Un amigo me contó que su hijo de 10 años es un lector apasionado. Me quedé estupefacta. En esta vida agitada y digitalizada en que vivimos, en esta Era de vídeos juegos, redes sociales, televisores y chateaos distanciadores entre los seres sociales que somos. Las relaciones interpersonales van cambiando y se vuelven más impersonalizadas y deshojadas de ternuras. Ojalá a ese niño que a su corta edad ha leído dos veces El Principito, continúe con ese ímpetu. No le deben faltar La Edad de Oro de Martí, Oros Viejos de Herminio Almendros, Cuentos de Onelio Jorge Cardoso o las obras de Emilio Salgari y Julio Verne.
Leer todos los días es uno de los más enriquecedores hábitos que podremos inculcar a nuestros hijos. La urgencia de conseguir el sustento diario, lo cotidiano nos aparta, muchas veces, de lo trascendental; como en la formación de nuestros hijos, es la lectura. Las lecturas de mi infancia me sembraron sensibilidad, creatividad artística y capacidad de soñar. Los libros me construyeron esperanzas. Por eso sentí una alegría inmensa cuando supe que a pesar de la adicción a los idiotizadores vídeos juegos que se padece hoy día, hay familias que promueven el hábito de lectura en sus hijos.
A varios entrevisté sobre este tema. Ante la pregunta: ¿Qué lees? Estas fueron algunas de las más “relevantes” respuestas:
-“Los mensajes de Facebook que publican mis amigos”
-“Los mensajes del chat”
-“La propaganda que hay en la calle”
-“Las películas subtituladas”
-“Lo que busco en internet”
-“El periódico”
-“Waooo ¿leer un libro, dices? Y e’ fácil! Toy jaaaarta de leer los maaarditos libros que te mandan a copiar los maestros. ¡No ombe! ¡Qué voy a gastar tiempo en esa vaina!, a mí déjeme con mi bachatica y ¡ya!
Alguien me dijo que leía libros de “crecimiento espiritual”. Sobre este tema, creo que si leyeran obras clásicas de la literatura universal y nacional crecería, verdaderamente; y no con esos melodramáticos consejos que casi nunca tienen basamento científico, porque son manipuladores pues su propósito no es educativo, ni de creación artística, solo vender y vender.
¡Ahh! Pero lea obras de los autores dominicanos y latinoamericanos. Conozca su país primero y al extranjero después. Los profesores de Lengua Española en vez de asignar autores extranjeros sin ni siquiera, ser de los clásicos universales ni latinoamericanos, deben hacer trabajo de asignatura con autores como Mieses Burgos, Salomé Ureña, los Henríquez-Ureña, Manuel Del Cabral, José Joaquín Pérez, Gastón Fernando Deligne, Marcio Veloz Maggiolo, Isa Conde, Pedro Mir, y tantísimos otros. La literatura nacional está viva y es orgullo de la cultura dominicana.
Las aulas debieran ser permanentes ferias de la lectura de nuestros autores. La Feria del Libro de Santo Domingo, termina como evento pero no como hecho cultural, debiera tener su continuidad y permanencia en el sistema escolar dominicano y en las comunidades vulnerables. Librería y bibliotecas móviles deben ir de pueblo en pueblo, de barrio en barrio.
“Michael Gove, secretario de Educación del Reino Unido, afirmó que los niños de 11 años deberían leer 50 libros al año para mejorar sus niveles de alfabetización:
“Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí” de Lewis Carroll.
“Pinocho” de Carlo Collodi.
“Las joyas de la Castafiore” de Hergé.
“Canción de Navidad o Un cuento de Navidad” de Charles Dickens.
“El príncipe feliz” de Oscar Wilde.
“La isla del tesoro” de R.L. Stevenson.
“El viejo y el mar” de Ernest Hemingway.
“El jardín secreto” de Frances Hodgson-Burnett.
“El diario de Greg” de Jeff Kinney.
“El Hobbit y El señor de los anillos” de JRR Tolkein.
“Imágenes en Acción” de Terry Pratchett.
“Las aventuras de Sherlock Holmes” de Arthur Conan Doyle.
“El curioso incidente del perro a medianoche” de Mark Haddon.
“Rebelión en la granja” de George Orwell.