¡Qué tiempo tan raro! Es una expresión muy común en esta etapa.
Es que ahora la atención está concentrada en si la vacuna funcionará, si ya la pandemia está llegando a su final, si el invierno en el hemisferio norte aumentará sus efectos, si las nuevas cepas son más resistentes. En eso se le va el tiempo a mucha gente.
Ni siquiera las acciones anticurrupción, el torneo otoño-invernal, los preparativos (con y sin apego a los protocolos y recomendaciones de las autoridades sanitarias) para las actividades propias de Navidad y Año Nuevo logran desplazar esa especie de tema obligado.
El tema debe ser analizado a la luz de nuevos paradigmas en las relaciones entre los seres humanos. Pues hace muy poco tiempo que se destacaba la importancia de contar con información para tomar las decisiones relevantes. En términos concretos, se recomendaba contar con abundante información para tomar la mejor decisión.
En ese momento muy pocos alcanzaban a ver la llegada de una etapa en la que la sobreinformación dificultaría (y en muchísimos casos, imposibilitaría) tomar adecuadas decisiones. Ahora se ha vuelto imperativo reaprender a gestionar la información.
Quizás una expresión del periodista uruguayo y ex presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Danilo Arbilla, durante una visita a República Dominicana en 2013, nos ayude a comprender mejor los cambios ocurridos en la gestión de la información.
Recordaba el veterano periodista que los denominados organismos de inteligencia de los gobiernos muchas veces tenían que apelar a métodos fuertes, como la tortura y hasta el asesinato, con el objetivo de obtener información de ciertas personas; pero ya eso no es necesario porque las personas dicen todo en las denominadas redes sociales.
La gestión de la información ha estado asociada al ejercicio del poder a lo largo de la historia de la humanidad. Desde atribuir a algún ser sobrenatural lo que no se podía explicar hasta considerar que algunos privilegiados lograban recibir ciertas orientaciones de estamentos superiores, se convirtieron en esquemas de dominación y otras formas de poder.
Es así como primero los curanderos, sacerdotes y otras personas con roles similares, y después el señor feudal, imponían su liderazgo en los grupos humanos. El propio surgimiento del Estado ocurre con ese esquema de dominación. Por eso no es raro que las etapas dictatoriales se hayan caracterizado por ese fuerte control de los flujos comunicacionales.
En ese ámbito viene a cuento una anécdota referida al autor de Over, Ramón Marrero Aristy, escritor e intelectual opuesto al régimen trujillista, pero reclutado por el dictador para que le sirviera como funcionario de su gobierno, del que llegó a ser ministro de trabajo.
Se cuenta que siendo funcionario y estando de visita en Argentina, fue abordado sobre los desmanes de la tiranía trujillista, concretamente sobre el tema de la libertad de expresión.
Relatan que, durante una recepción, luego de algunas copas consumidas, el escritor fue consultado sobre el tema, a lo que salió al paso respondiendo “no nos podemos quejar”. Ante la sorpresa por la respuesta, siguió la obligada referencia a los nombres de personas asesinadas por sus diferencias con el régimen. Fue entonces cuando Marrero Aristy replicó de manera más enfática con aquella frase de doble sentido: “Es que no me has entendido, te repito: No nos podemos quejar”.
Vale recordar que Ramón Marrero Aristy llegó al final de sus días muy al estilo de la dictadura: el 17 de julio de 1959 los esbirros de Trujillo simularon un accidente, en el que terminó asesinado el autor de Over.
También vale contarlo. Y vale porque para quien vive en una etapa en la que “la información está al alcance de todos”, a simplemente un click, o a una simple solicitud de apoyo a “San Google”, parece muy difícil de creer eso de que se llegara a torturar y hasta a quitar la vida a personas, con el único propósito de obtener información.
¡Increible! Antes se pagaba con la vida por información; ahora se pierde el rumbo por infoxicación.
A todas luces hay trampa en el tema. Solo la supera quien descubre que, más que contar con mucha, es asunto de calidad, organización y sentido de oportunidad para gestionar la información.