Miami (EEUU), 30 jul (EFE/Ana Mengotti).- Diez años después de que Fidel Castro delegase el poder, los exiliados cubanos dicen que no ha habido cambios relevantes en Cuba desde el 31 de julio de 2006, cuando brilló la esperanza de una transición hacia la democracia, y los consideran improbables mientras los Castro gobiernen.
"Los cementerios de esta zona de Miami están llenos de gente que celebró con botellas de champán la salida o las 'muertes' de Fidel Castro", dice a Efe con lágrimas en los ojos Eduardo, un cubano de Camagüey que lleva más de 30 años en EEUU.
Eduardo habló así a las puertas del café Versailles, donde el 31 de julio de 2006, después de que se anunciara oficialmente en Cuba que el líder de la Revolución delegaba el poder en su hermano Raúl, debido a una grave enfermedad, un grupo de personas mostró su júbilo por lo que a sus ojos podía ser el comienzo del fin de la "dictadura castrista", según declararon entonces a los periodistas.
Algunos dijeron que, si el Gobierno anunciaba que Castro estaba enfermo, la realidad es que había muerto, mientras algunos comentaristas pronosticaron el inicio de una transición a la democracia.
No menos equivocado estaba quien hace diez años plantó en el Versailles un cartel con un dibujo de Hugo Chávez y a su lado las palabras "Viudo de Fidel".
Quien murió fue el presidente venezolano, en 2013, y el que se quedó sin amigo y compañero ideológico fue Castro, quien a los 89 años hace contadas apariciones en público y de vez en cuando escribe alguna "reflexión" en los medios oficiales.
Los manifestantes de hace 10 años aparecen en las fotos agitando banderas de Cuba, con la mirada brillante y una sonrisa esperanzada.
En 2016 la esperanza de los exiliados no está puesta en que el régimen vaya a abrirse, algo que dan por descartado, sino en que el pueblo cubano impulse un cambio, dijeron a Efe dirigentes de organizaciones políticas y ciudadanos cubano-estadounidenses.
Para María Elena Alpizar, portavoz en Estados Unidos de las Damas de Blanco, son las nuevas generaciones, "menos adoctrinadas" y empoderadas por la tecnología, que les permite conocer lo que pasa dentro y fuera de la isla y organizarse con las redes sociales, las únicas que pueden propiciar el fin del castrismo.
A su juicio, el "régimen tiene todo coordinado" para no ceder terreno y dar el relevo a otro Castro, posiblemente Alejandro Castro Espín, una vez que su padre, Raúl Castro, deje la Presidencia.
Orlando Gutiérrez, líder del Directorio Democrático Cubano, es optimista, pese a reconocer que en los últimos diez años no ha habido cambios "sustanciales" de parte del Gobierno y denunciar que la "persecución y el acoso" de opositores continúa.
"El futuro pertenece a la democracia", la resistencia sí se ha movido e "incrementado" y "no hay señales" de que los opositores dentro y fuera de Cuba "se vayan a cansar de luchar", asevera, convencido de que los cubanos, sobre todo los más jóvenes, sí se van a cansar de vivir como viven y van a estallar.
Gutiérrez ni siquiera considera que el hecho de que Cuba y Estados Unidos hayan normalizado sus relaciones signifique un avance para la causa de la libertad y, como otros exiliados, también piensa que Fidel Castro sigue teniendo "la última palabra" en la isla.
El deshielo con EEUU se ha "quedado en la superficie". Lejos de ayudar a un cambio, "ha estirado un poco más la vida del régimen", opina el dirigente de Directorio Democrático.
Un opositor interno, Iván Hernández Carrillo, sindicalista independiente condenado en 2003 a 25 años de cárcel por "peligrosidad social", aunque casi ocho años después fue beneficiado por una "licencia extra penal", opinó que en Cuba no hay "mejoras" políticas, ni tampoco económicas ni en materia de derechos humanos.
"No podemos esperar nada a corto plazo del Gobierno ni tampoco de fuera de Cuba, somos nosotros mismos los que debemos proyectar el cambio", subrayó.
El disidente y expreso político cubano José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), de visita en Miami como Hernández Carrillo, concuerda con éste en que el cambio no va a llegar pronto y que en todo caso será impulsado por el pueblo, cuando los Castro ya no estén en el poder.
Ferrer también cree que el Gobierno de Raúl Castro firmó el acuerdo con EE.UU. no por voluntad real de cambio sino para "ganar negocios y tiempo", y destacó que al mismo tiempo, para reducir la presión interna, sigue alentando la salida de cubanos disconformes con la situación económica hacia otros países.
"Es lo que en Cuba llamamos un 'destape de olla'", dice la Dama de Blanco Alpizar sobre la abultada cifra de cubanos que están llegando a EEUU desde el restablecimiento de relaciones (2015), algo que por ahora las autoridades estadounidenses no ven como un "éxodo masivo", según Ferrer. EFE