacer un juicio de valor.

Según nuestras observaciones y nuestras proyecciones estadísticas tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales (25 de octubre), la calificación de los dos candidatos principales no deben cambiar a pesar de las irregularidades cuya fuente principal fue el excesivo número de mandataires, (representantes del partido). Es por ello que la OEA ha insistido en separar la segunda ronda de elecciones municipales de las presidenciales, lo que reduciría el número de representantes de más de 800,000 a 30,000. 

¿Qué piensa usted de los escenarios para salir de la crisis?

Esa no es nuestra función, es el pueblo haitiano el que debe decidir. Hay fuerzas políticas que participan en el diálogo, y ellas deben elegir el mejor camino, tener una negociación real sin interferencias externas. Lo que puedo decir es que dejar un vacío de poder durante demasiado tiempo es peligroso. 

Según la Constitución, el Presidente debe marcharse el 7 de febrero. Como misión de la OEA, esperamos que las negociaciones permitan completar el proceso electoral de una manera tan creíble como sea posible, tan pronto como sea posible. También debe tener en cuenta la calle, si bien hay que distinguir entre las manifestantes que defienden un punto de vista legítimo y los que están allí sólo para romperlo todo. 

La comunidad internacional ha sido fuertemente criticada por lo que se percibe como una interferencia en el proceso electoral…

No me gusta la expresión “comunidad internacional”, es una ilusión óptica. Somos países interesados en cooperar con Haití. Entre estos países hay posiciones y enfoques que no son idénticos. Los hechos van muy rápido y comprenderlos toma su tiempo. Lo que sucedió es engorroso, pero también debe ser visto como una oportunidad para tener un diálogo que conduzca a elecciones creíbles. 

La victoria de un solo candidato que no hubiera sido aceptado por la mayoría habría llevado al presidente a gobernar mediante la represión, lo cual no era posible. Nosotros, los latinoamericanos, queremos democratizar Haití de forma estable. En realidad, nuestra tarea no es ayudar a Haití, sino ayudar a los haitianos a ayudarse a sí mismos, ya que les corresponde a ellos decidir su camino. 

¿Cree que las circunstancias de la elección de Michel Martelly, en 2010-2011, marcada por la intervención de Washington para imponer la segunda ronda, explican en parte la crisis actual?

Siempre es difícil volver atrás. Este elemento tal vez tenga que ver, pero también hay otros elementos. En cuanto a Brasil, fue un momento de transición entre dos cargos y no estábamos bien acompañados este proceso. 

Pero lo que me parece importante, la gran tragedia de Haití, en mi opinión, es la baja participación de la población en el proceso electoral. ¿Cuáles son las razones? El desencanto, porque la gente ha perdido la fe en los políticos; el miedo a la violencia, no sé. Por desgracia, esta baja participación revela una falta de confianza en las instituciones democráticas.