El intento de usar genios para determinar e imponer el precio que deben tener los bienes y servicios con el fin de  lograr intercambio justo, equidad y crecimiento es una de las facetas del socialismo. Mentes brillantes apoyadas por un estamento militar incondicional, en una dictadura de partido que elimina el estrés de la competencia de ideas y la propiedad privada, son capaces de coordinar los recursos productivos y lograr mejores resultados que en mercados libres y competitivos.  Al eliminar el egoísmo del propietario de la tienda de útiles escolares, que busca cobrar el precio más alto por un lápiz sin importarle los padres que no pueden comprar uno a sus niños, el cerebro encargado de poner los precios al bien final calcula el adecuado para que todo estudiante tenga uno.

La instrucción que este planificador le da al camarada al frente de la tienda del Estado que despacha los lápices, es certera por lo siguiente: actúa en coordinación con otros que conocen el proceso de las materias primas necesarias para hacer un lápiz.  Los árboles que proveen la madera necesaria para su fabricación crecen en fincas públicas, a cargo de campesinos de la revolución, amantes del medio ambiente y prestos a cumplir con las cuotas exactas requeridas en el plan estratégico de suministro plurianual.  Esos trabajadores solidarios siempre van a estar disponibles porque otra de las ventajas del socialismo es eliminar esa tara de la movilidad laboral.

En el sistema contrario donde los explotan, los campesinos y obreros cambian de actividad o de patrón en incesante búsqueda por mejorar su situación.  Esa es una libertad perversa porque los confunde. No se dan cuenta que el nuevo capataz lo que hace es extraerle un menor porcentaje del valor que es creado por su propio sudor. Al conseguir un poco más de lo que en realidad les pertenece, se acomodan, pierden el germen revolucionario o, lo peor de todo, pasan a formar filas con los explotadores.  Esto pasa cuando ahorran parte de las migajas que reciben y crean una empresa propia, donde contratan por salarios miserables para producir o distribuir algún bien o servicio. Se escudan entonces en el cuento de que la remuneración fue contratada voluntariamente, que la aceptación indica que se supera la situación anterior; que la competencia con otros para vender a consumidor egoísta, que compra sólo de acuerdo a su interés, buscando la mayor utilidad por peso gastado, obliga a pagar por la productividad marginal del trabajo.

friedman1De esa ideología dependen para negar al trabajador el pago que les permite adquirir la canasta básica para vivir con dignidad.  Algo que sí es posible en el socialismo porque todo es controlado por el gobierno para evitar esa injusticia y que la sociedad tenga todo lo que le hace falta.  Por eso el campesino que se necesita para cortar el árbol de la madera de los lápices siempre está ahí, listo para trabajar.  Quisiera estar haciendo otra cosa que disfruta más y cree tener habilidades, pero se conforma con el puesto que le asignaron los genios revolucionarios que decidieron por él.  Además, por referencias cercanas, nadie se atreve a especular sobre la suerte de los que en un Lada se llevan por la osadía de afectar el equilibrio del complicado plan para producir un lápiz.  Sus camaradas en las fábricas que hacen la goma de borrar, la pintura, el grafito, el metal y la impresión de las etiquetas, entre otros insumos más, están en la misma situación que el campesino: reciben órdenes precisas de qué producir y las fechas de entrega para que al final del verano todas las tiendas estén abarrotadas de lápices buenos, baratos y una calidad que envidia el mal llamado mundo libre.

La logística del transporte también está meticulosamente calculada. Un elaborado protocolo para contingencias permite una sincronización de suministros suficiente para convencer de la capacidad de planificar centralmente la producción de un simple lápiz.  Claro a todo aquel que no quiera negar lo que ven sus ojos, como al propagandista Leonard E. Read que en un famoso libelo usó la producción capitalista de un lápiz para ridiculizar el intento de replicar esa producción en un esquema socialista. En este enlace lea ese ensayo, con un prólogo de Milton Friedman, economista que también lo utilizó para uno de los videos de la serie “Libres para Elegir” (Free to Choose), pieza clave para difundir el veneno neoliberal por medio mundo en los años ochenta. La página tiene un video de Friedman, otro basado en el ensayo, el enlace a la traducción al español en MisesHispano más otros artículos sobre defensores más venenosos de la viciosa libertad individual.

Puede leer y mirar, pero recuerde que son pura propaganda para minar su fe en la posibilidad de que cualquier autoridad con dos dedos de frente sabe más que aquellos que negocian directamente en mercado libre, cuando se trata de calcular lo que debe ganar un raso de la policía pública, un notario por un acto o un abogado como porcentaje de cuota litis; el precio justo del plátano en la finca o en el súper; el nivel adecuado de la tasa de interés y la divisa extranjera; el alquiler que puede pagar la madre soltera y todo lo demás en que se le ocurra intervenir.

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