En las elecciones de México de 1988, ante la ventaja en el escrutinio  del opositor Cuauhtémoc Cárdenas, el presidente de la Comisión Federal Electoral anunció: “¡Se cayó el sistema!”. Al retomarse el conteo se proclamó el triunfo de Carlos Salinas de Gortari que, desde el poder,  privatizó la economía y predicó que México estaba convirtiéndose en  país del “Primer Mundo”. El apogeo de su gestión ocurrió el día del año nuevo de 1994, cuando entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de Norte América, TLC o NAFTA convirtiéndose México en socio comercial privilegiado de  Estados Unidos de América y Canadá. Irónicamente ese mismo día se inició la desgracia de Salinas con la insurrección  en Chiapas del “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”, EZLN encabezado por su emblemático líder el “Sub–Comandante Marcos”. Las desgracias nunca llegan solas y el 23 de Marzo ocurrió en Tijuana el magnicidio del candidato del PRI, delfín de Salinas, Luis Donaldo Colosio. Coyunturalmente el único miembro del círculo íntimo de Salinas que  podía sustituir a Colosio como candidato era Ernesto Zedillo pues, para ser coordinador de la campaña de Colosio había renunciado meses antes a la Secretaría de Educación y, por tanto, cumplía con la regla  de no ser funcionario dentro del plazo de  6 meses previo a los comicios.

Zedillo  nunca  aspiró a la presidencia, ni Salinas lo había considerado como una opción para ese puesto.  Como no había terciado  en elecciones  tuvo que transformar su fría   imagen de economista ortodoxo, doctorado en la Universidad de Yale, para lanzar consignas políticas que pudieran asimilar las masas de votantes. Zedillo creció como candidato y su triunfo con 50.2% de los votos fue ayudado por la angustia  ciudadana ante el martirologio de Colosio. Ya electo, Zedillo mostró que lo que le faltaba de carisma lo compensaba con  fortaleza de carácter. Desde el primer momento no permitió que Salinas lo mantuviera bajo su ala y se decidió a reformar el sistema electoral, que era la esencia del sistema político del PRI, llamado por Vargas Llosa “la dictadura perfecta” y por Octavio Paz “el ogro filantrópico”. Insistió en asegurar la transparencia de los comicios y la completa imparcialidad del Instituto Federal Electoral (IFE). Internamente Zedillo renunció a su poder dinástico de elegir unilateralmente al candidato del PRI a la presidencia. Primarias internas sustituyeron al histórico “dedazo”.

En  los comicios del 2000 el candidato del opositor Partido  Acción Nacional (PAN) Vicente Fox, igual  que Cárdenas en 1988, arrancó en la delantera. Previendo que “la nomenklatura” del PRI  intentaría reinventar el truco de la elección de Salinas de que “se cayó el sistema”, y sospechando que el PRI no querría reconocer su derrota Zedillo, gallardo, desmontó la conjura  con  palabras históricas: “Justo ahora el propio IFE nos ha comunicado a todos los mexicanos que cuenta ya con información, ciertamente preliminar, pero suficiente y confiable, para saber que el próximo Presidente de la República será el licenciado Vicente Fox Quezada. Hace un momento me he comunicado telefónicamente con el licenciado Vicente Fox para expresarle mi sincera felicitación por su triunfo electoral, así como para manifestarle la absoluta disposición del Gobierno que presido, a fin de colaborar, desde ahora y hasta el próximo primero de diciembre, en todos los aspectos que sean importantes para el buen inicio de la próxima Administración Federal”.En 71 años de gobierno hegemónico del PRI, Zedillo fue el último de 15 presidentes. El liderazgo mundial felicitó a Fox y también a Zedillo por organizar unas elecciones que el presidente Carter calificó como “casi perfectas”. Su prestigio se catapultó y, como ex presidente, ha formado parte de organismos multilaterales y de prestigiosas entidades académicas como el Centro de Estudio de la Globalización de la Universidad de Yale.

Apostando a vivir en paz social y armonía productiva esperamos que  Medina asuma una actitud similar a la de Zedillo, a sabiendas de que para Danilo será más urticante reconocer el triunfo de Luis Abinader, pues Zedillo no tenía como pupilo a Labastida, candidato perdedor del PRI. Si privilegiara el interés nacional por encima del PLD y del apoyo a su delfín, Danilo reconfiguraría  su imagen y se proyectaría ante el país y el mundo,  como un político que en este momento crucial pudo dominar su ambición de perpetuarse en el poder, ejerciéndolo por sí mismo o a través de un obediente vicario. Esta oportunidad  histórica es única e irrepetible. Para ello, ante el inminente triunfo opositor no debe reeditarse la propuesta de Bosch del 1978 llamando a un pacto entre  partidos y  Fuerzas Armadas, al margen del respeto a  la voluntad popular expresada en las urnas. Además,  la nación confía en que no se intentará repetir el accionar de quienes en el 2000, faltándole  milésimas a Hipólito Mejía para alcanzar y superar el 50%, golosearon una segunda vuelta para   calcar a su favor el “Pacto Patriótico” de 1996  que, por suerte, en el 2000 fue certeramente rechazado por Balaguer.