MIAMI-FLORIDA, Estados Unidos.-Los dos estaban afectados. Vincho había asesorado mal a su pupilo de las entrañas. Ése a quien, hacía años, todo el mundo le había tomado como un chiste la declaración de que era Binchista, obviamente también comenzaba con la B, de Boschista, pero nada que ver pese a unas alianzas espurias en las que el Profesor se lanzó con el avezado Trujillista de toda la vida.
Es el mismo abusador de verbo de cada domingo, cada vez más apagado y lúgubre en su articulación vocal, con tendencia a convertirse en impostor funerario.
Aquel que rezonga amarguras y tristezas, como si prometiera que su muerte, y nunca cumple.
En su última entrega de domingo, nos había regalado una rabia de dientes antiguos y ojos rojizos virados, como nunca. Estaba “molesto” con los “líderes de la nación”, a quienes -argumentaba con vehemencia sin par- siempre les había recomendado la unidad por encima de todo, porque así bajo su asesoría podrían ser propietarios de la nación por siempre y para siempre…su gran meta antes de morir.
Ahhh, pero vino la división y luego ese arreglo que para nada complace al patriarca del conservadurismo. ¡Qué dolor! Él que siempre tuvo planes para estos muchachos, sus cartas de ruego así lo demostraban. Consentirlos de lo peor, hacer de padre postizo no le costaba nada, ellos y su unidad eran su gran orgullo, su engendro y su parto.
Vaya disgusto que tenía el payo, no sabía dónde poner la rabia y el hastío llegando al colmo de volver a machacar el oído de los telespectadores con unos "versos" que en su guarida había escrito a Hugo Chávez, aquel de muerte misteriosa y militante. Tamaña vaina cuando le da con los versos, pero el rictus de mala leche no le abandonaba.
Ella, de su lado glamorosa para la mentira fácil y las exclamaciones cursis, por encima de Delia Fiallo y sus telenovelas, se decía públicamente tan atormentada como el desgastado ficcionario (porque ese día tenía que llegar..uffff), imaginaba plegarias a una estrella de Belén, para que iluminara a Leonel noqueado y a Danilo ejerciendo el estilete japonés.
Ella confundía de este modo, con ganas de azarar la Navidad, la estrella boreal de los escandinavos con la historia sagrada de la Epifanía. Craso error para una joven abogada y "filántropa", que no atina a callarse la boca a tiempo sin decir una fruslería alertagada, como ya es su cumbre.
"Estaba “molesto” con los “líderes de la nación”, a quienes -argumentaba con vehemencia sin par- siempre les había recomendado la unidad por encima de todo, porque así bajo su asesoría podrían ser propietarios de la nación por siempre y para siempre…su gran meta antes de morir"
Eso le suele suceder a la gente que entre la riqueza y el poder piensa que hasta los errores más imperdonables le lucen.
¿Pero en verdad pensaba ella en la estrella de Belén o en un horno de billetes quemados cuyo resplandor y olor ayudaría a que los dos líderes comprendieran que era mejor entenderse en santo humo de papeletas en lugar de seguir peleando y dejando el país en vilo?
Con la señora nunca se sabe. Antes que muerta que sencilla es su guía, su pregón, su divisa y su gran ilusión.
Ella apuesta siempre a la "originalidad", su cerebro es una turbina creadora de ideas inusitadas, sus tuits revisados son una gran muestra de su " talento creador" innato.
Y no olvidemos que no hay mejor enfermera y pare de contar, porque el lloro de un velorio de pobre es uno de sus mejores repertorios aprendido con toda la gestualidad que la ocasión manda: griterío áspero, pataleos y su especial de lágrimas al vapor. Con el tiempo le ha robado la primacía a Chochueca, aquel marginal que se ganaba la vida con asuntos funerarios de rigor mortis.
Mientras Margarita esperaba la Estrella de Belén, y no las auroras boreales escandinavas, los Reyes Magos desde su reino se preocupaban por averiguar quién era aquella mofletuda funcionaría que en la lejanía del trópico de Cáncer osaba invocar su estrella y guía para diciembre del 2015.
Pánico entre trineos, ciervos, arces y enanos. Pensaban que la estrella de Belén había caído en labios equivocados. No podían asociarse de modo destemplado a la molicie y la avaricia. Desde siglos y desde tan lejos, su deber había sido siempre buscar mejores normas para los niños del universo en diciembre. Estaban consternados, sabían por los archivos quién pedía la estrella de Belén y con qué fines la pretendía.
¿Y si luego de usarla la secuestraba en un furgón y se la aceptaban a plazo fijo en un banco del ártico? Pobre Estrella de Belén atrapada entre las maquinaciones desesperadas, frenéticas de Margó.
Esa misma estrella que -con prontitud habría desdentado al mismo burrito sabanero que suele ir rumbo a Belén…(Tuqui, tuqui, tuqui tuquitá).
Terminaba el programa La Respuesta y el Dr. Castillo se lamentaba de todo lo sucedido, denostaba al propio Leonel (era justo que le llegara su turno en la Respuesta, al fin) justamente porque pareciera que el Dr Fernández no siguió sus instrucciones al pie de la letra luego de su discurso del pasado 25 de mayo.
Discurso donde el Dr Fernández, por cierto fue ventrílocuo de la Fuerza Nacional a lo largo de más de 45 minutos de locución.
Gritos y gritos, más gritos, abandonado en su rabieta del fracaso, porque el pupilo Binchista luego de su discurso bravucón, rol extraño de alguien taimado, oscuro y sinuoso, al otro día firmaba un acuerdo con el grupo del presidente Danilo. Era como si de repente amaneciera de una pesadilla orquestada por su criado Binchista.
Todo se había derrumbado, la estrella de Bélén al final no había llegado y mucho menos la aurora boreal de las azoteas escandinavas. Margarita maquinaba nuevas declaraciones cursis de muchacha consentida, a quien las garras de ninguna investigación se le acercarían.
La respuesta llegaba a su fin, con el Dr Vincho Castillo descargando su ira en su pupilo desacreditado. ¡Cuánta amargura, cuánta tristeza, qué profundo pesar! Le había traicionado en una simple madrugada. No fue necesario gallo de San Pedro. Luego de las amenazas de Guerra de Secesión, su firma estaba estampada y su abogado testigo de impunidad estaba presente en el acto del pacto en la tarde del 26.
Había que cerrar el capítulo pronto, porque todo estaba consumado: las angustias de Margarita sin su estrella de Belén y el ululado llanto de Vincho Castillo. Es apenas el primero de un largo capítulo. Cuando la vida se devuelve y pesan los años convertidos en cruz calan en la ignominia como filos, talvez para que se tome muy en serio eso de renunciar a ser impostor funerario.