“¡POR FAVOR, no escribas sobre Yair Golan!”, me pidió un amigo. “Cualquier cosas que escriba uno de izquierda como tú solo lo va a perjudicar”.

Y me abstuve durante varias semanas. Pero ya no me puedo quedar tranquilo por más tiempo.

El general Yair Golan, el jefe de Estado Mayor del Ejército israelí, hizo un discurso en el Día de la Memoria del Holocausto. Vestido con su uniforme, leyó un texto preparado, bien considerado, que desencadenó un alboroto que todavía no ha amainado.

Decenas de artículos alusivos se han publicado después, algunos lo condenan, algunos loándolo. Parece que nadie pudo mantenerse indiferente.

La oración principal era: "Si hay algo que me asusta sobre los recuerdos del Holocausto, es el proceso de conocimiento de los terribles hechos que ocurrieron en Europa en general, y especialmente en Alemania, hace 70, 80, 90 años, y encontrar rastros de ellos aquí, entre nosotros, hoy en día, en el año 2016. "

Se desató el infierno. ¡Qué! ¿Huellas del nazismo en Israel? ¿Una semejanza entre lo que los nazis nos hicieron a nosotros con lo que estamos haciendo a los palestinos?

Hace 90 años era 1926, uno de los últimos años de la república alemana; 80 años atrás era 1936, tres años después de que los nazis llegaron al poder. Hace 70 años era de 1946, el día siguiente del suicidio de Hitler y el final del Reich nazi.

ME SIENTO obligado a escribir sobre el discurso del general, después de todo, porque yo estaba allí.

De niño yo fui un testigo ocular de los últimos años de la República de Weimar (llamada así porque su constitución fue conformada en Weimar, la ciudad de Goethe y Schiller). Como un niño políticamente alerta fui testigo de la Machtergreifung nazi ("tomar el poder") y el primer medio año del gobierno nazi.

Sé de lo que Golan estaba hablando. A pesar de que pertenecemos a dos generaciones diferentes, compartimos el mismo fondo. Nuestras familias provienen de pequeñas ciudades en el oeste de Alemania. Su padre y yo debemos haber tenido mucho en común.

Hay un estricto mandamiento moral en Israel: Nada puede compararse con el Holocausto. El Holocausto es único. Nos pasó a nosotros, los judíos, porque somos únicos. (Los judíos religiosos añadirían: "Porque Dios nos ha elegido".)

He roto este mandamiento. Justo antes del nacimiento de Golan, publiqué (en hebreo) un libro titulado La esvástica, en el que conté mis recuerdos de infancia y traté de sacar conclusiones de ellos. Fue en la víspera del juicio de Eichmann, y yo estaba sorprendido por la falta de conocimientos sobre la era nazi entre los jóvenes israelíes de entonces.

Mi libro no trataba del Holocausto, que tuvo lugar cuando ya yo estaba viviendo en Palestina, sino con una cuestión que me preocupó durante años, y aún hoy en día: ¿Cómo podría ocurrir que Alemania, tal vez la nación más culta en la tierra en aquellos años, la tierra natal de Goethe, Beethoven y Kant, pudiera elegir democráticamente a un psicópata delirante como Adolfo Hitler como su líder?

El último capítulo del libro se titula "Puede ocurrir aquí". El título fue extraído de un libro escrito por el novelista estadounidense Sinclair Lewis, llamado irónicamente No puede suceder aquí, en el que describía una toma de posesión nazi de Estados Unidos.

En este capítulo analizaba la posibilidad de que un partido nazi judío llegara al poder en Israel. Mi conclusión fue que un partido nazi puede llegar al poder en cualquier país en la tierra, si las condiciones son adecuadas. Sí, también en Israel.

El libro fue ignorado por el público israelí, que en ese momento estaba abrumado por la tormenta de emociones evocadas por las terribles revelaciones del juicio de Eichmann.

Ahora viene el general Golan, un estimado soldado profesional, y dice lo mismo.

Y no como un comentario improvisado, sino en una ceremonia oficial, con su uniforme militar, leyendo un texto escrito previamente, bien pensado.

La tormenta se desató y todavía no ha pasado.

