SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Por considerarlo de interés, transcribimos a continuación un documento del intelectual y académico José Antinoe Fiallo, escrito en agosto de 1982, en el cual advierte de los problemas internos que entonces afloraban en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y de sus debilidades políticas e intelectuales.
Fiallo Billini criticaba el predominio que querían imponer los miembros del Comité Político sobre todos los demás organismos y sobre la militancia y dirigencia, eliminando toda expresión de la democracia interna en el PLD y llevando al partido al estalinismo acrítico.
Por su independencia de criterio, el profesor José Antinoe Fiallo fue expulsado del PLD, decisión que denunció como ilegal e ilegítima por parte de las autoridades de la organización.
En su análisis destaca las posiciones que en esos momentos asumieron Rafael Alburquerque, Felucho Jiménez, Viente Bengoa, Alberto Fiallo, Gustavo Montalvo, Antonio Abreu, entre otros.
PARTIDO DE LA LIBERACION DOMINICANA (PLD)
PUNTO DE VISTA DEL COMPAÑERO JOSÉ ANTINOE FIALLO
BILLINI SOBRE EL DESARROLLO DEL PARTIDO COMO
MIEMBRO DEL COMITÉ CENTRAL
1) Unas de las cuestiones fundamentales, que por cierto el actual Comité Central nunca ha evaluado, es el propio proceso de desarrollo del Partido, y en el marco de ese proceso, la lucha contradictoria que culminó con la renuncia del grupo anti-partido encabezado por el entonces Secretario General Antonio Abreu.
Entiendo que solo la compresión del PLD como proceso y resultado histórico nos permitiría comprender el actual Comité Central, su composición y las luchas de carácter contradictorio que se dan en su seno, y que parcialmente, y de acuerdo al Acta de la reunión correspondiente, analizó el Presidente del Partido.
En la lucha contra ese grupo anti-partido se fraguaron e impulsaron dos estilos y dos visiones distintas de la lucha en el partido. Varios de los actuales miembros el Comité Central participamos de una larga lucha desde 1974 en una perspectiva “orgánica y de masas”, tal y como lo señalaba el Documento, del 6 de julio de 1978 del Comité Intermedio “Pedro Albizu Campos”.
Es importante recalcar que la lucha contra el grupo anti-partido no comenzó con la problemática de la candidatura a la Vice-Presidencia para las elecciones de 1978, ni que la impulsara el compañero Rafael Alburquerque. La perspectiva y punto de partida del actual Secretario General no era la sustentada por nosotros, aunque por coincidencias tácticas nos encontrábamos opuestos a la camarilla incrustada en el aparato burocrático de Partido.
Mientras quien habla, y varios compañeros más (Gustavo Montalvo, Vicente Bengoa, Diómedes Mercedes, Felucho Jiménez y Alberto Fiallo) nos insertamos en el PLD como proceso para contribuir, orgánicamente, al crecimiento y desarrollo de una vanguardia política, aprovechando la lucha contradictoria y las crisis para afianzar lo avanzado y mejorar sustancialmente el modelo (y ello incluye estilos de dirección, métodos, línea organizativa, etc.) del Partido, otros compañeros, incluyendo a Rafael Alburquerque, sólo tenían como perspectiva el desplazamiento de ese grupo burocrático, a partir de una fracción.
Lo que he señalado es válido para poder comprender el carácter real, objetivo, de la contradicción o contradicciones actuales. Esa o esas contradicciones eran visibles en el mismo proceso de lucha contra el grupo o fracción anti-partido. No nacen en el actual Comité Central, o simplemente por la existencia del compañero Alburquerque, del cual se proyectaría una visión fantasmagórica, y por ende subjetiva. O por una competencia que es manifestación práctica del espíritu arribista y trepador de algunos miembros del Comité Central.
Una de las cuestiones fundamentales que nos distinguieron en la lucha contra el grupo anti-partido, y que nos diferenciaba del compañero Alburquerque y de otros compañeros allegados a él, era precisamente la despersonalización del combate, la negativa a fabricar un liderazgo que no fuera orgánico, la oposición resuelta a plantear la sucesión del Presidente en otros términos que no fuera el Partido como totalidad hecha vanguardia, representado por un Comité Central equilibrado, de transición, a un tercero que, reflejo y expresión de la madurez orgánica, fuera capaz de retomar la corriente de las aguas impetuosas de la crisis social e histórica, poniendo el Partido de cara a la resolución proletaria, a la revolución socialista.
Planteo la cuestión en esos términos porque objetivamente es así. Las diferencias y contradicciones aparecen y se desarrollan en ese proceso que comenzó allá, en 1974, cuando el Comité Político era un todopoderoso organismo monolítico y sin fisuras, que implementó un Partido, que junto a sus éxitos orgánicos traía parejo debilidades profundas y desviaciones que fueron el caldo del cultivo para la gestación y ulterior desarrollo de una fracción burocrática.
