Soy un religioso secreto que dice que es ateo para estar a la moda, pero cuando estoy en aprieto saco mis credenciales de cristiano. No voy a misa ni a culto alguno de las iglesias protestantes o evangélicas, nadie que ejerza una religiosidad secreta lo haría. Asumo el mandato de Cristo: oras en secreto que Dios que ve en secreto te recompensará en público. 

Soy religioso porque hay cosas malas y demonios abstractos a los que le tengo miedo sin nunca verlos. Sé que existen sólo por referencia de algún cristiano, que no lo ha visto, pero que tiene la sana convicción de la existencia de lo malo. Únicamente se me quita el miedo a todos los demonios reales y ficticios, de los que a veces puedo jurar su existencia, cuando duermo al lado de una mujer. Las mujeres espantan a los muertos y a los demonios también.   

Hay cosas que son malas por su sola existencia. Ejemplo son los edificios que representan el mal y la gente teme pasar por sus puertas. En el mundo un edificio emblemático es el Lubianka, lugar que ha sido en Moscú de muertes y torturas, una estructura donde no hay nada bueno y nunca lo ha habido ni cuando fue el alojamiento de una compañía de seguros. Nadie se piensa con terror igual el edificio de la Central Intelligence Agency (CIA), pues esta opera de forma descentralizada, subcontrata la muerte y la tortura con organizaciones locales, lo que hace su sede central un nido de burócratas donde se exorciza la imagen de terror que pueda corresponder a su edificio, que no es sede de tortura ni de muertes, pero donde se calculan obteniendo resultados.

Lo que se llama aquí el Palacio de la Policía es una edificación que tiene su fama de ser una estructura de terror, donde es difícil entrar y también salir, en el común de los casos te llevan. Se va al Palacio de la policía para cobrar un sueldo, buscando un documento para certificar tu existencia y tu buena conducta y como detenido o preso por algún delito o crimen, pero esa no es su peor fama. En el Palacio de la Policía hay cárceles llamada solitarias que en los relatos de políticos presos o presos políticos, depende de lado que se argumente, de derecha o izquierda, eran espacios reducidos de torturas y humedad.

Por más que el jefe de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) lo pida e invite a que a ese lugar vaya la gente, es de igual terror para los seres humanos acudir al edificio de la DGII. Como los negocios grandes son muy grandes para caer, lo que temen son los dueños de negocios pequeños. Estos andan con notificaciones de medidas cautelares que le congelan sus cuentas en los bancos dejándolo sin capital de trabajo con la pretensión de cobrarle obligaciones prescritas o ejecutarle sus bienes por tales obligaciones, con la conclusión de que si no pagan sus posibilidades son pocas, es como una forma de extorsión, donde un funcionario petulante del área jurídica se cree con un poder que le viene del cielo y considera que se pueden hacer estimaciones en un momento que en la que le están vedadas a la DGII, pues no tiene facultades esta entidad para hacer determinaciones de oficio de periodos fiscales prescriptos, cuando el periodo de la prescripción son tres años, no lo cinco años que pretenden disponer a su antojo y al margen de la ley los funcionarios de la DGII.

Se le pide a la gente que no acuda donde los asesores que su única salvación es llegar al lobby del edificio DGII en una situación incierta, donde no se escuchan ni argumentos ni razones y ponen al contribuyente en un estado en el que caducan sus plazos para actuar en una instancia distinta a la administrativa. Se le dice que el asesor es malo y que sólo aquí te escuchamos, y claro que lo escuchan, para darle la opción de otros asesores y para señalarles los lugares y destino donde está la salvación fuera de ese edificio de terror que es ahora el de la DGII. Por eso le pido a Dios que me libre en estos tiempos de pasar por ahí.