LOS ISRAELÍES tienen un hábito de autoprotección: cuando se enfrentan con verdades incómodas, esquivan su esencia y aprovechan un aspecto secundario, sin importancia. De todas las decenas y decenas de reacciones en la prensa escrita, en la televisión y en las plataformas políticas, casi ninguno enfrentó la opinión dolorosa del general.

No. El intenso debate que estalló después se refiere a estas preguntas: ¿Se le permite a un oficial de alto rango del Ejército expresar su opinión sobre asuntos que conciernen al estamento civil? ¿Y hacerlo con el uniforme del Ejército? ¿En un acto oficial?

¿Debe un oficial del Ejército guardar silencio sobre sus convicciones políticas? ¿O expresarlas sólo en sesiones cerradas −"en los foros pertinentes", como lo expresó un furioso Benjamín Netanyahu?

El general Golan goza de un alto grado de respeto en el Ejército, como subjefe del estado mayor que ha sido hasta ahora un casi seguro candidato a jefe, cuando el titular deje el cargo después de los habituales cuatro años.

El cumplimiento de este sueño compartido por todos los oficiales de Estado Mayor ahora está muy distante. En la práctica, Golan ha sacrificado su mayor avance con el fin de emitir su advertencia, dándole la resonancia más amplia posible.

No se puede hacer menos que respetar tal valor. Nunca me he encontrado con el general Golan, creo, y no conozco sus puntos de vista políticos. Pero admiro su acción.

(De alguna manera recuerdo un artículo publicado por la revista británica Punch antes de la Primera Guerra Mundial, cuando un grupo de oficiales jóvenes del ejército emitió una declaración oponiéndose a la política del gobierno en Irlanda. La revista dijo que, si bien desaprobaba la opinión expresada por los oficiales irritados, sintió orgullo en el hecho de que esos oficiales jóvenes estaban dispuestos a sacrificar su carrera por sus convicciones.)

LA MARCHA nazi hacia el poder comenzó en 1929, cuando una terrible crisis económica mundial afectó a Alemania. Un partido ridículamente pequeño de extrema derecha de repente se convirtió en una fuerza política a tener en cuenta. A partir de ahí les tomó cuatro años para convertirse en el partido más grande en el país y tomar el poder (aunque todavía necesitaba una coalición).

Yo estaba allí cuando eso sucedió; era un niño en una familia en la que la política se convirtió en el tema central de la mesa a la hora de la cena. Vi cómo la república se vino abajo, poco a poco, lentamente, paso a paso. Vi a nuestros amigos de la familia izar la bandera con la esvástica. Vi a mi profesor de secundaria levantando el brazo al entrar en la clase y decir "Heil Hitler" por primera vez (y luego me aseguraba en privado que nada había cambiado.)

Yo era el único judío en todo el “gimnasio” (escuela secundaria). Cuando los cientos de niños −todos más altos que yo− levantaron los brazos para cantar el himno nazi, y yo no lo hice, amenazaron con romperme los huesos si volvía a hacerlo. Unos días más tarde nos fuimos de Alemania para siempre.

El general Golan fue acusado por comparar a Israel con la Alemania nazi. Nada de eso. Una lectura cuidadosa de su texto muestra que comparó la evolución de Israel a los acontecimientos que condujeron a la desintegración de la República de Weimar. Y eso es una comparación válida.

Las cosas que suceden en Israel, especialmente desde la última elección, tienen una similitud aterradora con aquellos sucesos. Es cierto que el proceso es bastante diferente. El fascismo alemán surgió de la humillación de la rendición en la Primera Guerra Mundial, la ocupación del Ruhr por Francia y Bélgica a partir de 1923-25, la terrible crisis económica de 1929, la miseria de millones de desocupados. Israel sale victorioso en sus acciones militares frecuentes, vivimos una vida cómoda. Los peligros que nos amenazan son de naturaleza muy distinta. Se derivan de nuestras victorias, no de nuestras derrotas.

De hecho, las diferencias entre el Israel de hoy y la Alemania de entonces son mucho mayores que las similitudes. Pero estas similitudes existen, y el general tuvo razón al señalarlas.