En ese sentido, y siendo dialécticos, somos todavía parte del proceso. Y las desviaciones, errores y debilidades están en el Partido, viven y pernotan aquí o allá, en mayor o menor grado, dependiendo de que tipo de práctica orgánica o inorgánica se ha vivido o realizado.
Lo que voy a decir no debe molestar o sonrojar a nadie: el compañero Rafael Alburquerque es hoy, por las razones históricas y procesales referidas, una representación de la continuación de algunas de esas prácticas y estilos de trabajo.
Ello, naturalmente, no es un pecado mortal; no es una cuestión personal. Es una cuestión política objetiva. Y la objetividad no es simplemente el dato frío de la estadística o del sistema probatorio de la experiencia jurídica francesa. Lo objetivo, en nuestro caso, es también, las condiciones del dirigente, su desarrollo real, su estilo, su iniciativa y creatividad.
De lo dicho no debe colegirse una conspiración, urdida (como se señala en los expedientes policiales o judiciales) en las sombras de la noche. Simplemente se trata de definir el marco de la contradicción y en que lugar está cada quien, sin ánimos de establecer subjetivamente un campo de batalla donde se dirimen agravios personales. No! Es un campo de lucha política, que yo pienso debe darse en el terreno orgánico, siempre. Todo en si mismo es contradictorio. Dice más: Uno se divide en dos. No hay que dar cátedras de la dialéctica, basta leer de nuevo el articulo “Acerca de la Dialéctica” del Presidente del Partido.
Lo importante es la conciencia de la contradicción, su carácter y su tratamiento. No desnaturalizarla, ignorarla, congelarla, o no se que otra cosa más. Tratarla, es enfrentarla convenientemente, para resolverla, que para un Partido es avanzar y al realizarla nacerá otra. Y eso, “persecula seculá seculorum”.
Pero siempre avanzar, resueltamente. Pero para ello es fundamental analizar, sacar lecciones de la experiencia orgánica y la vida del Partido. Y la primera crítica al 2do. Comité Central es esa: no hemos sido capaces de ello. Metodológicamente no hemos partido de allí: el diagnóstico orgánico; cual fue nuestra herencia. Solo de allí podíamos decir, unificados, a que cosas de la herencia del proceso pasado renunciamos. Porque hay que renunciar a muchas cosas que viven y se reproducen a diario en el Partido.
2) Debemos renunciar, en primer lugar, a la tradición verticalista y funcionalista del Partido. El actual Comité Central no ha renunciado a ello de manera significativa.
Invocando un centralismo de oportunidad el Comité Central se ha autodespojado de su jerarquía por una doble vía:
a) traspasando al Comité Político un conjunto de poderes en nombre de la “agilidad” y contra el estilo “burocrático”;
b) reservándose como una segunda instancia del Secretariado.
Por esa doble vía el Comité Central, cada miembro del Comité Central, salvo 5 ó 6 compañeros, han liquidado en gran parte la función o sus funciones políticas en áreas del Comité Político, que día a día retoma la importancia que originalmente tuvo en el modelo que prevaleció durante la hegemonía del grupo anti-partido.
Pero es preciso, compañeros, profundizar en la crítica de las ideas predominantes en la práctica del Comité Central. Como decíamos, se invoca un centralismo mágico y todopoderoso. Cuando Aulio Ortiz o Felucho Jiménez lo invocan, parece como si el espíritu de las catacumbas moviese una poderosa fuerza de resistencia, e iluminara la mente y el cuerpo de 5 ó 6 compañeros predestinados a guiarnos.
No! Cuando ese centralismo se invoca, es por diversas razones, pero no de política orgánica. Ahora bien, el problema político no es ese. El problema es la concepción: se buscan resultados, no importa el proceso que los produzca, y si los que lo producen se desarrollan o crecen. Es la idea de manejar el partido fácilmente, metérselo en un bolsillo y sacarlo cuando se quiere, con la única garantía de que los predestinados no se equivocan un funcionalismo que requiere su contrapartida, el verticalismo. Todo ello lleva en el fondo una efectiva división social del trabajo político: arriba pensamos algunos (no todos), abajo ejecutan. Trabajo intelectual, trabajo manual. Con la ventaja de que arriba no se equivocan.
En esa perspectiva, que bueno son los experimentos! Las soluciones! Todo!. Pero a esta concepción hay que puntillarla bien, en el mismo terreno en que sus defensores escogen: seguridad, rapidez, solución:
– En una situación de represión relativa o total clandestinidad la dirección centralizada es capital, como capital es la autosuficiencia y creatividad de los organismos para superar un estado de excepción. Todo organismo del Partido debe ser educado en el espíritu de la iniciativa y la creatividad, pues solo así pueden subsistir o supervivir. Si la dialéctica pensar abajo – para pensar mejor arriba no se reestablece pronto, tendremos un ejercito de mulos, que a la primera estampida cada cual cojerá por su parte, sin poder reunirse jamás como colectivo.
