Tengo un paciente hombre, que digo es el más honesto que he tenido en consulta. Lo veo junto a su familia desde hace muchos años, desde aquellos de la brega con los niños pequeños. Una pareja con un alto nivel intelectual y cultural, amantes de la lectura, con conciencia ciudadana y responsables como pareja parental.
Teniendo aproximadamente 15 años de casados y luego de la sesión número 20, él un día me llama de emergencia, pues quiere verme a solas. Lo recibo y su planteamiento provocó en mí un gran sentido de admiración por él y amor por esta carrera que, como he dicho en otras ocasiones, me permite ponerme en contacto con las grandezas y las miserias de los seres humanos.
Este hombre me describe lo que ha estado sintiendo desde hace un tiempo, que tiene un nombre muy doloroso para ambos miembros de una pareja comprometida que es el desamor. El siente una gran admiración por la madre de sus dos hijos, pero no la desea, siente que algo pasó, que algo se fue, que algo terminó, que el amor acabó. En la narrativa de este hombre joven de 40 años lo que encontré fue un gran sentido de respeto hacia su esposa, su concepto de pareja, de familia y de padre. Sus palabras fueron "la respeto demasiado para hacerle esto, ella no lo merece". Me cuenta que en su interés de entender lo que le ocurría conversó con algunos amigos hombres y lo habían tildado de tonto y me contó sus argumentos: que imposible romper su matrimonio, que la imagen social, que su esposa es una mujer admirable y que no había problemas en estar con ella y tener una novia. Dice que sus amigos no entendían su conflicto y casi se habían reído de él.
En nuestra cultura hay muchas otras razones distintas al amor, por las que las parejas se mantienen unidas y eso también está permitido y aceptado socialmente
Y es que el respeto en plural suele ser muy fácil. El plural nos acerca a todos los demás y nos aleja de nosotros mismos y de las personas que queremos. Es muy fácil respetar a las mujeres, lo difícil es respetar a la mujer con la que se vive, la que está en casa, la madre de los hijos e hijas, con la que se comparte la propia vida.
La infidelidad es una conducta permitida, aplaudida y hasta valorada en esta cultura cuando se trata de los hombres y en ciertos círculos económicos e intelectuales es considerada como necesaria. Con el paso del tiempo las mujeres también han comenzado a ser infieles, pero la respuesta de la sociedad es distinta.
Legalmente, tanto para hombres como para mujeres la infidelidad no es un delito, pero es una violencia emocional que daña y provoca mucho sufrimiento. En nuestra cultura hay muchas otras razones distintas al amor, por las que las parejas se mantienen unidas y eso también está permitido y aceptado socialmente.
Aquellas personas, sean hombres o mujeres que antes de ser desleales a sus parejas, se atreven a romper con el patrón social esperado, respetarse a sí mismas y entender que tanto ellas como el otro o la otra tienen derecho a ser amado con todo lo que conlleva, están en el camino del cambio, el camino de construir otra forma de ser pareja con mayor respeto y validación por sí mismas y por los demás.
Esta familia continuó recibiendo acompañamiento con objetivos terapéuticos encaminados a realizar una separación sana, seguir siendo padre y madre sin ser pareja, afrontar cada uno la propia vida con los recursos disponibles y seguir adelante. Hoy tienen dos hermoso hijos ya crecidos con la misma conciencia que su pareja parental, con la valentía de asumir la vida con todo lo que ella traiga consigo y la posibilidad de crecer en el cambio y la transformación.
solangealvarado@
@solangealvara2