SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La puerta era de cristal y se veía todo desde afuera, pero desde adentro la gente del equipo de Hipólito Mejía no alcanzaba a notar que unos cuantos curiosos los estaban mirando.
Observar a los políticos a través de una transparencia se asemeja a ver una película muda, cuyo argumento solo puede adivinarse a través de los gestos.
Si bien es cierto que los hipolitistas no podían proclamarse ganadores de la convención del PRD, no es menos cierto que supieron como celebrar "su triunfo" a discreción en un edificio de la avenida Sarasota con Privada.
Hubo vino. Abrazos. Discretos brindis. Y francas carcajadas. Nada se podía escuchar desde fuera, pero por la forma de actuar de los presentes, nadie habría dudado que se tratara de una fiesta. Selecta, pero fiesta al fin.
Al fondo del salón, Hipólito Mejía hablaba por el celular y sonreía. Se movía por la sala y gesticulaba. Apenas cerraba el teléfono, entraba otra llamada, de manera que siempre estaba conversando por el móvil. Hasta que en un momento, al parecer, se cansó y entregó el teléfono sin mirar a quien.
Díaz Morfa, el jefe de su escolta, tenía en la mano un papel -¿los resultados de la convención?- que llamó la atención de dos de los seguidores.
En poco tiempo, el papel fue a dar a manos de Mejía, y alrededor de él se formó un círculo. Por sus gestos, parecía que "lo que dice el papelito" les agradaba.
En unos minutos, el grupo se disolvió. Y en el rostro de los seguidores del ex presidente no había visos de preocupación. Todo lo contrario, se daban palmadas en la espalda, se abrazaban y, de vez en cuando, chocaban las palmas entre sí.
Rafael -Fello- Suberví fue uno de los más efusivos. Con su camiseta verde, era fácil distinguirlo entre tantas camisas blancas. Antes de entrar, los periodistas le habían preguntado su apreciación de los comicios internos y él contestó: "Los ganadores no hablamos".
César Cedeño, que pocos minutos antes había salido todo prudente a leer un comunicado, muy serio, estaba allí dentro como pez en el agua. Debajo de sus pobladas cejas, sus ojos brillaban.
Sonreían también Alberto Atallah, Luis Abinader y el periodista Juan T.H.
Para la mayoría de los que estaban afuera, ajenos a la fiesta, la motivación era la espera del dato oficial que dijera quién ganó. Pero pocos notaron la oportunidad que ofrecía la transparencia.
En primer plano, desde la brecha, Pastora Méndez, la ex tesorera nacional se reía como si le hubiesen contado un chiste genial. Sentada y siempre con su cartera en el regazo.
A la derecha del salón, cerca de una mesa, Guido Gómez Mazara e Isaura Taveras conversaban animadamente con un hombre que nunca paró de hablar. El grupo variaba pero el caballero de blanco siempre tenía palabras.
Los mirones, mientras tanto, mantuvieron su atención hasta que llegó la escolta del ex presidente Mejía y les pidió que no brecharan. "Váyanse, por favor, no nos busquen un problema", dijeron.
Su petición era para el mismo puñado de curiosos que llevaba cerca de 45 minutos fascinados de alguna manera con la oportunidad de poder observar, aunque sea por una chepa de la vida, cómo se comportan los políticos cuando creen que nadie los ve.
Últimas noticias
{{#volanta}}{{volanta}}{{/volanta}}