La discriminación contra los palestinos en prácticamente todas las esferas de la vida puede ser comparada con el tratamiento de los judíos en la primera fase de la Alemania nazi. (La opresión de los palestinos en los territorios ocupados se parece más al tratamiento de los checos en el "protectorado", después de la traición de Munich).

La lluvia de leyes racistas en el Knesset (parlamento israelí), las ya vigentes y aquellas en proceso, se parece mucho a las leyes aprobadas por el Reichstag en los primeros días del régimen nazi. Algunos rabinos llaman a un boicot de los comercios árabes. Al igual que entonces. El llamado "Muerte a los árabes" (¿"Judah Verrecke", Muerte e los judíos?) se  escucha regularmente en los partidos de fútbol. Un miembro del Parlamento ha pedido la separación entre los niños recién nacidos judíos y los árabes en los hospitales.

Un jefe rabino declaró que los goyim (los que no son judíos) fueron creados por Dios para servir a los judíos. Nuestros ministros de Educación y Cultura están ocupados en someter las escuelas, el teatro y las artes a la línea de extrema derecha, algo conocido en alemán como Gleichschaltung. El Tribunal Supremo, el orgullo de Israel, está siendo implacablemente atacado por el ministro de Justicia. La Franja de Gaza es un enorme gueto.

Por supuesto, nadie en su sano juicio puede comparar ni remotamente a Netanyahu con el Führer, pero hay partidos políticos aquí que lo hacen o bien emiten un fuerte tufo fascista. La gentuza política que puebla el actual gobierno de Netanyahu podría haber encontrado su espacio en el primer gobierno nazi.

Una de las principales consignas de nuestro gobierno actual es reemplazar a la "vieja élite", considerada demasiado liberal, con una nueva. Una de las principales consignas nazis fue reemplazar "Das System" −el sistema.

POR CIERTO, cuando los nazis llegaron al poder, casi todos los altos oficiales del ejército alemán eran firmes antinazis. Incluso, estuvieron considerando la posibilidad de un golpe de estado contra Hitler. Su líder político fue ejecutado sumariamente un año más tarde, cuando Hitler liquidó a sus rivales dentro de su propio partido. Se nos dice que el general Golan ahora está protegido por una guardia personal, algo que nunca le ha ocurrido a un general en los anales de Israel.

El general no mencionó la ocupación y los asentamientos, que están bajo el control del Ejército. Pero sí mencionó el episodio que ocurrió poco antes de dar este discurso, y que todavía está haciendo temblar ahora a Israel: en la Hebrón ocupada, controlada por el control del Ejército, un soldado vio un palestino gravemente herido tumbado sin poder hacer nada en el suelo, se acercó a él y lo mató con un disparo en la cabeza. La víctima había intentado atacar a algunos soldados con un cuchillo, pero no constituía una amenaza para nadie más. Esta fue una clara contravención de las órdenes permanentes del ejército, y el soldado ha sido llevado ante un consejo de guerra.

Un grito se elevó en todo el país: ¡el soldado es un héroe! ¡Debe ser condecorado! Netanyahu llamó a su padre para asegurarle su apoyo. Avigdor Lieberman entró en la sala llena de gente con el fin de expresar su solidaridad con el soldado. Unos días más tarde Netanyahu designó a  Lieberman ministro de Defensa, el segundo cargo más importante en Israel.

Antes de eso, el general Golan recibió un fuerte apoyo, tanto del Ministerio de Defensa, Moshe Yaalon, como del Jefe de Estado Mayor, Gadi Eisenkot. Probablemente, este fue el motivo inmediato para la patada a Yaron, y el nombramiento de Lieberman en su puesto. Se parece a un “putsch”, un golpe de estado.

Y al parecer, Golan no es solo un oficial valiente, sino también un profeta. La inclusión del partido de Lieberman en la coalición de gobierno confirma los temores más oscuros de Golan. Este es otro golpe mortal a la democracia israelí.

¿Estaré condenado a presenciar el mismo procedimiento por segunda vez en mi vida?

Este es el incidente que motivó al general a hablar y advertir al país. No me queda menos que hacer un saludo.