Debo decir, con absoluta honestidad, que el Presidente del Partido, el compañero Juan Bosch, contribuye, de vez en cuando, al predominio de esa concepción, por las razones que sean, sobre todo cuando esa concepción refuerza los estilos personales de trabajo, a lo que es proclive o inclinado el compañero Juan Bosch por razones que no es el caso a analizar ahora.
3) La escasez de democracia y la abundancia de centralismo mecanista y burocrático, ha llevado al propio Comité Central a restringir el debate, la discusión, en su seno, utilizándose para ello las más variadas argucias.
“Un turno solamente. Basta de palabras, es hora de acción!; no más abstracciones o cuchicheos!”, son los gritos de batalla de los que reducen el debate y la discusión, donde dentro de poco las “experiencias extrañas” no se podrán mencionar, si es que antes no le atraviesan un cierre de debates.
Y no sólo se reducen los turnos. También las mociones; por ejemplo, las que presenta el compañero Bosch hay que aceptarlas y debatirlas dentro de su propia lógica, cuestión que en dos ocasiones le ha costado un “tapaboca” al compañero Gustavo Montalvo. Ello reduce aún más el debate, que es, evidentemente lo que se quiere, bajo la mirada complaciente de compañeros que en tiempos normales no dicen ni esta boca es mía, o cuando hablan no aportan nada.
La economía del tiempo en función de una eficiencia resolutoria, reduce aún más al Comité Central, colocándolo en una simple instancia estatutaria, pero desprovisto de todo su espíritu y contenido político y jerárquico orgánico.
4) Ahora bien, la subversión de la función dirigente del Comité Central se hace sobre la base de un cuerpo de razones ideológicas realmente audaces y descabelladas. Veamos críticamente esos elementos:
a) Los estatutos son un pedazo de papel, se dice. Y el compañero Taveras, lanza en ristre cual caballero de las cruzadas, teje la apología de la mente de lo legal en el partido. Y se apoya, como siempre se hace y se hacía en casos tan burdos como este, en lo que dijo o dice el Presidente del Partido.
Existe la legalidad del Partido. Existe la legalidad revolucionaria. Quienes recurren al entierro de las bases legales del Partido para justificar la eficiencia orgánica, lo que plantan, en realidad, es la necesidad de tener las manos sueltas para hacer y deshacer, utilizando la pantalla del Comité Central para otorgarles poderes a la “minoría iluminada”. Critico enérgicamente esta actitud, porque violentar la legalidad partidaria, y ello sin necesidad de entrar en el área de la cátedra jurídica, es violentar al Partido, su equilibrio orgánico, castrar su desarrollo, pero lo peor, abrir las puertas de la ilegalidad, el grupismo y de todo lo que es capaz de subvertir su desarrollo.
Sin embargo muchos de los aquí presentes reclaman “el orden y la ley” para los activistas y la base del partido. Vayan, pues, a la base y díganle que los estatutos son un pedazo de papel, y aún más, díganles que es simplemente la ley del embudo: ancho arriba, chiquita abajo. Eso es simplemente estalinismo orgánico.
b) Otro elemento ideológico justificativo es la reformación del principio teórico de los métodos de trabajo para adecuarlo al pragmatismo “necesario” para conducir al partido dentro de un esquema funcionalista y verticalista. El “experimento” político y orgánico es privativo de las instancias de poder y decisión reales, a las cuales el Comité Central le transfiere sistemáticamente su soberanía orgánica, para lo cual hay que restringir el elemento “teórico” (las abstracciones que se nos imputan en la reunión pasada), que es el marco que sujeta la posibilidad de desbordar las fronteras de lo orgánico, en base a una línea organizativa de desarrollo que apunta a una falsa cuantificación del Partido.
c) Esa línea organizativa de cuantificación, sobre todo en lo referente a las capas medias y altas de la pequeña burguesía, guarda relación a la tan defendida posición en torno al secreto y a los trabajos “discretos”. Critico que en el Comité Central se recurre a ese expediente, que pretende, erróneamente, a mi juicio, rodear todas las posiciones y las resoluciones importantes como cuestiones vinculadas a “la alta política”, como decía Aulio Ortiz, o a los “servicios especiales”, como ha señalado el Presidente del Partido en varias ocasiones.
Hemos dado muestras de un liberalismo orgánico increíble, al extremo de publicar en “Vanguardia del Pueblo” los nombres de la mayoría de los dirigentes medios de Distrito Nacional bajo el razonamiento de que los órganos de seguridad ya los habían averiguado. Dejémosle el trabajo de averiguarlos y no se los demos, así, en bandeja de plata.
