En la campaña en la que resultó reelegido en el 2008 para su tercer mandato y segundo consecutivo, el  entonces presidente Leonel Fernández le dijo a la periodista Alicia Ortega lo siguiente: “Yo nunca promovería una reforma constitucional para beneficio propio. En el año 2012 yo no puedo ser candidato, ni lo voy a ser, en razón de que la Constitución no lo permite y porque yo tengo la convicción de que tres periodos consecutivos pueden generar tensiones innecesarias. Esa es mi convicción sobre ese particular”.

Dos años después promulgó la actual Constitución que prohíbe la reelección consecutiva, pero eliminando de paso el artículo que fijaba en sólo dos mandatos el ejercicio presidencial para abrirse la oportunidad de un regreso en el 2016. A pesar de la restricción que ella le imponía trató por todos los medios de presentarse a un cuarto periodo, valiéndose de un artículo de la Constitución para violarla, argumento que hoy su sucesor, el presidente Danilo Medina podría usar, si quisiera, para presentarse de nuevo como candidato.

Tiempo después, en ocasión de uno de esos escasos encuentros con reporteros asignados al Palacio Nacional en sus doce años de gobierno, el señor Fernández dijo textualmente:

“Al fin y al cabo, el tema de la permanencia o no de un presidente, de un jefe de Estado frente a su país, es un tema de expresión de soberanía nacional. En última instancia la palabra la tiene el pueblo”. Una declaración que los partidarios de Medina podrían también usar en la campaña interna de la organización para enfrentarlo.

El legado de mentiras del expresidente son irrefutable muestra del pragmatismo oficial que él predicó, con el cual enseña el valor real de la palabra, especialmente la suya, en el ámbito de la política dominicana, lo que revive la siniestra frase que colgaba en las paredes de las ergástulas trujillistas: “Por la boca muere el peje”, en su caso políticamente, por supuesto.