Lo sospeché desde el día aquel en que en un pasillo de la Escuela de Derecho de la UASD me abordó sin conocerme para que le permitiera ojear un librito de bolsillo que llevaba conmigo. Se trataba de Las Odas Elementales de Neruda. Luego conocí algunos de sus poemas juveniles y supe entonces que mi sospecha era justificada. Estaba frente a un hombre que desbordaba talento y creatividad. Además de la pasión por la política y las ciencias jurídicas pude descubrir que Daniel Beltre es un auténtico poeta.
Parece estar decidido a revelarlo al mundo mediante una próxima publicación. Es que ya es imposible disimularlo. Les presento un botón de muestra:
“Tú eres una gran historia macerada por soles, piedras y cantos, por una legión de pentagramas soplados hasta volverse piras interminables. Tú eres una ilusión alojada en los recovecos de mi alma, oriunda de un génesis atormentado y mágico. Tú eres ventisca perenne, remolino, fuga, también mi más grande ausencia. Pero qué importa, si jamás aparté de mí la toma amarillenta de tus manos tocando mi pequeña cabeza como a bordones escondidos. Recuerdo mi flu de marinero manchado por los desvaríos de mi tabique espantado aquella tarde cuando fui a visitarte, pero el dolor no tenía dueño en la víspera de la llegada a tus ojos. Recuerdo cuando apareciste alado ante mí tras fugarme de la hoguera: te habían enviado a traer el milagro los magos de la violeta de genciana. Bastó verte para crecer, saltar, sentirme en los dominios del juego. Se apagaron los quebrantos. Bastó verte para olvidar las cosas que contaba con los dedos camino a la escuela: la chicharra de ojalata, por ejemplo, algunas castañuelas, el Flautista de Hamelín, la separata sobre las cruzadas, un disfraz forrado de alfileres, los evangelios de Fesquet, alguna que otra campana. Verte era como tenerlo todo, el fin del misterio engendrado por la espera. En verdad, nada hacía falta cuando tu mano se posaba sobre mi pequeña cabeza y me ungías con el último amor del universo.”