Es la noche del sábado veintiuno de mayo. Los míticos rivales del futbol francés, el París Saint-Germain y el Olympique de Marsella se enfrentan en la final de la Copa. Zlatan Ibrahimovic, a manera de despedida, marca dos de los cuatro goles con el que el PSG se adjudica la decima Copa de Francia de su historia.

Desde su llegada en el verano de 2012, hasta su inminente partida –se rumora que irá al Manchester United, por sugerencia de Mourinho– ha sido el niño mimado del club, que le ha dado cuanto ha pedido, incluyendo un salario descomunal como el de Messi o Ronaldo.

La fanaticada está muy triste, pues se va una estrella. No cualquiera, sino la estrella que hizo que todos voltearan a ver al futbol del país del champán. Los que saben, cuentan que su ego es proporcional a sus casi dos metros de altura, pues en tono de broma, cuando anunció su partida dijo que solamente se quedaría otra temporada si le construían una estatua del estilo de la torre Eiffel. ¿Pero cómo pedirle humildad cuando Zlatan su propio nombre, significa oro en lengua eslava?

Con Ibra en el ataque, el equipo parisino barrió la liga durante cuatro años consecutivos. Incluso en esta campaña batió el record de mayor cantidad de goles marcados con 38, que desde 1978 pertenecía al argentino Carlos Bianchi.

“Vine como un rey y me voy como una leyenda” aclaró el sueco en su cuenta de twitter, después de su último juego en el Parque de los Príncipes, en el que para no quedar mal, también convirtió un doblete ante la tímida escuadra de Nantes. Abandonó la cancha en el minuto 79 junto a sus hijos Maximilian y Vincent que llevaban la casaca del PSG y en cuyos dorsales se leía precisamente eso: “Legend” y “King”.

Aunado a su altura de basquetbolista, Zlatan es rudo y ágil a la vez. La rudeza le sirvió para sobrevivir en el barrio caliente de su infancia, en la periferia de Malmo. La agilidad se la debe al taekwondo, que le ha permitido meter goles de cirquero: golpeando la bola con el talón, el pecho o con patadas voladoras.

De sangre serbio-bosnia sus padres sólo se casaron para conseguir la residencia en Suecia. El, un albañil de carácter duro; ella, un afanadora doméstica que sacó adelante a Ibra y a un montón de hermanos. Por eso detestaba las formas diplomáticas de Pep Guardiola, que lo regañaba por llegar en su ostentoso Ferrari a los entrenamientos y no en el vehículo oficial como el resto. El delantero siempre ha preferido romper las reglas y que se lo señalen a punta de bofetones. En una entrevista comentó que si no hubiera sido futbolista sin duda se habría vuelto delincuente.

Fue precisamente en el Barça donde ha brillado menos, él le echa toda la culpa a Pep y no pierde ocasión para insultarlo: “te cagas de miedo cuando ves a Mourinho”, refiere en su autobiografía. Pese a todo, ni en el Ajax de Holanda ni en Italia (jugó en lnter, Milán y Juventus) ni tampoco en París tuvo que compartir la gloria y los titulares de los diarios con alguien como Lionel Messi. ¿Por eso no habrá durado en Barcelona?, ¿por eso es de aquel técnico, del único que se expresa con tanto rencor?

Ibra no sólo nos ha consentido con toneladas de goles y de títulos –aunque la Champions se le ha escurrido en todos los equipos en los que ha militado– también lega un nuevo verbo que los franceses ya utilizan para expresar que “someten” a alguien y que los suecos ya incorporaron en su diccionario: “zlataner”. La palabra no necesita mayor explicación si hemos visto como “domina” a las defensivas rivales.