Que los presos, ahora les dicen internos, puedan pensar y decir lo que piensen al que les quiera escuchar/leer es algo, aunque disguste a algunos, reconocido bastante ampliamente en el mundo civilizado. Que en RD no haya tradición de ejercicio de ese derecho fundamental, aunque sorprenda, tiene más que ver con falta de capacidad entre los penados que con falta de leyes que lo reconozcan.

Aunque no cuento con cifras exactas la experiencia empírica lograda en mis 10 años de trabajo de educación en el contexto penitenciario me lleva a concluir de manera conservadora que por lo menos la mitad de los internos del sistema son analfabetos puros y duros.  De la otra mitad un 30% tiene por debajo del 8vo completado y solo alrededor de un 5% ha completado su bachillerato.  Estos números, me parece que de forma lamentable, evidencian que son relativamente pocos los que si quisieran efectivamente pudieran compartir por la vía escrita lo que piensan. Así pues, los que tienen el temor de que los 22 mil presos, motivados por el amparo que levantó uno en particular pero que favorece a todos, empiecen a escribir pueden estar tranquilos.

Entonces, qué será más escandaloso, que uno quiera escribir o que más de la mitad, en pleno siglo 21 ni sabe cómo hacerlo. Uno tiene que preguntarse, me disculpan el atrevimiento, por qué no parece preocupar que todos los días recuperan su libertad "anónimos" con poca o ninguna herramienta para enfrentar la libertad lo que explica, en parte, las tasas de reincidencia locales. Ojalá que algún legislador se anime y levante su voz en ese sentido. Ojalá…

Mi trabajo nada tiene que ver con defender o condenar, yo sencillamente soy educadora.  A los penados, más allá de acusaciones y condenas conviene conocerlos. El colectivo social gana cuando llega a valorar serenamente las causas detrás de cada acto reñido con la ley. Conviene reservar la oportunidad de escucharlos, ponderar su evolución en el sistema de prisiones y a partir de ahí recuperar pautas e iniciativas que podamos aplicar dentro y fuera de la cárcel a favor de todos. Suprimir los derechos fundamentales de un ciudadano, o de un grupo, lejos de darnos seguridad nos debe poner en alerta. Este tipo de garantías están diseñadas precisamente para proteger a los más débiles, los menos educados, a los más vulnerables, es decir: a la mayoría.

Yo también quiero un mundo mejor, sin violencia y sin absurdos. Sin embargo, me disculpan los que piensan diferente, yo no creo que gritando, insultado o silenciando se sale a camino.