Recurrimos a las mismas preguntas, a los mismos principios, al mismo bisturí. Buscamos de rincón en rincón, bajo piedras y almendros, en las corrientes y lo estancado. No importando la estación de clima seco, huracanado, bajo cero, buscamos. Y buscamos por rebeldía, por ilusión, por amor propio; en la herida, en el costado, a la altura de los palpados y la proyección de las ideas nacidas en lo más íntimo de cuanto somos.

Buscamos, aunque se nos diga que no hay respuesta, que no hay salida, que todo es caso perdido. Buscamos mientras emprendemos el verso, el oficio diario, la demoledora tarea de predicar en el desierto nuestras esperanzas y sueños. Y ante tantas preguntas, otras más que surgen, otras más que se suman, que nos tocan la parte que menos se comprende de la absurda realidad en nuestro suelo.   ¿Por qué habiendo tantas gentes buenas y comprometidas andamos tan mal en lo presente y lo por venir? ¿Qué nos pasa? ¿Por qué tanta ignominia, queresa, abandono?

Pasan los días, los momentos, las horas. Me reúno con gente extraordinaria, con gente buena, con gente sacrificada. Oigo discursos, veo acciones, trasteo voluntades… y sin embargo; el mismo y tieso encomio a la corruptela, al despilfarro, al desorden: los mismos  criminales, las mismas huestes, la sempiterna multiplicación de la ignorancia en una sociedad a la que se le desea tanto bien, tantas cosas lindas, progreso.

Pronto cumpliré 39 años. Temo por la generación presente, por los que apenas rozan los 20 años, por los que le siguen. Desde casi siempre, el poder ha estado en manos inescrupulosas, sucias, criminales. En manos ineptas, apestosas, insaciables. Manos como las de Leonel Fernández e Hipólito Mejía,  Joaquín Balaguer, Salvador Jorge Blanco. Manos asesinas, manos inmundas, ladronas, rapaces como las de los “honorables hombres y mujeres” de las cámaras legislativas inmediatas.

Manos dedicadas al tráfico humano como las de  Radhames García, alias el chino. Manos y bolsillos como las de Feliz Bautista, Jaime Rodríguez Guzmán o Aníbal Páez. Manos como las del canciller Morales Troncoso, como las Amable Aristy Castro y su feudo. Manos de peloteros cuyos guantes arropan municipios (Raúl Ramón Mondesí). Manos de tiranosaurios, de trujillitos, de ultratumba. Manos de la embajada, del narcotráfico, del mismísimo demonio y los tres calderos de la partidocracia dominicana.

Y desde lejos buscamos, desde lejos miramos, desde lejos preguntamos sin encontrar respuestas, sin admitir derrota, desgañitados todos. Desde lejos mandando recursos, aliento, esperanza. Desde lejos. ¡Qué necedad la nuestra! ¡Qué función más pendeja! ¡Cuánta indignación nos abrasa! ¡Cuánto masoquismo enquistado en el pecho!

Yo amo ese pedacito de tierra al que tanto daño se le hace. ¡No soy el único, somos tantos! Y se sigue buscando, y se sigue sintiendo, y se sigue soñando (y hasta se construyen versos en pos de algo que ya ni sabemos en qué manos anda).