Es decir, el secreto, la discreción, son manejados antojadizamente y a conveniencia; y este Comité Central ha consentido en ese comportamiento, que es un recurso reforzante para justificar las decisiones y resoluciones de “alta política”
d) Un cuarto elemento es la concepción – relación objetividad-subjetividad que predomina en el Comité Central y que ha sido sostenida principalmente por el Presidente, cuestión que a mi juicio debe ser criticada.
Lo objetivo es simplemente concebido como el hecho palpable (lo fáctico, como diría un “fisicalista”). Ello, evidentemente, reduce la relación dialéctica. Esto no es teoría. Crea una regla del juego bien interesante, aparentemente muy fría, pero cuyo objetivo es reducir la posibilidad real de debate. Se acomoda la relación objetiva-subjetividad a una determinada forma de “conducir” el Partido, que yo creo, hace daño, en la medida en que crea una actitud burocrática en el conocimiento, y por ende, en la práctica orgánica. Las iniciativas creadoras, por la misma mecánica de las reglas de juego, y me refiero a las iniciativas realmente importantes, son arrinconadas en el campo de la subjetividad, al invocarse la tradición empírica del laboratorio político.
e) Parejo al elemento anterior está el desden o distorsión de lo que se llama la “teoría” o las “abstracciones”. Ya hablamos de las “experiencias extrañas”, o el valor universal de ciertas categorías instrumentales u orgánicas del marxismo, ciencia de la revolución proletaria.
Es necesario, y se ha hecho varias veces en el Comité Central, o desmeritar las posiciones que reclaman marcos de referencia, o invocar el leninismo, oportunistamente para justificar lo injustificable. Ello indica, y lo hago críticamente al Comité Central, nuestro bajo desarrollo político y teórico, y me incluyo ahí (ya hablaré de eso en mi autocrítica), lo que demuestra que si en este país hubiera un desarrollo social levemente superior, el 99% de los aquí sentados no fuéramos miembros del Comité Central actual.
Se que existe temor al desarrollo teórico, en lo que se refiere al reflejo de ello sobre el comportamiento orgánico y porque podría desarrollarse la posibilidad de que el equilibrio de nuestra táctica se pueda romper. Si embargo, las bases del Partido exigen cada día más, y hay que responder a esa necesidad. No es posible, por ejemplo, que todo el mundo esté hablando de socialismo sin saber a ciencia cierta qué es el socialismo, por lo menos a rasgos generales. No es posible, y todavía es más grave, que gran parte del Comité Central no pueda responder a eso. Es verdad nuestro atraso, nuestro poco desarrollo. Pero hay que ir venciendo la debilidad del factor subjetivo, elevarlo en calidad.
Tenemos una grave crisis de calidad. Sin la calidad no hay reproducción orgánica positiva, correcta. Corremos el riesgo de un grave periodo de estancamiento, y también, que las políticas a implementar, aunque cuantifiquen no reproduzcan la calidad, creando un pequeño monstruo, que tarde o temprano nos empuje a otra ola popularista que quiebre de nuevo el Partido por dentro.
5) Autocrítica
Reconozco que no he servido al Partido como el Partido exige. En los últimos 2 meses mi rendimiento ha sido escaso y débil.
Reconozco debilidad ideológica y política al plantearme la renuncia al Comité Central porque consideré que no había nada que hacer ante el predominio de lo que considero concepciones y estilos errados.
Reconozco el error de haber comentado de “viva voz” la renuncia y reconozco esa actitud como una “rabieta” pequeño burguesa.
Reconozco no haber tenido en todo momento un comportamiento correcto en los debates y discusiones en el Comité Central.
Reconozco que tengo temor al futuro y tengo temor de que pueda pasarnos o pasarle al Partido, por que más temprano que tarde vamos a pasar por momentos de definirnos: vida de combate, muerte, prisión o deserción.
No tengo aspiraciones, ni siquiera de las que les llaman sanas y legítimas, ni seguir en el Comité Central, ni estar en el Comité Político. No formo grupos. Creo que las tendencias son positivas. Me creo en una tendencia que es orgánica.
Creo en lo que he dicho. Pese a las malas interpretaciones o a lo que sea, no bajo esas banderas. Este segundo Comité Central será algo mejor que el anterior en la medida en que cada integrante sea sincero y piense sin buscar sombra de árbol frondoso para justificarse o para medrar en las cúpulas dirigentes.
José Antinoe Fiallo Billini
Miembro del Comité Central
Santo Domingo, Agosto 1982.
Nota: Este texto ha sido transcrito textualmente del original a mano redactado por su autor en la fecha indicada. El autor de esta reflexión fue expulsado ilegalmente e ilegítimamente del PLD en 1983 por los grupos que institucionalizaron la visión y los estilos criticados.